Debajo de los tablones
Filosofar es un modo como cualquier otro de tener miedo y no conduce más que a cobardes simulacros
L.F. Céline, Viaje al fin de la noche
Viernes, 01:00 am
En mis años liceales los fines de semana tenían una carga simbólica difícil de comparar a cualquier cosa de hoy en día. A diferencia de la mayoría de mis coetáneos, el fin de semana tenía muy poco que ver con descontrol, alcohol, levante o algo semejante. Hasta quinto de liceo había ido sólo tres veces a bailar, cosa que cambiaría unos años después, en donde aquello más que bailar parecía ir a cazar en safari. Posiblemente el campo delimitado por mojones que llamo “adolescencia”, se extiende desde mis dieciocho a diecinueve años, ínterin en donde intenté vivir de manera más o menos torpe lo que no había hecho en los anteriores años de películas, lecturas, Nintendo 64 y partidos de bowling. Por aquellos nuevos tiempos, la cruz del sur que guiaba mis días, la respiración y latidos del corazón era el fin de semana, la urgencia de estar con una mujer, la necesidad de sacarles una fotografía y archivarlas en el cofre Fort de recuerdos. Sin embargo, todo aquello tenía sentido por el contrapunto con el tiempo de estudio.
Es por esta misma razón que me resultó tan extraño subirme a aquel 582 y toparme con todas aquellas personas que a mis veintidós años ya me atrevo a llamar pendejos. En lo que va del año, a no ser por un trabajo que tuve que entregar la primera semana de febrero, no he tocado un sólo libro de psicología. Incluso podría decirse que con el tiempo, gran parte de mi actividad se estuvo centrando en una facultad autodidáctica flotante que tiene a música, cine, escritura y Lost como principales materias. Pero de psicología... absolutamente nada. Es por este detalle que no me había percatado de que era la noche del jueves y oficialmente había comenzado un nuevo fin de semana (nota: para mi los fines de semana comienzan con el viernes mismo, a partir de las 00:00 hs.).
El ómnibus es una verde lata de sardinas avanzando como una trincheta que corta la noche. Pienso las palabras de coronel Kurtz, una babosa avanzando lenta y mortalmente sobre el filo de una navaja. Algo así. Sigue haciendo calor y todas las mujeres se aferran a este verano ficticio con lo último que le ofrecen sus diminutas prendas. Casi todos rondan los dieciséis, dieciocho años, todos se conocen, todos van a bajar en el mismo momento, como ratas escapando de un basural incendiado. Seguramente un boliche de cumbia del centro, pienso mientras una morena de voz punzante le grita al conductor que ponga una plena. Son tantos los pasajeros que me tengo que mantener parado, en el tercer escalón de la escalerilla, agarrado de la baranda, recostado contra el parabrisa del ómnibus, que es como el ojo de un calamar gigante inspeccionando al Montevideo semidormido de este jueves a la una de la mañana. Chicas free. Seguro. El ómnibus está tan lleno que pasa de largo muchas paradas en las que hay gente con los brazos extendidos. Extrañamente disfruto viendo cómo agitan sus puños, imaginándome qué puteadas salen de sus labios una vez que el 582 no les para. Adentro es un quilombo que sólo puede mantenerse dentro de órbita por el espíritu chabacán del conductor, un tipo de barba candado, con no más de treinta y cinco años. Se ríe por las cosas que le gritan los pibes, los trueques libidinosos que le ofrecen las pendejas por cambiar de estación, la situación insostenible de la densidad de los pasajeros, el alboroto reinante. El ómnibus va expreso a destino, prácticamente parece haber sido alquilado por los mismos pibes. Yo vengo leyendo Trópico de Cáncer, me faltan unas quince carillas y estoy tan ansioso por saber qué le va a pasar a Fillmore que me pongo a leer el libro parado, abstrayéndome de aquella anarquía atada por hilos de seda. Sorprendentemente puedo leer sin ninguna dificultad. Mientras