Thursday, November 20, 2008

No tan Buenos Aires

The hungry and the hunted
Explode into rock'n'roll bands
That face off against each other out in the street
Down in Jungleland
Bruce Springsteen, Jungleland

Don’t try to be a hero, me repito ni bien pongo los pies en la terminal de Buquebús de Buenos Aires. Me sorprende haber entrado sin ningún chequeo. De hecho, ni siquiera pasé por migraciones, lo cual vuelve las cosas extrañamente excitantes. Pienso que tranquilamente podría salir a la calle Córdoba, disparar tres tiros a la espalda de un empresario y volver cruzar el charco de regreso. El vidrio del lugar se mantendría estoicamente resquebrajado por unos segundos, y luego se desplomaría, ahogando los gritos de yuppies y comensales de aquel lugar que salen del lugar en esas corridas gachas que siempre me resultaron tan graciosas. Yo me iría caminando, mezclándome entre la gente, arrojando el revólver con la tranquilidad de aquellos gangseteres de películas, que se vuelven y se meten en cachilas negras estacionados en segunda fila. Si la policía investigara, no habría nada que pudiera incriminarme, yo nunca estuve en Buenos Aires. Reviso por vigésimo cuarta vez la mochila, tres remeras, un calzoncillo, un pantalón, medias, el libro “Vírgenes Suicidas”. En un sobre de Rumbos efectivamente está mi pasaporte y los cien dólares para arreglarme en la jungla de neón.
A diferencia de las anteriores veces que viajo a Argentina, en esta subyace la idea de que aquello no va a ser precisamente una aventura. Es una visita puramente teleológica: ir al Personal Fest--> ver a Mars Volta--> de paso pispear algo de REM. Hace unos días el novio de una prima mía me había comentado lo bien que la pasó en el toque de Dave Matthews Band, realizado en esa misma orilla, no hace más de un mes. Había tenido noción de aquella presentación, pero por alguna razón no se me había movido un pelo. Ir a aquel toque nunca figuró en mis planes, aún contando el hecho de que por aquella fecha mi calendario estudiantil –y mi bolsillo- estaba bastante holgado. Pero no hice nada y prácticamente me había olvidado del asunto, hasta que en aquel cumpleaños me puse a conversar con el novio de mi prima. Me comentó sobre la lista de temas, el swing del baterista, lo avejentado que está Tim Reynolds, cómo se suplió la ausencia del saxofonista, muerto no hace mucho. Yo escuchaba todo aquello con una sensación de extrañeza, como si fuera un preso al que se le cuentan los asuntos cotidianos, sin poder evitar sentir aquellos cuentos de libertad como abstractos, demasiado lejanos. La tristeza que me invadió una vez de regreso a casa, mientras digería la industrial cantidad de sándwiches de Las gaviotas que me había comido, no era un reproche por habérseme pasado, ni siquiera por sencillamente habérmelo perdido. No, lo que más me jodía es que en realidad aquello no me importaba demasiado. Era la tristeza de aquel amigo al que se va dejando de llamar, de aquella canción que ya no logra erizarte la piel, de aquella mina que te gustaba que te la cruzás por la calle, quedándote hablando con ella y encontrandola mucho más fea de lo que recordabas. Todo aquello era un miedo similar al que comenzaba a sentir por The Mars Volta. Los últimos discos –si bien el último está bastante bien- están muy lejos de la altura de los primeros dos, dejándole las llaves de la casa a Omar Rodríguez López, un tipo que sin una persona manipulando el carretel, se le va demasiado la moto.
Compararlo con los primeros toques de los Sex Pistols en el Lesser Free Trade Hall de seguro es algo exagerado, pero, al menos para mi acotado grupo de amigos, en un marco en el que MTV era el único standard asimilable –al menos para nosotros, ignorantes chicos sin hermanos mayores de buen gusto-, la primera vez que vimos a Mars Volta tuvo un efecto bisagra similar. Eran las entregas de los MTV Latinos y posiblemente todos en nuestras casas esperábamos desganados otro premio inventado para que se lo ganara Shakira, Juanes, o bolsas de humo por el estilo, cuando Zack de la Rocha presentó a esa banda de apariencia setentosa (afros, camisas abiertas, jeans tan ceñidos que parecían tatuados en los muslos). Uno ve aquella presentación y no se le acerca a otras presentaciones netamente superiores de la banda de El Paso, pero aquella performance nos resultó tan intensa, tan diferente a todo lo que conocíamos, que no pudimos procesarlo, se instaló como un trauma, sin saber si aquello era bueno o malo. El día siguiente, a eso de las 7:30 de la mañana todos entramos a la misma clase, y sin decirnos siquiera hola, nos miramos nuestros ojos exaltados y dijimos “sí, yo también lo vi”. Desde ahí, la idea de verlos en vivo, incluso ser aquel moreno al que Cedric Bixler le quitaba los lentes, se había convertido entre nosotros un mito fundacional, algo frente a lo que considerábamos demasiado lejano, casi imposible. Ahora, luego de llamar a Jorge y coordinar un punto de encuentro (Librería Ateneo, Santa Fé y Callao), el miedo de un brazo con poros cerrados comenzaba a invadirme de nuevo.

Camino por la calle mirando para muchísimos lados porque tengo el I-Pod al mango y temo que no escuche un auto y me atropelle sin más, con esas cebras que a diferencia del respeto que se le tienen en Uruguay, los porteños se lanzan como leones hambrientos. Hay algo que está mal. Lo presiento, el corazón me late en la muñeca, el bruxismo y un tic a la altura de la mandíbula amenaza con dejarme completamente desdentado. La sensación de peligro se vuelve inminente, y pronto comprendo que se debe a cuatro cosas:

1) Haber dormido cinco horas de las últimas cuarenta y ocho. Durante el viaje estuve sobregirado, sin poder dormir, aprovechando esa última descarga del sistema simpático para leerme ochenta carillas de Las vírgenes suicidas. Recién me rendí a los últimos diez minutos, por lo que quedé entre un estado de sueño y vigilia que desorienta un poco. Las cosas parecen al borde de efectuarse, los pensamientos parecen explotarte en la cara, uno siempre está a escasos pasos de llorar, cagarse de la risa o encajarle un piñazo a alguien, sin tener mucha idea de por qué 2) Todo el viaje estuve escuchando música. This Heat, La Hermana Menor, Bruce Springsteen, Funkadelic, Sex Pistols. No he escuchado un solo ruido humano desde que llegué a la ciudad porteña, por lo que todo parece sumido a un extraño sentimiento de irrealidad, como si sólo cuatro de mis cinco sentidos se hubieran tomado el Buquebús. En una película muda, la falta de sonido parece aplanar la imagen. En el caso de llevar tu vida tapada por una banda sonora, el entorno, más que enmudecer, parece ser hablado por otro, generándose entre la ciudad y la cabeza de uno, esa otra extraña sensación que se da cinematográficamente al ver una película con problemas de lip-sync
3) Al punto anterior, agregarle que todo el camino por Córdoba esta musicalizado por Johnny Rotten y cía, y por primera vez –como pasa con una persona que tiende a entender las cosas demasiado tarde- me doy cuenta de la dimensión de lo que dice Greil Marcus en Rastros de carmín, sobre la primera vez que se escucharon temas como aquellos. Greil Marcus decía que aquello no era simple rebelión, era algo que desconcertaba y hasta daba miedo, algo frente a lo que la gente pensaba si aquello realmente estaba ocurriendo, como quien ve una explosión, o un catastrófico choque de autos, sin animarse a mover, sólo viendo cómo salen los cuerpos ensangrentados de los acordeones metálicos. Es difícil escuchar Bodies e imaginársela en 1977. Realmente es una canción jodida, tan jodida que aún hoy resultaría incómoda –sobre todo a Tabaré Vázquez-, más aún si uno la escucha de la perspectiva de su propio idioma (nunca nos va a impresionar tanto como a los ingleses en esa época, porque no es lo mismo escuchar She don't want a baby that looks like that/ I don't want a baby that looks like that/ Body, I'm not an animal/Body, an abortion, que en español). Después de los Pistols llegarían Jesus Lizard, y algunas cuantas bandas de metal noruego que hablan de garcharse a bebés por la tráquea, pero desde una perspectiva histórica, aquello es tan jodido que es difícil imaginarse qué pasaría si uno lo pusiera a volumen bien alto, en una casa de Parque Miramar.
4) Buenos Aires en sí, desde su misma histeria, para un diminuto y neurótico Montevideano, es una ciudad intimidante. Esa necesidad de buscar el deseo del otro, a diferencia de Montevideo, que parece más que nada gritar No! en cada esquina, puede trastornar bastante a uno. Me subo a un taxi y cruzamos la 9 de julio. La avenida es tan ancha que por un instante, uno siente que se le va a cerrar sobre sí mismo como un libro, aplastándolo como una desprevenida hormiga. A su vez, el automóvil avanza a unos sesenta kilómetros por hora que en la calle se sienten como ciento veinte, surcando tetas de tres metros de diámetro, coronadas en afiches de comedias de revista en numerosos edificios. Así, semi-dormido como estoy, por un momento tiemblo ante la idea de que un afiche gigante de Florencia de la V cobre vida, destruyendo la ciudad a su paso al mejor estilo Motra.

El conductor no tiene muy buena pinta. Me quedo con la vista clavada en una araña que tiene suspendida en el reverso de su mano. El otro día había visto Promesas del Este. Muy buena la película. Mortessen le funciona como un relojito a Cronemberg. Pienso en aquel material extra que venía con el DVD, un mini documental sobre tatuajes carcelarios, en los que hacían un corte semiológico, explicándote el significado de los más comunes. Justamente, en el inventario aparecía la araña, que en el caso de caminar para arriba significaba que el ladrón seguía cometiendo crímenes, y si caminaba para abajo, ya se había retirado. A ver, en este caso camina hacia abajo, me quedo tranquilo, el tipo no me va a hacer nada,
¿Dije eso?
El estado de semi vigilia me asalta la duda de si estaba pensando aquello en voz alta, pero el conductor ni se inmuta, lo cual significa que probablemente no haya dicho nada –o que el tipo se haga el boludo, para desquitarse después, quien sabe. En una calle aleatoria de Santa Fé le digo que me baje, y el tipo amistosamente me dice “Son * pesos, maestro” (*me olvidé cuanto era). Le doy la plata, y calculando mal la transformación de monedas, me doy cuenta que le dejé como veinte pesos –uruguayos- de propina.
Si fuera por mí, hubiera seguido escuchando música, pero el I-Pod se terminó dejándome solo, habiéndosele descargado toda la batería.
Buenos Aires ahora se convierte en una ciudad tridimensional.
Camino un poco y me voy metiendo en algunas galerías y librerías. Busco Historia de las drogas (los tres tomos gordos) de Escothado, pero nadie los tiene. Hay una camiseta de Nueva Chicago, pero me parece que es medio gastadero, para las otras cosas que tengo pensado comprarme. Entro en La quinta avenida y se me cae la baba con los discos que hay. NEU! 2, Thank you for mental illness, The Modern DanceI ofren dream of trains!!!. No puedo ocultar mi exaltación al borde del meo, pero los precios son violentos, y considerándolo bien, podría comprar aquello via internet y me saldría mucho más barato. Luego de hacerle veinte preguntas al tipo, le pido que me de el nombre de la tienda y me pregunta si soy de allá. Le digo que no, y resulta que el tipo también es uruguayo, pero extrañamente, no quiere conversar nada de aquel lugar. Abraxas, la tienda. Me voy caminando, viendo como la tapa del disco de Robyn Hitchcock se comienza a hacer cada vez más chica a medida que me alejo, como si fuera una novia a la que ve perderse en el tren desde mi andén.
Le pregunto a dos veteranos sobre la Bond Street y ninguno sabe dejarme instrucciones claras. Camino un poco más y veo a dos minas con pinta de ser fans de Miranda!, y demostrando que mi target sigue bastante ajustado, me lo dicen con la naturalidad de quien va para allá dos veces al día.
Es un jueves, pero yo recuerdo a la Bond Street más llena. La última vez que había ido, aquello era un hormiguero de emos, darks con borceguíes ortopédicos, minitas kitsch ansiosas por tatuarse una estrellita en la nuca. Ahora –por lo menos a las cinco y media de la tarde- no hay casi nadie, dos gordos peludos con camisetas de Iron Maiden y Megadeath, una veterana con cara de haberse matado a efedrina, tres chicas liceales con la corbata aún puesta ojeando unos piercings entre risas anticipatorias, y dos tipos comunes, sin nada con lo que calificarlos. Las tiendas siguen siendo más o menos las mismas. Busco alguna camiseta –en otros años, las compras de indumentaria casi exclusivamente las realizaba en aquella galería-, pero pronto el descubrimiento de que no hay nada que me interese ponerme de ahí se me revela como un mensaje que va mucho más allá de lo meramente indumentario: las camisetas son las mismas de siempre, aquellos mensajes graciosos, elocuentes, ingeniosos que siempre me había gustado llevar, pero ahora no me generan nada, es más, miro los diseños con cierta incomodidad, como quien se mira en fotos un peinado suyo demasiado atado a una época determinada. Paso por las galerías y sigo sintiendo una extraña sensación de decadencia, pero pronto comienzo a pensar que quizás no es la Bond Street, sino yo el que cambió. Estoy por comprar una camiseta del Goo para mi hermana, pero solo tienen large. En una tienda de discos me compro a buen precio el Funeral, de Arcade Fire. Estoy casi rindiéndome, cuando voy a una tienda de comics arty que siempre me había gustado. En la tienda una tipa de unos treinta y pico me pregunta si andaba buscando algo en especial, y le contesto sin mucha esperanza, “Algo de Julie Doucet”. La tipa me conduce a una esquina de la tienda y de ahí saca “Diario de Nueva York”, otro libro que no recuerdo y otro de los diarios, pero este organizado como una agenda, con trescientos sesenta y cinco días detallados con ese puntillismo casi barroco que caracteriza a la canadiense. Ya había comprado casi sin fijarme el precio una liadísima edición de “La sociedad del espectáculo”, y el precio de los libros de Doucet me descorazona un poco. Mientras le comento lo mucho que había buscado material de la canadiense, la mujer me pregunta “Vos no sos argentino, no?”. (Cuando tres personas en una hora te preguntan si sos extranjero, de seguro algo mal estás haciendo). Le revelo mi procedencia, y me dice que siempre había querido ir a Uruguay, que de hecho el dueño de la tienda es uruguayo, y siempre le dijo de ir con ella. Yo sigo medio cruzado, con una sensación de pródromo a un panick attack fulminante, y le digo algunas cosas medias erráticas sobre las diferencias entre Buenos Aires y Montevideo, y la necesidad de visitar a Uruguay bajo sus propias normas, teniendo que ir en plan de ciudadano, más que de turista, para apreciarlo plenamente (intentaba hacer un repaso mental de mi anterior post, pero largo frases inconexas muy poco claras). Salgo del local y vuelvo a entrar, para preguntarle si por casualidad tienen el “Please Kill me” –que no, no lo tienen, pero sí les queda uno llamado “Please eat me”, que es sobre hardcores veganos, o algo por el estilo-, y para ofrecerle colocar mi libro en alguna de sus bateas. La tipa accede sin ningún problema y me pregunta a cuánto quiero venderlo. Le respondo “al precio que a vos te parezca, no voy a volver a acá, no te voy a reclamar ninguna plata”. Ni bien lanzo mi respuesta, noto aquella frase como muy dramática, casi fatalista, y la tipa me dice “bueno, tampoco para tanto, che”. Le digo que lo ponga a un precio sumamente accesible, y decide marcarlo a quince pesos. Le digo que si le parece bien, a mi también me parece bien. Me despido y la tipa se me queda mirando como un bicho raro, mirando el libro y comparándome con el tipo de la solapa de Caja Negra, que sentado en un escalón y mirando para el costado parece un poco más seguro, esperanzado, o sereno.

