Tuesday, August 21, 2007

Latitud 63’ (atención, el final de la película Los amantes de círculo polar es vilmente revelado...perdón, DEG)
Está sentado y sabe que cuando termine, ya las rendijas de su persiana se pondrán de color violáceo y escuchará esos pájaros, esos putos pájaros. Es agosto, se trae una mantita, ya no puede ver las películas de calzoncillos. Va a hacer frío en Montevideo. Trata de recordar las sensaciones que tuvo la primera vez que vio “Los amantes del círculo polar”. Hay muchas circunstancias que harían la situación similar, o al menos serían capaces de generar un modesto de javú, que lo tuviera ocupado unos segundos. Sí, la situaciones son parecidas, una madrugada de setiembre igual de fría que la de este súbito agosto, el mismo reproche por la hora, la misma hambre del desvelo. Pero no, y quizás piensa que a lo mejor es la respuesta más obvia: la primera vez siempre es distinta. Pero sabe que no es eso, no puede ser sólo eso. Quizás fue la sorpresa, mirar una película con el único ánimo de dormir, ponerla sólo como un arrullo, cerrar los ojos desde el inicio y escuchar las sonoras voces españolas convertirse lentamente en un murmullo, para sin embargo encontrarse, en cuestión de minutos, completamente preso del film. Pero sabe que no es nada de eso, y realmente le importa muy poco.
Está viendo la película, y realmente no hay mucho más que contar. Está sentado en la cama, mete una pierna dentro de la manta, luego la saca, como si fuera un animal de sangre fría, no logra encontrar el punto de stasis. Cada tanto pestañea muchas veces, se saca los lentes, los limpia con el borde de su remera y se los vuelve a poner. La película empieza como la primera vez que la vio, las voces en susurro, las cortinas agitadas por el viento, los ojos negrísimos y llorosos, el periódico danzando en el aire. El título de la película dice mucho “Los amantes del círculo polar”. Ve la escena, hay un Otto y hay una Ana, son niños, la pelota de Otto cae cerca de Ana, se miran, ella tiene un hermoso gorro de lana, él se va corriendo. No hace falta mucho, son niños, pero ya son “los amantes”. Incluso vio la caja del dvd, sabe que esos niños crecerán y por alguna u otra circunstancia serán amantes (porque es difícil, o al menos temerario convertir a dos niños en amantes). Sabe que habrá una situación que amerite esa fotografía de tapa en la que aparece Najwa Nimri (que suponemos que es Ana) con la cara sobre la espalda de Otto, mirándonos con unos ojos serenamente tristes.
Y efectivamente sucede tal como estaba previsto, tal como lo recordaba. Los respectivos padres de Otto y Ana se enamoran, Ana cree que Otto es la reencarnación de su padre muerto, Otto ama a Ana, sólo que ella todavía no lo sabe. Y los años pasan, Ana crece y Otto también. Sucede aquel beso mientras Ana le habla Otto sobre el círculo polar. Después son las visitas nocturnas, las mañanas en que despierta Otto en la cama de su hermanastra, teniendo que trasladarse sigilosamente a la suya, un amor rojo, rojísimo, como aquel objeto con forma de corazón que Otto le regala en aquella tremenda escena en la joyería. Sí, un amor rojo en aquella luz azulada que siempre la imaginó tan española, vaya uno a saber por qué. Y después, sí, el suicidio de la madre de Otto, el trineo y la súbita desaparición del protagonista, aún siendo un adolescente. Pero uno sabe que no termina ahí, lo sabe y quiere saberlo, sin importar que Ana sea ya una mujer y viva con ese antiguo profesor suyo. Hay un destino prefijado y uno puede estar seguro de que se cumplirá.
Tiene un poco de ganas de ir al baño, pero igual se aguanta. No tiene reloj, pero mira la hora en el contador del dvd y saca sus cuentas. No importa. Ana se manda a mudar al círculo polar, donde espera encontrarse con Otto. Y realmente espera que Otto la encuentre, ya que en estas ocho veces que vio la película supo querer a Ana, que es el vivo retrato de alguna mujer que nunca llego a conocer. Y la mira entrar a aquella cabaña, la mira nadar en ese mar que imagina helado, y comienza a sentirlo, esa humedad, ese frío en el pecho, tal como si estuviera conviviendo con Ana y su soledad, en esa cabaña situada en el fin del mundo. Se le acelera o se le enlentece el pulso, el resultado es igual, el corazón latiendo en la yugular, el estómago blando y pesado en el vientre. Y entonces ve a Otto en su avión y lo sabe, sabe qué lo llevó a sentarse esas casi dos horas y media, sabe a qué se debe esa honda sensación. Otto apretará el famoso eject de su avión, evitando sucumbir al accidente, y Ana lo habrá esperado un día más, viendo el sol ponerse y salir en cuestión de segundos. Ana se levanta y escucha de un terrible accidente en avión no muy lejos de allí. Sospecha lo peor, se sube en el auto y viaja lo más rápido que puede a la ciudad más cercana. Y el paracaídas de Otto se enreda en las ramas del árbol, pero igual está contento, sólo espera a alguien que lo ayude a llegar a la cabaña de Ana. Y todo lo demás va a suceder, Ana leyendo aquel diario en incomprensible finlandés, el ómnibus rojo embistiéndola, la tregua momentánea de un final falso, y finalmente los ojos de Ana, Otto llegando en el preciso momento del choque, el cuerpo y nuca deslizándose por el pavimento y el rostro de él sumergiéndose en la pupila negra y profunda, como zambulléndose en ese mar acuoso donde realmente puedan vivir juntos, en aquel rincón ventoso donde yace el avión partido en dos.