avanzo de páginas, con el rabillo del ojo veo a una tipa de unos veintipico, mirándome con una mezcla de ternura y lástima, como quien ve a un cachorro que aún no encuentra la coordinación adecuada para caminar. Sí, la verdad que la imagen de un tipo leyendo a Henry Miller entre toda esa torba de hormonas supurantes resulta algo gracioso, cuando no snob o desubicado. No es la concentración, sino la luz lo que me termina disuadiendo de seguir leyendo. Es en ese preciso momento que levanto la vista y veo la calle avanzando debajo del ómnibus, debajo de mis pies. La sensación es extraña, se siente como un vigía intentando divisar tierra, parado sobre el mástil y con toda la inmensidad del mar debajo de sus pies. La constancia de estar en un ómnibus desaparece, y aquello parece a andar florando a dos metros del pavimento, recorriendo a toda velocidad las calles de Montevideo. El parabrisas gigante tiene mucho que ver en aquella sensación, parecería que yo fuese quien manejase el vehículo, como si fuese un animal alado controlado por poderes psíquicos. El ómnibus sigue y levito por la maloliente FRIPUR, el desolado mundo lleno de hangares y casas vacías del plan Fénix, el centro que se abre con todas sus luces, y que siempre las siento como un consuelo. En la plaza del Entrevero el ómnibus frena y comienza el esperado éxodo. Encuentro la forma de no tener que bajarme con ellos, aferrándome a la barandilla como a un hierro ardiente. Conforme la gente baja por la escalera, rozándome o sencillamente chocándome, huelo todo tipo de olores: el tetra omnipresente, saliva seca, perfumes ácidos, dulces y cítricos, gel, humo, maquillaje, cerveza, sudor. Cuando pasa el último quinceañero tambaleante y preguntándome si tengo hojilla, los puedo ver a todos desperdigados en la misma esquina de la plaza donde se encuentra La Pasiva, que sigue como un faro encendido entre tantos bares y boliches cerrados. De entre todos los que estaban acá, por lo menos dos parejas se van a formar, pienso, mientras escucho lejana, casi subterránea, la línea de bajo que anuncia la cumbia. Debo aceptar que más allá de todas las bandas alemanas de nombres impronunciables que hayan pasado por mis oídos, más allá de las horas de codas de distorsión supurante de Sonic Youth que he escuchado, más allá de la sensibilidad perdida y reencontrada en discos archivados en el fondo de mis cajones, siempre que escucho esa línea de bajo hay algo inasible, casi primigenio que se agita en el interior. Un retumbe, un corazón enterrado y aún latiendo debajo de los tablones al ritmo del tum-tutu-tum. Por supuesto, no es específicamente la cumbia lo que genera esta extraña sensación, así como tampoco es el timbre en sí lo que hace activar las glándulas salivales del perro de Pavlov. No, es todo lo demás, con sólo esos compases vienen a mi el recuerdo de las noches, las previas de vino mal compartido con amigos y garroneros, la cola y las colas en puertas, el ready, set go!, una carrera hacia ninguna parte, casi como el errático destino de los Dodges conducidos por Neal Cassady, las mujeres esperando, algunas borrachas y gritando cosas de las que se lamentarán al día siguiente, las piernas de minifalda inquietas por el frío, el brillito en los labios compartido entre amigas en los baños y justo antes de entrar a los boliches, el olor a perfume que todavía no se diluye en el sudor, aquella revisión del terreno, inspeccionándolas detenidamente y hasta el último detalle como un stalker arrojando poleas por los campos de la zona. Revivir toda aquella época me da cansancio, como una etapa que estuvo bien en su momento, pero que resultaría extenuante e insoportable a esta altura de las circunstancias, pero aquello reflota de manera automática, y dura lo que dura la línea de bajo, perdiéndose al doblar la esquina, al ponerme de vuelta los walkman o sencillamente resultar inaudible.