Espero a Jorge en Librería Ateneo. Es mi tercera vez ahí y se termina confirmar mi suposición:
Librerías como Ateneo, son a la literatura lo que los Blockbusters son al cine:
Montañas y montañas de nada.
No sólo es incómoda como librería, sino que tienden a llenarte el ojo con una estantería con cincuenta ejemplares del mismo libro de Paul Auster, mientras que de Bukowsky –que tampoco estamos hablando del inconseguible Razones Locas, de Alencar Pintos- sólo tienen (a duras penas) Mujeres y La senda del perdedor. El resto, estanterías y estanterías de libros de autoayuda, ediciones paquetas de los mejores fotógrafos, Arte y Diseño, libros para turistas sin mucha imaginación, una sección de literatura argentina que tiene veinte mil libros de Sábato, y apenas dos de Lamborghini.
Enojado por aquello, me dispongo a esperar a Jorge en la puerta, cuando me lo encuentro, empilchado con ropa de oficinista.
Agarramos para abajo y nos tomamos unas cervezas en un bar bastante familiar. Traen una buena picada, cortesía de la casa, y a medida que tomo, siento que por primera vez en el día las cosas se van ordenando por sí solas, como quien deja asentarse una masa. Como si hubiesen sacado a Buenos Aires de una licuadora, para dejarlo reposar en la heladera.
Lo que queda del día pasa rápido: subte, ómnibus a Flores, casa de Jorge, familia de Jorge, delicioso sushi nunca antes comido en restaurante japonés escondida, jugar a contar judíos en Flores, corto descanso, noche en San Telmo.
Es temprano, pero le digo a Jorge que si no vamos a San Telmo a eso de las doce y media, probablemente me duerma o me desmaye en el cuarto. El auto de Jorge surca bastante veloz un Buenos Aires todavía medio dormido- medio despierto (tal como yo, confiado en el cinturón de seguridad). Jorge mantiene a rajatabla el fascismo beatlero, mi capacidad de elección sobre la música del auto se limita entre Macca, Lennon y Harrison. Fiel a mis gustos, elijo el All things must pass y le comento, sólo por hacer daño, que los Beatles sin George Martin no hubieran sido nadie.
San Telmo está tranquilo, todavía es temprano y sólo está relativamente exultante en la plaza principal. Vagamos por las callejuelas y terminamos en un bar llamado Libido, que de libido en realidad no tiene nada, perdido en una esquina, vacío, con un aire a los cuadros de Edward Hopper. El precio está muy bien, Jorge pide una Stella Artois y yo un Jameson. Los pure malt se me convirtieron en un fetiche en estos últimos meses. El mozo llega con un vaso ultra cargado, que por lejos supera todas las normas en cuanto a medidas, lo que es una muy buena noticia. A medida que tomo, el cuerpo se me afloja. Me he dado cuenta de que todas las cosas que hago se vuelven mejores si tengo dos whiskies arriba. Eso sonó a discurso de borracho, pero realmente, las cosas adquieren otro orden. La felicidad y la tristeza, la excitación y la desidia, la risa y la seriedad, lo lúdico y lo intelectual, todo es mejor, tiene otra dimensión con un poco de whisky arriba.
Día D. En el camino al Personal Fest, la muchedumbre bastante bien arreglada se entremezcla con huestes rollingas, indiferentemente vestidos de negro, lo que los hace ver como un híbrido entre fans de Viejas locas y My Chemical Romance. Resultan un cuerpo extraño, al menos para el perfil que uno espera en base a las bandas que van a tocar. Es ahí que en determinado punto nuestros caminos se bifurcan, y ahí me informan que, a escasas cuadras, hay un toque de Ratones Paranoicos. Habíamos quedado en encontrarnos con unos amigos de Montevideo en la puerta: Pez Rabioso, El barón de la laguna y El cápsula, que se estaban hospedando en el dudoso O Rei, hotel de treinta pesos la noche. Como es de esperar, los pibes no llegan a tiempo y nos tenemos que meter, por miedo a que los Volta empiecen sin nosotros. En el camino me encontraré por primera vez con Hiram, vocalista de la uruguaya Psiconautas, que, antes de decirme hola me pregunta si tengo porro, al servicio de un ademán reconocible formado por el arco entre el dedo índice y el pulgar.
En el cacheo de la entrada me preguntan si llevo drogas conmigo, y por un momento pienso decirle “tengo un par de supositorios de opio en el culo, si querés revisame”, pero prefiero hacerla fácil y digo “no”. "Mejor, entonces", me responde el security.
Me ofrecen la bincha corbata, pero no la acepto. Pronto los poco comunes fucsia y violeta se convierte en colores primarios.
Jorge y yo tratamos de hacernos un lugar como podemos en la muchedumbre que se agolpa esperando el show de Mars Volta. A nuestras espaldas, en el otro escenario, Emanuel Horvilleur canta que si no puede ser con ella, mejor querría hacer algo con su hermana. Me sorprende que con todo, ante semejante mariconeada, no hay reacciones particularmente violentsa de ninguno de los que están esperando a Bixler, Rodríguez y compañía.
Me encuentro por segunda vez a Hiram, quien está quemado porque la tripa no le está haciendo efecto del todo. Con Hiram, todas las historias comienzan y terminan con “estaba/mos re entripado/s”. Los Psiconautas, junto a IMAO, son esos tipos que hacen de su cuerpo una propia tabla de disecciones, que comen o se toman todo lo que crece del pasto, y que, tarde o temprano a este ritmo se convertirán en mártires de los estudios de la psicodelia sobre el cerebro humano. Hiram en especial, es como un niño, pero drogado. Mientras que mi experiencia con triperos no suele ser la mejor, con Hiram la cuestión sigue manteniendo un aspecto lúdico que nunca termina por enmarañarse con tratados místicos, resultando sus cuelgues historias muy entretenidas, dentro y fuera de su cabeza. Unas horas después, me encontraría con mis amigos de facultad, y me contarían el surrealista viaje en el Buquebus a las tres de la mañana, con Hiram jugando a un Tetris y gritando “Esto no es el Tetris, esta música y Bonus no estaban el original!!!”, y luego, completamente entripado, gastándose ciento cincuenta pesos en la maquinita del Metal Slug del Elaida Isabel.
Trompetas de duelo con acentos mariachis abren el show, aparece Omar Rodríguez López y Cedric, con unos rulos que pasaron el limite de lo perdonable, llegándole a la mitad de la espalda. La banda comienza con Drunkship of lanterns. En una serie de movimientos muy bien coordinados llego a la segunda fila. Durante todo el tema (más o menos media hora), las avalanchas de gente se convierten en una amenaza concreta, en donde la vida de uno parece realmente puesta en juego. Uno termina intelectualizando dichas oleadas, encajándolas dentro de cierta secuencia como Papillón en la Isla del Diablo. Por momentos creo aguantar, pero en ciertos puntos, la presión –tanto de atrás como por delante- amenaza con aplastar mi caja toráxica, vencer mis costillas y dejar todo lo que es recubierto por ellos como una torta aplastada dentro de su caja. El intenso sol no ayuda, y tengo que lograr ver como puedo, con unos lentes que se empañan con mi sudor y los de otros. Al terminar el tema y comenzar Viscera Eyes, siento necesario irme un poco para atrás. Mi rostro está completamente desencajado, y la gente se me aparta, por miedo a que los ataque o les vomite encima. A cierta distancia prudente puedo apreciar el toque. Es un concierto particular. Parezco procesar las cosas de otra manera, no las incorporo auditivamente, sino que todo permanece atado por lazos visuales, imágenes que se me quedan tatuadas en el cerebro, como la figura de Omar Rodríguez López reflejada en el bombo y trepidando ante cada golpe, Cedric parado en un amplificador mordiendo como un pitbull unos cobertores que colgaban de las luces. La gente se emociona, grita, se sabe las letras desquiciadas de los tipos. Viendo al público, los reconozco como una población bastante sincera, de esa gente que se cuelga con los solos, sin preocuparse cuál será la nueva película de Herzog, o qué dice o qué no dice la nueva nota de la pitchfork. En un mundo donde los hipsters crecen como una plaga, los solos de guitarra salvarán al mundo.
El toque termina y tan ensopado como satisfecho me vuelvo tambaleando a una zona de descanso donde vuelvo a encontrarme con Hiram, quien, completamente pasado por sudor como yo, me mira con los ojos a punto de salir de sus cuencas y me dice aguaa, no tenes aguaa, me estoy deshidratando!!!!.
Toca Bloc Party, pero estoy demasiado ocupado en restablecer mis funciones vitales. De pura casualidad, me encuentro con mis amigos. Saludo a Pez Rabioso y lo encuentro hablando con Ariel Minimal, a quien se le va extendiendo una simpática pelada franciscana. Pez Rabioso me cuenta que se tomaron el mismo subte, quedándose hablando con el Ariel de El Loco Abreu.
Luego de dar unas cuantas vueltas, esperamos a REM, teniendo que observar en las pantallas gigantes el triste espectáculo de Kaiser Chiefs, con un gordo que en sus intentos de arengamiento a la gente parece tan inefectivo como un líder de Bariloche entre una jauría de pendejos cachondos.
Del toque de REM saco en limpio un par de cosas. Anduve leyendo los resúmenes de aquella presentación en varios blogs. A diferencia de ellos, no me emocioné, y mucho menos me sentí al borde de las lágrimas, pero la presentación la admiré desde otro punto de vista, uno técnico, una envidia sobre el gigantesco frontman que es Michael Stipe. Nunca en mi vida vi alguien que cubriera de manera tan increíble el escenario, todos sus movimientos, hasta el mínimo arqueamiento de cejas era parte de una megacoreografía, que envolvía a todos los que estábamos viendo. Objetivamente, Stipe abrió el itinerario del perfecto demagogo y amplió los recursos hasta puntos nunca antes visto, pero por alguna razón, aquello no resultaba incómodo, hasta uno llegaba a compartir sus esperanzas, en esa promesa tan difusa –aunque al menos es un consuelo- de un mundo distinto sobre los hombros de Barack Obama (se llegó a poner una imagen del, en aquel momento, candidato, en la pantalla gigante). En ese manejo de los tiempos y el espacio estriba la diferencia entre la demagogia de Stipe, que si no es creíble, al menos es cautivante (como la de los buenos demagogos, sean héroes o dictadores), y la del gordo de los Kaiser Chiefs. Stipe esbozaba una sonrisa y se caía el estadio, por momentos me llegó a dar algo de miedo, pensando que estábamos todos a su merced, que si lo hubiera querido, perfectamente hubiera exigido algún sacrificio humano y alguno que otro se hubiera presentado con particular estoicismo.
Termina el toque y me voy caminando, cruzándome con un tipo que le podría haber hecho frente a Henry Rollins. El tipo me mira y emocionado me grita “Essssa, Suicide”. Al principio pienso que es parte de un grito intimidatorio, pero entonces me doy cuenta que se refiere a mi camiseta. Nos quedamos hablando de la primera vez que escuchamos Frankie Teardrop, y el tipo me cuenta de sus pasados hábitos darks, de su fanatismo de Einsturzende Neubauten mostrándome sus cicatrices de tinta con el simpático símbolo de la banda. Le comento aquella simpática situación que relaté en un post viejo, y se caga de la risa sonoramente. Ahora que me doy cuenta, tiene todos mis gustos, pero, al igual que en masa muscular, todo lo que hago o me gusta lo supera en entusiasmo, aullando emocionado cada vez que le menciono un disco de Einsturzende o de Nick Cave. Nos despedimos, y me doy cuenta de que por primera vez, alguien no me pregunta si soy de otro país. La música es un lugar, me repito para adentro, y ahí me encuentro al Cápsula, quejándose de los siete pesos que sale una botella de agua.