Y es terrible, y en ese momento cree saber por qué. Todavía no sucedió aquella escena final, todavía hay tiempo, sí, quizás esta vez sea, quizás suceda ese primer final de consuelo y no ocurra nada más, solo las letras del cast, una música lenta y hermosa que lo reconforte, que le permita quedarse tranquilo de que Ana finalmente pudo quedarse con Otto, como debía ser, como lo dictaba un azar que más que azar era destino. Piensa que sería realmente hermoso ver a Ana abrazar a Otto, ver una y otra vez aquella escena del encuentro, aquel súbito y callado grito, aquel corto instante en donde el cuerpo de Ana tiembla y casi se parte en dos, de esos momentos hermosos y eternos del cine que podría repetir una y otra vez. Sí, Najwa Nimri tiembla, está al borde del desmayo y uno le cree, en aquel momento más que en ninguno Najwa es Ana, lo es en cada célula de su ser. Pero en el fondo aquella escena pasará y la cámara volverá a los ojos de Otto, y la verdad se precipitará hacia nosotros como aquel enorme autobús rojo. No habrá solipsismo que le salve a uno la noche, no habrá versión a la que aferrarse, sabe que por muy dolorosa que sea, no hay otra verdad que la de los ojos del amante.
Y es la novena vez, y una vez más no pudo evitarlo. Sabe que vendrá esa escena, todo va preparando el escenario para que ocurra. No bastan nueve veces para que Julio Médem cambie de parecer. Como si fuera una verdadera maldición, los nombres lo delatan, el palíndromo se cumple al pie de la letra tal como el apellido del director, de los protagonistas, como matemática cruel y asesina. Y sabe que fue engañado, que se engañó a sí mismo, ya que el final estaba escrito en el principio de la película, el periódico danzando en el aire, el color rojo y los ojos acuosos de Ana. “Muy ingenioso, señor Médem”, piensa él, mirando con resentimiento y desesperación cómo la protagonista viaja en el auto, aquel auto que la conducirá hacia su muerte. Y piensa si realmente era necesario, sacrificar a Ana, la Ana de Otto, su Ana. No se puede creer a sí mismo deseando un happy end hollywoodense, pero en el fondo se pregunta por qué, por qué no hacer frenar al ómnibus como los otros autos a lo largo de la película, por qué no hacer que se quede sin nafta, por qué, por qué, pero no vale de nada.
No lo puede soportar. Apaga el televisor y apoya la frente sobre él. Sus cálculos no dieron un buen resultado y el alba todavía no salió en Montevideo. Lo único que ilumina el cuarto es la luz del cronómetro de su reproductor de dvd. Despega la frente del televisor. Algunos pelos de su cerquillo desvelado se aferran a la estática del aparato, pero terminan por ceder, tal como él lo hace a sus convicciones. Destiende la cama, tira al suelo los almohadones que están dispersos y abre las fundas para ver cuál es la almohada que corresponde a aquellas sábanas celestes. Se saca la camiseta, se queda sentado en calzoncillos al borde de la cama. Lo que era antes una masa negra apenas comienza a recobrar cierta forma. Lo único que se puede ver es el contador del dvd, la película que sigue avanzando más allá de haber apagado el televisor. 02:29:20, 02:29:21, 02:28:22, aquel celeste luminoso que no se atreve a apagarlo, sin estar seguro por qué. Se queda mirando el reproductor, se mira las rodillas y vuelve a mirar. Y sí, en ese preciso momento quizás. Sí, sabe que Ana está muriendo más allá, en la película. Sabe que Otto no llegó lo suficientemente rápido, sabe que por más que haya apagado el televisor, el contador del dvd sigue avanzando, 02:32:34, 02:32:35, 02:32:36. Y se acuesta sabiendo que falló una vez más, que no, no puede rescatarla. Ana muere dentro de aquel aparato, muere a pesar de que el televisor nos haya tendido sus oscuros velos, muere allí en el cuarto o más allá, en la latitud 63’. Y sabe que no importa lo que haga, no importa siquiera el convencer a Médem para que reelabore el film, Ana sólo existe para morir una y otra vez, como el sol rebotando de vuelta y de vuelta en el frío horizonte del círculo polar.