Cuando el ómnibus retoma la marcha, se escucha de la garganta de un chico: “Un aplauso para el conductor, che”, y el ómnibus recibe una ovación inusitadamente sincera, mientras el barbudo da algunos bocinazos de agradecimiento. Por un momento todo lo que se puede decir de lo perdida que está la juventud desaparece, y me percato de que sólo es cuestión de ser un poco más canchero, ser un poco más como el gordo del candado, que sigue conduciendo cagándose de la risa por algo que no logro descifrar.
En ese momento me percato de que sigo contra el parabrisas, cuando no queda más que una pareja sentada al fondo del ómnibus, estando todos los asientos libres a mi disposición. El conductor me mira, lo miro, vuelvo a mirar para atrás y le digo “No te molesta si me quedo acá parado el resto del viaje?” y el tipo confidentemente me hace una guiñada, siguiendo abriéndose paso por un Yaguarón que pasa debajo de mis pies, aún riéndose por algo que no me atrevo preguntarle.
Es por esta misma razón que me resultó tan extraño subirme a aquel 582 y toparme con todas aquellas personas que a mis veintidós años ya me atrevo a llamar pendejos. En lo que va del año, a no ser por un trabajo que tuve que entregar la primera semana de febrero, no he tocado un sólo libro de psicología. Incluso podría decirse que con el tiempo, gran parte de mi actividad se estuvo centrando en una facultad autodidáctica flotante que tiene a música, cine, escritura y Lost como principales materias. Pero de psicología... absolutamente nada. Es por este detalle que no me había percatado de que era la noche del jueves y oficialmente había comenzado un nuevo fin de semana (nota: para mi los fines de semana comienzan con el viernes mismo, a partir de las 00:00 hs.).
El ómnibus es una verde lata de sardinas avanzando como una trincheta que corta la noche. Pienso las palabras de coronel Kurtz, una babosa avanzando lenta y mortalmente sobre el filo de una navaja. Algo así. Sigue haciendo calor y todas las mujeres se aferran a este verano ficticio con lo último que le ofrecen sus diminutas prendas. Casi todos rondan los dieciséis, dieciocho años, todos se conocen, todos van a bajar en el mismo momento, como ratas escapando de un basural incendiado. Seguramente un boliche de cumbia del centro, pienso mientras una morena de voz punzante le grita al conductor que ponga una plena. Son tantos los pasajeros que me tengo que mantener parado, en el tercer escalón de la escalerilla, agarrado de la baranda, recostado contra el parabrisa del ómnibus, que es como el ojo de un calamar gigante inspeccionando al Montevideo semidormido de este jueves a la una de la mañana. Chicas free. Seguro. El ómnibus está tan lleno que pasa de largo muchas paradas en las que hay gente con los brazos extendidos. Extrañamente disfruto viendo cómo agitan sus puños, imaginándome qué puteadas salen de sus labios una vez que el 582 no les para. Adentro es un quilombo que sólo puede mantenerse dentro de órbita por el espíritu chabacán del conductor, un tipo de barba candado, con no más de treinta y cinco años. Se ríe por las cosas que le gritan los pibes, los trueques libidinosos que le ofrecen las pendejas por cambiar de estación, la situación insostenible de la densidad de los pasajeros, el alboroto reinante. El ómnibus va expreso a destino, prácticamente parece haber sido alquilado por los mismos pibes. Yo vengo leyendo Trópico de Cáncer, me faltan unas quince carillas y estoy tan ansioso por saber qué le va a pasar a Fillmore que me pongo a leer el libro parado, abstrayéndome de aquella anarquía atada por hilos de seda. Sorprendentemente puedo leer sin ninguna dificultad. Mientras avanzo de páginas, con el rabillo del ojo veo a una tipa de unos veintipico, mirándome con una mezcla de ternura y lástima, como quien ve a un cachorro que aún no encuentra la coordinación adecuada para caminar. Sí, la verdad que la imagen de un tipo leyendo a Henry Miller entre toda esa torba de hormonas supurantes resulta algo gracioso, cuando no snob o