A la salida del toque nos cruzamos con otros integrantes de Cadáver Exquisito. Queremos morfar algo, pero extrañamente por avenida Libertador no hay ningun bar, pizzería o lo que fuese abierto. Al final terminamos yendo a un Mc Donalds. Entre la nueva gente que se nos agregó, hay un extraño hombrecito de lentes que habla en voz baja sin mostrar en ningun momento cualquier tipo de expresión. Me dice que puede conseguirme un importante descuento en Mc Donalds, y yo le sigo la corriente (sin muchas esperanzas). Habla con la cajera, y tras mostrarle una tarjeta ella le responde con esa frialdad que solo tienen las cajeras que esa expiró hace tiempo. El le explica que es uruguayo y que trabaja en Mc Donalds. Lo dice con total tranquilidad, no le mira los ojos a la tipa, sino a una parte indefinida de su visera. Sin levantar nunca la voz, ese hombrecito de lentes adquiere una extraña importancia, como si fuera esos senseis japoneses que pese a su tamaño, se los anticipa como mortalmente peligrosos. Efectivamente, la cajera le termina pidiendo perdón y el tipo nos alcanza las hamburguesas, con total serenidad. Luego de comentarle el suceso a un amigo, me cita una canción de Pez, con los que habían estado hacía menos de tres horas:
Y cuanto más grita, menos es escuchado.