27 comments:

Anonymous said...
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Nayra said...

Hola Agustín, muy buen post. La película me parece maravillosa... "Lucía y el sexo" también me gusta mucho. En septiembre se estrena en España "Caótica Ana", también de Médem, tengo muchas ganas de verla. Una curiosidad, ¿cómo llegaste a mi blog?. Un saludo.

Agustin Acevedo Kanopa said...
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Agustin Acevedo Kanopa said...

Nayra:
Lucía y el sexo me gustó también, pero no me llegó a dejar la marca que los amantes.... Me parece que en esta se mezclaron demasiado las obsesiones de Médem, y el plano del amor descarnado es un poco más desplazado por el instinto y la atracción sexual. Por ahi me parece que se le fue la pelicula un poco de las manos, por intentar tratar sobre demasiados temas al mismo tiempo. Igual, no deja de ser una buena película.
A tu blog llegé como en la mayoría de los casos:
linktraslinktraslinktraslink

Nayra said...

Yo también prefiero "los amantes...", es una gran película. Ya me he dado cuenta de que a través del perfil se puede acceder a perfiles similares, es que soy nueva en esto... jeje

Anonymous said...

te llego mi mail?
necesito respuesta.

coordialmente,
pedro

Indio Sangriento said...

La verdad, despues de leer eso, me dan muchas ganas de ver la película. Me falta demasiado por aprender de cine, soy un pendejo! jajaja.
Te salás escribiendo loco, te felicito.
Saludos

Diego Estin Geymonat said...

Agustín, maldito bastardo, me has arruinado una película que parecía valer la pena de la peor manera, contándome el final.
¿Sabés qué? Bruce Willis en realidad está muerto en Sexto Sentido.