desubicado. No es la concentración, sino la luz lo que me termina disuadiendo de seguir leyendo. Es en ese preciso momento que levanto la vista y veo la calle avanzando debajo del ómnibus, debajo de mis pies. La sensación es extraña, se siente como un vigía intentando divisar tierra, parado sobre el mástil y con toda la inmensidad del mar debajo de sus pies. La constancia de estar en un ómnibus desaparece, y aquello parece a andar florando a dos metros del pavimento, recorriendo a toda velocidad las calles de Montevideo. El parabrisas gigante tiene mucho que ver en aquella sensación, parecería que yo fuese quien manejase el vehículo, como si fuese un animal alado controlado por poderes psíquicos. El ómnibus sigue y levito por la maloliente FRIPUR, el desolado mundo lleno de hangares y casas vacías del plan Fénix, el centro que se abre con todas sus luces, y que siempre las siento como un consuelo. En la plaza del Entrevero el ómnibus frena y comienza el esperado éxodo. Encuentro la forma de no tener que bajarme con ellos, aferrándome a la barandilla como a un hierro ardiente. Conforme la gente baja por la escalera, rozándome o sencillamente chocándome, huelo todo tipo de olores: el tetra omnipresente, saliva seca, perfumes ácidos, dulces y cítricos, gel, humo, maquillaje, cerveza, sudor. Cuando pasa el último quinceañero tambaleante y preguntándome si tengo hojilla, los puedo ver a todos desperdigados en la misma esquina de la plaza donde se encuentra La Pasiva, que sigue como un faro encendido entre tantos bares y boliches cerrados. De entre todos los que estaban acá, por lo menos dos parejas se van a formar, pienso, mientras escucho lejana, casi subterránea, la línea de bajo que anuncia la cumbia. Debo aceptar que más allá de todas las bandas alemanas de nombres impronunciables que hayan pasado por mis oídos, más allá de las horas de codas de distorsión supurante de Sonic Youth que he escuchado, más allá de la sensibilidad perdida y reencontrada en discos archivados en el fondo de mis cajones, siempre que escucho esa línea de bajo hay algo inasible, casi primigenio que se agita en el interior. Un retumbe, un corazón enterrado y aún latiendo debajo de los tablones al ritmo del tum-tutu-tum. Por supuesto, no es específicamente la cumbia lo que genera esta extraña sensación, así como tampoco es el timbre en sí lo que hace activar las glándulas salivales del perro de Pavlov. No, es todo lo demás, con sólo esos compases vienen a mi el recuerdo de las noches, las previas de vino mal compartido con amigos y garroneros, la cola y las colas en puertas, el ready, set go!, una carrera hacia ninguna parte, casi como el errático destino de los Dodges conducidos por Neal Cassady, las mujeres esperando, algunas borrachas y gritando cosas de las que se lamentarán al día siguiente, las piernas de minifalda inquietas por el frío, el brillito en los labios compartido entre amigas en los baños y justo antes de entrar a los boliches, el olor a perfume que todavía no se diluye en el sudor, aquella revisión del terreno, inspeccionándolas detenidamente y hasta el último detalle como un stalker arrojando poleas por los campos de la zona. Revivir toda aquella época me da cansancio, como una etapa que estuvo bien en su momento, pero que resultaría extenuante e insoportable a esta altura de las circunstancias, pero aquello reflota de manera automática, y dura lo que dura la línea de bajo, perdiéndose al doblar la esquina, al ponerme de vuelta los walkman o sencillamente resultar inaudible.
Cuando el ómnibus retoma la marcha, se escucha de la garganta de un chico: “Un aplauso para el conductor, che”, y el ómnibus recibe una ovación inusitadamente sincera, mientras el barbudo da algunos bocinazos de agradecimiento. Por un momento todo lo que se puede decir de lo perdida que está la juventud desaparece, y me percato de que sólo es cuestión de ser un poco más canchero, ser un poco más como el gordo del candado, que sigue conduciendo cagándose de la risa por algo que no logro descifrar.