El domingo a la mañana comí en lo de Jorge. Tenía que irme a eso de las tres y nos quedamos viendo en familia cómo un negro francés le daba una paliza a David Nalbadian.
Jorge me acompaña a la terminal de Buquebús, dejando abierta las puertas entre los dos ríos, para que pueda visitar quienquiera en el momento que quiera.
En el barco me enchufo el I-Pod recargado. Escucho el Born to run de Bruce Springsteen. Es un disco exagerado hasta el absurdo, pero tiene una cuota épica que me resulta inevitablemente cautivante. Jungleland posiblemente sea uno de los temas más estrambóticos que se hayan hecho. Todo es épico. Uno puede estar lavando un colchón y cuando lo escucha se siente un héroe. Sobre todo en esa forma que entran el saxofón y el piano, especialmente en esa parte que The Boss dice con voz temblorosa

Beneath the city two hearts beat
Soul engines running through a night so tender
In a bedroom locked
In whispers of soft refusal
And then surrender

Extrañado, miro cómo Montevideo se acerca lentamente por la ventanilla. Estoy terminando Vírgenes Suicidas, me quedan unas pocas carillas. Reviso una bolsa en la que llevo jabones deliciosamente perfumados para María. Un niño de dos años me agarra de la mano, y yo se la dejo, sin saber mucho que hacer, ya que la madre a mi lado está dormida.
Me quedo terminando esas últimas carillas, con la mano del niño apretando mi pulgar, escuchando al Bruce decir

A real death waltz
Between what's flesh and what's fantasy
And the poets down here
Don't write nothing at all
They just stand back and let it all be
And in the quick of the night
They reach for their moment
And try to make an honest stand
But they wind up wounded
Not even dead
Tonight in Jungleland

,viendo cómo el sol desciende y el mar se vuelve argento, o más bien, gris

48 comments:

Ezequiel said...

1 - el problema con conocerte es que ya me contaste el 85% de las cosas del post. me posteaste encima, o algo así.
2 - era necesario mostrar tu pata en el costado de la foto de tu remera de suicide?

Agustin Acevedo Kanopa said...

Sí, es verdad, lo que pasó es que el material de este post no vino pensado desde antes- como sucede en la mayoria de mis laburos- sino que se fue generando a partir de las conversaciones que tuve posteriormente a dicho viaje. La elaboración secundaria, le dicen

Con respecto a lo de la pata, concuerdo que es algo desagradable, pero debo dejar contento al incipiente público fanático de los footjobs que ha comenzado a visitar mi blog.

lombriza said...

Hace mucho que no leo uno de tus posts de corrido, calculo que porque la mayoria de ellos (los pensados, como decis) abarcan variados temas y se dejan leer cual Rayuela. Me divertí bastante, y me acordé de la única vez que estuve en uno de esos eventos, que fue justamente en el primer personal fest y el show de mars volta me impactó tremendamente. Y como para relacionar con otra parte del post, me quedó absolutamente grabada la imagen de la araña gigante a modo de "trapo" escenográfico.

A mi Buenos Aires me queda bastante más lejos que a vos y pasé gran parte de mi adolescencia imaginando las cosas "copadas" que había en la Bond Street (e idealizando buenos aires de modo general), creo que llegué también medio tarde, "cambiada" porque no encontré más que ropa de skater/emo. en mi ultima visita hice un folklorico recorrido del cual lo más interesante fue la casa de juguetitos viejos...

todo bien con tu dedo gordo, loco! yo te banco!! jajaja

besos!

Agustin Acevedo Kanopa said...

Sí, a mi me parece que -si bien aproveché en su momento a la Bond Street- llegué tarde, pero no tarde en referencia a un cambio externo, a algo que transformó a la galería, sino a una tardanza con respecto a mí mismo.