Agustin Acevedo Kanopa said...

DEG:
Sí, fue algo que me percaté recién hace unas horas, mientras me comía un pedazo de muzzarella (no sé por qué, pero creí que había puesto la advertencia en algún lado, pero el acto fallido me lleva a pensar de que en realidad quiero que nadie vea la película, así como desde niño fingía terrores nocturnos para evitar que mis padres consumaran la escena primaria en su lecho conyugal). Voy a poner una aclaración en el título para no arruinarle la vida a otra persona más. Más allá del final vilmente descubierto, es una película hermosa y que vale la pena ver (y sufrir).

PD:Le mostré a MAría Donnie Darko, creo que el conejo le generó un daño irreparable en su psiquismo.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Indio:
Le recomiendo la película, aunque por supuesto no puedo garantizarle la dulce depresión de ocho días que generó en mi.
Mas allá de que no coincida todas las veces con lo escrito en su blog, también me gusta mucho, me parece que lo que escribe es bastante honesto, y eso ya es muy importante. Lo venía leyendo desde hacía tiempo, pero limitándome a dejar algunos comentarios fuera de fecha. Estaremos en contacto.

Jorge VF said...

Muchas gracias por la visita, las cosas no están mucho mejor por aquí. Las tiendas no tienen gran variedad ni siquiera en las grandes ciudades y internet es imprescindible para acceder o comprar estos discos, supongo que ahí es aún peor por los elevados gastos de envio.

Encantado de pasarme por tu blog, le echaré un vistazo en cuanto tenga tiempo (que suele ser los fines de semana).

Un saludo,
Jorge

Agustin Acevedo Kanopa said...

Gracias por el cumplido, a mi también me gustó mucho tu blog, al parecer los dos estamos en la misma cruzada de encontrar bandas geniales y escasamente reconocidas, digámosle como una búsqueda alquimista aplicada al ámbito musical.

Gege said...

Me da frío tan sólo el nombre de la película.
Yo recomendaría ver, "Los amantes del último circulo del infierno"
No se si esta editada o filmada o existe, pero es un titulo que me resulta más calido

Agustin Acevedo Kanopa said...

Efectivamente, no sólo el título de la película despide frío, sino también toda la película en sí. Principalmente filmada en tonos pálidos y azulados, de cierto modo trata de dar la sensacion de un frío entre los vinculos humanos, del que la pareja se separa tajantemente por la aparición de un regalo en forma de corazón, tal como mencioné en el post, rojo, tan rojo como el amor entre los dos.

Zurisaday Negrín Méndez said...

No conocía tu blog, pero me parece precioso. Mañana por fin podremos ver aquí en España Caótica Ana. De todas formas, yo siempre me quedé con el final feliz de la película. Decidí elegir que todo terminara bien.

Saludos!!
Zuri
http://estadodelantencia.blogspot.com

Agustin Acevedo Kanopa said...

Traté con todos los medios parafrénicos de convencimiento hacerme creer el happy end de la película, pero de cierto modo la certeza del otro final de Médem queda latiendo ahí, como una triste y dolorosa sensación.

Acá no hay señales de que se estrene Caótica Ana, voy a cruzar los dedos (ya me quedé esperando Inland Empire sin resultados).

Bienvenido sea al blog, voy a visitarlo más seguido.

Anonymous said...

Consejo de tonto: meta renglones en blanco de tanto en tanto. Sus lectores son y serán siempre mucho menos brillantes que lo que usted cree, y tanta letra medio que desalienta o intimida, siendo negro el color de fondo de este blog. Por lo demás, siga así, que va a llegar a pobre contento.

Abrazo.

(Mantis)

Agustin Acevedo Kanopa said...