En ese momento me percato de que sigo contra el parabrisas, cuando no queda más que una pareja sentada al fondo del ómnibus, estando todos los asientos libres a mi disposición. El conductor me mira, lo miro, vuelvo a mirar para atrás y le digo “No te molesta si me quedo acá parado el resto del viaje?” y el tipo confidentemente me hace una guiñada, siguiendo abriéndose paso por un Yaguarón que pasa debajo de mis pies, aún riéndose por algo que no me atrevo preguntarle.
Viernes, 13:00
Viernes, una de la tarde. Me alegro al darme cuenta de que por más que me haya levantado a la una menos cuarto, estoy llegando puntual al psicólogo. Llegar tarde a un psicoanalista es un follón (tenía ganas de decir esa palabra), no sólo porque estás perdiendo guita en esos minutos en los que estabas viendo en el youtube videos de niños golpeados por pelotas de fútbol, sino porque la sesión baja anclas en el análisis transferencial de por qué llegaste tarde y qué dice aquello de tu relación con el proceso terapéutico. Ni que hablar del caso de que te olvides la sesión. Aún así, afortunadamente mi psicoanalista es un tipo bastante relajado y más allá de que haga diván sigue siendo una persona y no una caja negra o robot que se desconecta ni bien salgo del consultorio (incluso varias veces nos quedamos hablando del dedo amputado de Iommi y las distintas formaciones de King Crimson, ya que conduce un programa de música progresiva en el Sodre). El caso es que en las últimas sesiones me ha costado bastante asociar, cayéndome en intelectualismos que se parecen más material para este blog que para la terapia misma. La sesión pasada habíamos avanzado bastante con un sueño sobre un oso de peluche que resulta ser un niño de dos años disfrazado. Estoy suscripto a La diaria sólo los martes y viernes (donde hay más espacio para la sección cultural), días que coinciden con la terapia, por lo que casi siempre llego con el diario bajo el brazo. Recién al ver el suplemento del martes sobre el diván me doy cuenta de que me lo había olvidado la última sesión. Ni bien llego me señala el diario y me pregunta por el titular. En la tapa dice “Amigos son los amigos”, y hay una foto de Sanguinetti y Lacalle. Me dice que a partir del acto fallido y el titular se pregunta si puede ser que yo prefiero considerarlo a él un amigo antes que un psicólogo (mi psicoanlalista es profesor de facultad y más de una vez ha salido a tomar con algunos amigos míos- dicho sea de paso, intentaron sacarle algún secreto mío, pero más allá de estar tomado mostró un impecable silencio profesional). No sé bien qué contestarle y termino escapándome por la tangente, hablando de paraguas, diciéndole que es el elemento que más se suelen olvidar las personas. En realidad, aquello no es más que abrir el paraguas ante una pregunta que me parece incómoda, y la sesión sigue entre algunos aspectos de mi relación con el tratamiento, la dificultad recobrar la memoria y hacer nexos con ciertas experiencias de mi infancia. Al parecer, el pensamiento y la sobreelaboración del mismo se ha convertido en un violento patovica que no deja pasar cualquier asociación que comprometa mi pasado. En pocas palabras, una neurosis galopante que en algunos años me va a dejar como Woody Allen.
La sesión parecía ir a ningún lado y posiblemente no habría sido digna de recordarse, de no ser por lo que pasó cuando me estaba yendo del consultorio. Le doy la mano a mi psicólogo, y entonces, cuando está abriéndome la puerta dice “Ah, de vuelta te olvidás del diario”. Efectivamente, había traído La diaria del viernes conmigo y entonces al juntarla, la leo y me río. Al despedirme se la muestro y se caga de la risa tanto que cuando bajo sigo escuchando su carcajada retumbando por las escaleras.