Me alegro que el post haya divertido, porque en cierto punto la idea era sacarle el jugo a algo que, en la versión resumida de los hechos -tal como lo expongo al principio- dista de ser una aventura, a diferencia de anteriores viajes y de mis amigos de Cadáver Exquisito, que se quedaron un tiempo más en La Plata, conociendo toda la fauna y flora de allá.

Anonymous said...

El Jameson's no es pure malt, es blend. Hay una edición de single malt, pero ninguna pure malt.
Saludos, 04:50

Agustin Acevedo Kanopa said...

Ja, me cagaste, no lo sabía, debo haber tomado el single malt, entonces.
El que sí es y que había estado garroneando hace poco es el
Johnnie pure malt

Anonymous said...

Te debes referir al etiqueta verde de J. Walker, un elixir. Bon gout, sans doute.
Saludos, Anon 05:49

Brunomilan said...

Obviamente soy un boludo buscando porque el otro día después de que hablabamos sobre ese show de Mars Volta en Mtv lo fui a buscar y no lo encontre. Después de verlo creo que en mi cabeza lo sobredimensione un poco pero sigue siendo terrible.

Comparativamente, que caro que se hace estar a la altura literariamente de las bizarreadas musicales y cinefilas que consumimos diariamente. A mi me sigue doliendo gastar mas de $35 en un libro (me quise comprar el tan metando "Rastros de Carmín" y esta mas de cien mangos...)

PD: "Uno puede estar lavando un colchón y cuando lo escucha se siente un héroe" gracias por imágenes como esa...

Anonymous said...

hahaha
genial
me cagué de la risa con varias cosas.

2 precisiones:

Hiram no estaba entripado en el buquebus.
el hombrecito de lentes es el Seba ex batero de zoosky, y temible Atila del mc donalds de 21 y ellauri

Walter Hego said...

Quiero ser Jimmy Page: Yo también. O Plant. Por esto.

Agustin Acevedo Kanopa said...

brunomilan
No me agradezcas a mi, sino a the boss. Fijate esta presentacion epica de Jungleland, el tipo siempre esta al borde del colapso, y te lo termina contagiando
Acá

quiero ser jimmy page:
Bueno, en realidad, el hecho de que Hiram no estuviera entripado mientras jugaba el Metal Slug no se si hace las cosas mas graciosas aun. Pero seria una experiencia psicodelica interesante

Lucía said...

Yo tenía pila de ganas de ver REM y la supuesta demagogia de Stipe, pero no me entere de la fiesta hasta que abri la última freeway y vi una foto de èl tipo heroe, donde le agradecian por el momento que habian vivido. Cuando me cuentan (o veo la foto) me pongo un poco verde de envidia, lo reconozco.

A mi me gustó la frase: "en época de hipster los solos de guitarra nos salvarán"
quiero creerlo

Agustin Acevedo Kanopa said...

Ja, si, en cierto modo esa frase se perfila dentro de una ideoligia tipica de la reconstruccion post-diluviana metalera, una religion a la que no pertenezco -y de la que no tengo ningun interes en pertenecer-, pero que en algunos momentos -algunos- parece la unica cosa sincera que hay por la vuelta.

elneurotico said...

pero los solos son potencialmente mortales. pretty dangerous elements!

yo me quedé con muchas ganas de ir. pero mi bolsillo estaba cualquier cosa menos holgado (como siempre).

me diejron que en abril vienen wilco y radiohead. no comparten fechs pero no hay nada que decidir...

por cierto, mi próxima adquisición quiere ser middlesex

Agustin Acevedo Kanopa said...

Ja, también es la mía, pero lamentablemente Middlesex está a 980 pesos, una cifra bastante intimidante.
En la versión original de este post hablaba de lo genial que me había parecido Jeffrey Eugenides, pero terminé editándolo, por sentir que me estaba yendo bastante al carajo (en extensión y en divagues periféricos de lo que es, en sí, la crónica de un viaje).
En el próximo post capaz que hago un racconto de lo que he venido leyendo en las ultimas semanas (Las vírgenes suicidas, Miedo y asco en Vegas, La conjura de los necios, La inocencia -Polleri- y Expreso Nova -Burroughs-, que me falta un poco.

Anonymous said...

Opa! Miedo y Asco en Las Vegas Y La Conjura de los Necios, consecutivamente? Yo en general dejo pasar un poco de tiempo entre dos delicias de ese tipo, de lo contrario cualquier cosa que lea despues me sabe a poco. Vírgenes Suicidas me gustó, al principio me calentó quedarme con tantas preguntas sin respuesta, despues lo acepté como parte del encanto del libro. Ahora, la pelicula, una bosta, K. Dunst te arruina hasta una obra escolar. Sigo sin entender porque a partir de ese film mediocre Sofia Coppola pasó a ser una especie de deidad del nuevo cine. En Lost in Translation Murray casi me convence, pero en Marie Antoinette confirmé que si fuera Sofia Gómez no dirge ni el Show del Mediodia. No leí Middlesex, estoy leyendo a Charlie Huston, que me está haciendo cagar de risa con unas novelas negras cruza de Ellroy con Bram Stoker.

Anonymous said...

Perdon, el post anterior era yo, Anon 04:56

H said...

A mi Stipe no me parece demagogo. La politica estadounidense y su accionar es mas complejo y mas dificultoso que el de acá (buenos aires, me atrevo a decir que montevideo tiene su buen espacio ganado)

Por ir a una marcha y salirte del carril en New york vas en cana, no hay vuelta, juicio y toda la pelota incluida.

Con eso no defiendo a Obama, creo como chomsky que es un blanco que tomo dos horas de sol.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Anon:
Las virgenes suicidas me parece un gran libro, con una destreza a la hora de abracar detalles sobre la sexualidad femenina y masculina que no me sorprende que su trabajo posterior se llame Middlesex. Hay mucho para decir sobre el libro, no sólo la forma que permite convivir el misterio y dejar una tremenda cantidad de agujeros sin zurcir, sino tambien el buen manejo que hace desde esa primera persona obsesiva y nunca explicita (ademas, soy una persona que siempre me he identificado con el voyeurismo).
Ahora, yo estoy de acuerdo con la version de Coppola. Esta bastante de moda darle palo a la narigona, pero a mi me parece que recrea bastante bien esa sensacion de decadencia aterciopelada que invade el ambiente de la pelicula. La forma en que pinta a Littleton me parece bastante fiel al libro, incluso en sus aspectos más infimos. Y tambien estoy de acuerdo con el soundtrack de Air. La verdad es que me sentiria comodo criticandola, pero me sigue pareciendo una buena pelicula.

helena
Stipe me parecia demagogo no tanto por el mensaje político, sino por la exageracion de "los chiero-sic- mucho", y cosas por el estilo.
Igual, es una demagogia que apruebo, mas que por lo ideologico, por aspectos técnicos (digasele un producto excelso de ingenieria emocional)

Anonymous said...

loco,no podes ser mas hipster

Anonymous said...