Un gusto recibir un comentario suyo, Mantis. Siendo diseñador web (y habiendo cursado alguna cosa que otra de diseño gráfico), tengo bastante presente de que puede ser desalentador para el lector ver un texto tan extenso y, digámosle, "apretujado". El problema es que siempre he escrito así, pocas veces recurro a los puntos y aparte, mucho menos a la separación de párrafos. Intentando combatir contra mis instintos, veré si cambio un poco este estilo para la próxima, aunque no le garantizo nada.

Diego Estin Geymonat said...

Lo que pasa que ese es el Estilo Agustín para las cuestiones literarias, un contenido fluido y casi siempre atrapante, pero una forma de disponer el texto totalmente incómoda, sin sangrías, puntos aparte, párrafos, y ni que hablar de esos innecesarios márgenes.

Una escritura misántropa, lo que se dice.

Anonymous said...

hola Agustín,
te iba a contestar en mi blog pero me dio curiosidad el tuyo y acabo llevándome un regalo maravilloso con el post que escribiste y recién leí. Diste en el clavo con tu narración de la película, totalmente, cada línea iba mostrando una a una las escenas que guardo de Los Amantes de forma prodigiosa. Si te fijas, es la primera película que tengo listada entre mis favoritas en mi perfil. La vi hace años por azares del destino y me atrapó. Hay quienes dicen que los círculos que se arman en la película son predecibles y a la vez inverosímiles, yo no lo creo; predecibles quizá, pero totalmente creíbles. Sobre el final, lo sufro siempre, como tú, quiero aferrarme, pero al final, no sé, paradójicamente creo que quizá no hubo uno mejor.
Lo de mi perro, sí. Se llama Otto por Otto, el piloto. Me gustó tanto el nombre que pensaba ponerlo a un hijo si tenía, pero una amiga alemana me dijo que estaba pasado de moda, así que se lo puse a mi perro que es bien lindo.

Te seguiré leyendo. Un gusto.
Y espero que tu invierno no sea tan helado.
Cálidos saludos,
Karina.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Karina, precisamente, este debe ser de los inviernos más crudos que hayan azotado a Uruguay. Parece no terminar, día tras día uno despierta esperando encontrarse cómodo con una camiseta y la mañana se precipita tan perversa y fría como hace tanto tiempo.
Lo de Otto: gran nombre para un perro. Si no fuera por la escasa plasticidad de mi primer apellido (Acevedo), no dudaría en bautizar a un hijo mío en honor al personaje. Si mi primer apellido fuese Kanopa, ahí la historia sería completamente diferente, podría utilizar nombres como Otto, Anyanka, Anouk, Anreï, Stanislav,Coltrane,etc... todos nombres que me fascinan.
Sea bienvenida al blog.

Agustin Acevedo Kanopa said...

DEG, siempre es grato encontrar a alguien que sepa dar en el clavo con la escritura de uno.

Cinéfila said...

No terminé de leer porque no me quiero arruinar la película... todavía no la vi.
Paso a dejar un saludo y cuando la vea trataré de darme una vuelta y terminar el comment.

Diego Estin Geymonat said...

...y Klapaucius Kanopa qué tal?

Anonymous said...

No leí el post, dado que no vi la película, asi que no opino nada sobre el tema.

Y que hay de Nimrod Kanopa como posible nombre para su hijo?

Nayra said...

Hola! Han estrenado Caótica Ana en España y ya he podido verla, qué decepción. Hay un post al respecto en mi blog.
Saludos!

Anonymous said...

Agustín, aquí Duroc, el de la culumna literaria que banca los Burroughs y Kerouacs, y más al ver que sos un "buen mono" te copio este dato de mis turbios contactos.Si tenes algun contacto que confirme mas mejor.

Sí, sí, sí, en estos tiempos de megaeventos y megafiestas culturales (?) MIERCOLES 15 DE SEPTIEMBRE BUENOS MUCHACHOS EN FAC DE INGENIERIA. ADEMÁS ES GRATIS! LO DIJO DUROC. CHILLIDOS CORDIALES A LA MONADA!!!