(seguramente tu respuesta sea aun mas hipster)











(yadayadayada)

Agustin Acevedo Kanopa said...

The Mars Volta es una banda que seria considerada "cabeza" para un hipster.
Posiblemente Bruce Springsteen tambien.
Igual, rasgarse las vestiduras diciendo que uno es o uno no es algo me recuerda demasiado mis epocas liceales

Anonymous said...

sí, en lo que se lee de este pibe Agustín se nota lo hipster, lo frío, lo cool que es en su uruguayez y yadayadayada yadayadayada.

Agustin Acevedo Kanopa said...

frialdad?
estoy citando a Bruce Springsteen!!

Anonymous said...

Las vírgenes suicidas es la mejor película de la "narigona" (qué grosero) de ahí el resto fue para abajo.No leí el libro pero no creo que sea relevante, se sostiene por sí misma la película.
Y los solos no van a salvar a nadie de nada, lo siento, basta con el culto a la autenticidad.
Más bien sería bueno que los hipsters de verdad fueran "fríos" en vez de cool, pero más bien parece que vivieran en la corte de Luis XV, pura pompa y ceremonia, esclavos de la mirada del otro.
Ninguna persona de inclinación a lo "cool" puede dejar de escuchar por lo menos 2 o 3 artistas que sean "uncool" porque si no el gusto parecería muy impecable y calculado. Escuchar a Springsteen o Mars Volta no cambia nada, está dentro del mismo juego de la distinción, como lo obligatorio que es decir que ABBA tiene buenas canciones. A mí no me escandaliza esta dinámica, me importa una mierda , es solo una observación "sociológica" amateur

Agustin Acevedo Kanopa said...

Siguiendo con los bizantinismos sociológicos, a mi me parece que es más compleja la cuestión de "la banda uncool". En realidad, la eleccion de esas supuestas manchas negras (mas una mancha de dalmata, que una mancha de tinta), no es tan aleatoria como parece, y de hecho, esas bandas uncool tambien estan cuidadosamente seleccionadas.
No sabria como definir su esencia, pero las bandas uncool que se suelen decir -ABBA, como bien pones de ejemplo- encajan dentro de cierta sensibilidad que tiene algo de camp, pero que no es exactamente eso -al menos desde la concepcion de Sontag-.
En fin, es como un cinefilo careta diciendo que Plan 9 del espacio sideral es su pelicula favorita, no te va a decir que le gusta, ponele, The wedding planner.
Igual, convengamos que todas estas discusiones se dan porque son las cuatro de la mañana y no me puedo dormir.

Anonymous said...

qué gente aburrida la que lee tu blog y vos le das pie te digo.
venía todo bien con lo del viaje, el Seba, y terminan hablando otra vez de cine aburrido o si se es hipster o no según se ponga la poronga medio de costado para mear.
salgan al sol revienten!
salgan al sol idiotas!
aguante billy bond viejas

Anonymous said...

Que complicada se pone la gente con los rótulos, "Soy hipster, mezclado con resabios de neogrunge pero me gusta Miranda, que copado,viste?". Será una cuestión de edad lo de necesitar definirse? Cuando era mas chico era totalmente fundamentalista con la musica, todo lo que no derivara de lo anglo, o fuera blues puro, era una mierda, ahora con 36 pirulos escucho lo que se me canta. Perdí el bondi con las bandas nuevas, pero sigo teniendo suficiente Zepppelin, Stones, Clash, Bowie, Al Green, etc. como para no preocuparme por como suenan los Arctic Monkeys o Coldplay. Y con el cine lo mismo, puedo mirar cine coreano, y tambien pago una entrada para cagarme de risa con Will Ferrel haciendo cualquier cosa, y me importa poco si es cool, es hip, o lo bendijo Nick Cave. Si me divierte o me causa interés, es suficiente para que sea bueno para mi. No se puede vivir escribiendo en blogs sobre la primer epoca de Krafterwerk, o las grabaciones perdidas de Zappa, encerrado escuchando Rick Astley o Al Corley. Saludos, Anon 10:32

Anonymous said...

Un comentario al margen: genial el comment de enunabuena que se burla del supuesto "hipsterismo" y se despide con el "yadayadayada", presuponiendo que todo conocemos a Elaine Benes y vimos ese capítulo. Enunamejor, sos re-grosso, das hip aun sin quererlo. Saludos, Anon 10:37

Anonymous said...

el punto es que la sensibilidad hipster trata de "colonizar" todo para su órbita de "buen gusto" entonces hasta lo poco "cool" lo vuelve "cool" sino vean ahora con la cumbia y todo eso. Yo digo que no hay que desvivirse por esas estupideces pero que tampoco se pueden ignorar las dinámicas de la distinción en que uno está envuelto porque irse del otro lado sería caer un eclecticismo blandengue que es más indiferencia que otra cosa: "yo escucho de todo ", "si me divierte es bueno" y demás vagabunderías mentales

astllr said...

agustín, creo que un dato importante para disfrutar baires un poco menos son los horarios de mierda de buquebús, sólo el monopolio puede permitir una frecuencia tan ridícula.

Buenos Aires es una ciudad mítica. Es muy importante el mito como parte de Buenos Aires, es una ciudad donde la gente vive el mito en su vida cotidiana y si el mito no se vive cotidianamente no es mito, es sólo mala literatura.

Por ejemplo, cuando pienso en Buenos Aires pienso en ir en un taxi en una noche calurosa de llovizna mientras Piazzolla suena en la radio. Y esto es posible de vivirlo, porque me pasa la mitad de las veces que voy, el mito urbano está vivo y tiene un fundamento material incuestionable.

No hay nada de Buenos Aires que no refiera a ella misma, y esto me parece fascinante y no se encuentra en cualquier ciudad. Por supuesto que esto también se encuentra en lo mejor de su literatura, donde la ciudad es un personaje más.

Y por supuesto que la mejor literatura porteña no ha hecho más que refundar el mito. Compare nomás con Montevideo y verá que en la literatura montevideana la ciudad es una presencia esquiva, vergonzante y mezquina y que la propia ciudad carece de ningún mito. Es una ciudad que no sabe quién es.

Pero Buenos Aires se refunda todo el tiempo, y ahora lo está haciendo de nuevo, con la llegada de cientos de miles de inmigrantes de todos lados del mundo. Es lo mejor que le puede pasar a una ciudad.

Duroc said...

Como dijo André Malraux: "Buenos Aires es la capital de un Imperio que jamás existió". Y para mí tiene mucha razón.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Es interesante lo que trae, astllr, porque justo eso venia pensando de la genial Happy Together. Si bien a los porteños les jodió bastante el hecho de que Wog Kar Wai no se remitiera a las clásicas imágenes for export y se centrara en las pensiones de la Boca, parece, precisamente, una nueva reconstrucción de la ciudad -una ciudad que no deja de reconstruirse sobre si misma.

De lo de Montevideo ya habiamos hablado, y debo darle la razón. En el último post, creo que era Benito que decía justamente que el Montevideo de Onetti era una unidad abstracta, tal como sus personajes.

Brunomilan said...

A menos que tengas la pc en el patio poner un comentario en un blog que diga "Salgan al sol" es por lo menos risueño. (y antes de que salten, ya se que es la letra de una cancion de La Pesada).

Entiendo lo que dice Cotox de esa postura "miren que cool y abierto que soy, escucho Cannibal Corpse y ABBA mientro miro una de Kim Ki-Duk" pero me parece (y creo que también va a estar de acuerdo conmigo) que la gente que frecuenta estos pagos si se aproxima al tango, jazz, chanson francesa o death metal no es por el mero afan de aumentar su coolidad sino de experimentar y descubrir cosas nuevas y diferentes y no se que hay de malo en eso...

astllr said...

Sí, pensé en un momento en Happy together, sin duda una gran película, y no entiendo del todo porqué fue mal recibida por la crítica argentina, ojalá Kar Wai le hubiera regalado algo así a Montevideo.

La última vez que estuve en Buenos Aires, el tachero, todo charla y sonrisas, terminó mostrándome con orgullo su agenda personal, tapada de nombres de minas rusas, la Tatiana, la Nadia...

Eran decenas, todas amigas de él, me decía, con una sonrisa irónica, porque era obvio que eran todas prostitutas. Y yo sentía que el mito del arrabal porteño con los inmigrantes tanos y los gauchos urbanizados se estaba reeditando con nuevos personajes y en nuevos territorios.

Pero ahora que pienso, agustín, creo que Ud. está sugiriendo, si entendí bien, cierta decepción de Buenos Aires, como si no estuviera pasando nada demasiado interesante al estilo de una movida tan poderosa como el rock de los ochenta o el cine de los noventa.

Entonces habría que determinar qué quiere decir "que pase algo", es decir si está pasando algo interesante en términos de producción, de consumo, de creación original, de renacimiento de viejas corrientes, en fin, creo que me fui al carajo.

Agustin Acevedo Kanopa said...

De hecho, no sé cómo se me pudo pasar, pero tenía pensado escribir la particular fijación -ya en términos antropológicos- que los tacheros tienen hacia las putas, y especialmente hacia los travestis. Es más, me resultó extraño -casi sospechoso- que el tipo no me hubiera mencionado nada de ello en el trayecto.
Los tacheros montevideanos se enroscan más con putear, arte en la que son verdaderos prodigios.

Con respecto a la naturaleza de mi tristeza, en realidad no fue Buenos Aires, sino yo mismo quien me decepcionó.
Es como con todo duelo, uno no llora la pérdida del otro, sino esa posición subjetiva, esa libra de carne que te unía al otro.

rodri said...

Igual los taxistas argentinos, y los conductores en general, le dan 800 vueltas a cualquier uruguayo puteando. Pero lo hacen con mas alegría, más como los italianos.

Brillante artículo sobre el bolazo sexual del tachero:

http://weblogs.clarin.com/podeti/archives/084528.php

Agustin Acevedo Kanopa said...

Es que, esencialmente, gran parte de las diferencias entre los porteños y los montevideanos se puede contemplar desde la descendencia mayoritariamente tana de los primeros, y española de los segundos.

Anonymous said...

Agus: lindo Post, muy buenos momentos. Y menos mal que te "atormente" con los beatles, asi pude de alguna manera aportar musica como la gente al post. Y sabes que te banque el coemntario de que George Martin era el quinto Beatle.
Pense que vos conocias al de la tarjeta de Mcdonnalls....

Abrazo...te tengo qeu mandar un mail


Astrll:Cientos de miles de inmigrantes???? no sera mucho?? muy lindo lo que decis que vivimos el mito diariamente...igual creo que no mucha gente lo vive...lo cotidiano destruye mitos.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Me alegro que te haya gustado, la proxima vez que vaya voy a tratar de ir un poco mas de tiempo.

Con respecto a lo de la música, mas alla de lo que pusiste de los fab six (si tambien contamos a Epstein) de lo que pasaste en tu auto me quedo con el disco de Milton Nascimento, (Era Maria Maria? en estos dias me lo bajo).
Me quede pensando en el disco de Asnar. Realmente te gustaron esos covers? Recien me cayo la ficha de que me habia parecido bastante fulero

Anonymous said...

A mi me gusto mucho el primer disco de Aznar, el que tiene temas de el, es mas me parece un disco dle carajo. El de los covers es bastante flojo en si, osea es un disco de covers, me perece que es mas que nada como un complemento, tal vez innecesario, al primer disco, que como es genial como Aznar.
El de Milton es Maria, Maria, esta muy bueno ...hay que bajar tanto de Milton...ahhh y Feliz Cumple loco!!!! me contaron que fue amena la fista!!!!

Stephanie Biscomb said...

Agustín, aunque esto llegue medio tarde, gracias por el commentcito y feliz cumple para vos también :) Espero que hayas pasado lindo!

Lucía said...

Yo tengo una pregunta y es la siguiente: Si las peliculas de blockbuster son una basura y los video club barriales estan en vias de extinción(si no es que están todos extintos) ¿donde se sacan buenas peliculas?

Gracias

Agustin Acevedo Kanopa said...

Desde que el videoclub de cinemateca está en estado comatoso, básicamente se debe recurrir a Videoimagen (Benito Blanco y Bulevar España), Videoclub del Cordon y la vieja y querida interné.

Acá un sitio genial que te podes bajar un monton de películas por raidshare:

http://www.foriegnmoviesddl.com

Lucía said...

El problema con este sitio es que hay tantas peliculas que no se cual elegir!! Soy como el burrito que le tienen que poner una zanahoria adelante y el camina.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Sí, hay muchísimas cosas (aunque antes había un mayor control de calidad, ahora está lleno de películas ponjas berretas).

En el marco izquierdo hay tags con los nombres de directores. Tienen la filmografía completa de Kieslowski, y hay mucha cosa de Godard, Lynch, Tarkovski y no sé cuantas cosas más)
Yo empezará a buscar por ahí.

Rat said...

Está tuani el blog. Lo frecuentaré como pueda. Saludos

Alejandro
[uno de los compañeros de la Antología]

sebastopol said...
This comment has been removed by the author.