Acá el titular de La diaria del viernes:
Viernes, 14:25Viernes, una de la tarde. Me alegro al darme cuenta de que por más que me haya levantado a la una menos cuarto, estoy llegando puntual al psicólogo. Llegar tarde a un psicoanalista es un follón (tenía ganas de decir esa palabra), no sólo porque estás perdiendo guita en esos minutos en los que estabas viendo en el youtube videos de niños golpeados por pelotas de fútbol, sino porque la sesión baja anclas en el análisis transferencial de por qué llegaste tarde y qué dice aquello de tu relación con el proceso terapéutico. Ni que hablar del caso de que te olvides la sesión. Aún así, afortunadamente mi psicoanalista es un tipo bastante relajado y más allá de que haga diván sigue siendo una persona y no una caja negra o robot que se desconecta ni bien salgo del consultorio (incluso varias veces nos quedamos hablando del dedo amputado de Iommi y las distintas formaciones de King Crimson, ya que conduce un programa de música progresiva en el Sodre). El caso es que en las últimas sesiones me ha costado bastante asociar, cayéndome en intelectualismos que se parecen más material para este blog que para la terapia misma. La sesión pasada habíamos avanzado bastante con un sueño sobre un oso de peluche que resulta ser un niño de dos años disfrazado. Estoy suscripto a La diaria sólo los martes y viernes (donde hay más espacio para la sección cultural), días que coinciden con la terapia, por lo que casi siempre llego con el diario bajo el brazo. Recién al ver el suplemento del martes sobre el diván me doy cuenta de que me lo había olvidado la última sesión. Ni bien llego me señala el diario y me pregunta por el titular. En la tapa dice “Amigos son los amigos”, y hay una foto de Sanguinetti y Lacalle. Me dice que a partir del acto fallido y el titular se pregunta si puede ser que yo prefiero considerarlo a él un amigo antes que un psicólogo (mi psicoanlalista es profesor de facultad y más de una vez ha salido a tomar con algunos amigos míos- dicho sea de paso, intentaron sacarle algún secreto mío, pero más allá de estar tomado mostró un impecable silencio profesional). No sé bien qué contestarle y termino escapándome por la tangente, hablando de paraguas, diciéndole que es el elemento que más se suelen olvidar las personas. En realidad, aquello no es más que abrir el paraguas ante una pregunta que me parece incómoda, y la sesión sigue entre algunos aspectos de mi relación con el tratamiento, la dificultad recobrar la memoria y hacer nexos con ciertas experiencias de mi infancia. Al parecer, el pensamiento y la sobreelaboración del mismo se ha convertido en un violento patovica que no deja pasar cualquier asociación que comprometa mi pasado. En pocas palabras, una neurosis galopante que en algunos años me va a dejar como Woody Allen.
La sesión parecía ir a ningún lado y posiblemente no habría sido digna de recordarse, de no ser por lo que pasó cuando me estaba yendo del consultorio. Le doy la mano a mi psicólogo, y entonces, cuando está abriéndome la puerta dice “Ah, de vuelta te olvidás del diario”. Efectivamente, había traído La diaria del viernes conmigo y entonces al juntarla, la leo y me río. Al despedirme se la muestro y se caga de la risa tanto que cuando bajo sigo escuchando su carcajada retumbando por las escaleras.
Acá el titular de La diaria del viernes:
Sé que esta risa es un subterfugio para una angustia que me viene siguiendo desde hace unos cuantos días. Sin embargo, el aferrarme al acto fallido de la sesión me permite sacar sonrisas intermitentes que llama la atención a bastantes personas que se cruzan conmigo. Estoy entrando al ascensor cuando el portero y yo escuchamos los gritos de unos púberes haciendo lío por una cuestión que no logro descifrar. Salgo del edificio y en la vereda de enfrente hay un niño gordo, de no más de catorce años, empujando a un chico un poco más alto, escuálido y con ese distintivo semblante onanista que solemos tener casi todos los hombres a esa edad. Aquella estampa me hace acordar de las peleas que se realizaban en la puerta de mi liceo, eventualmente derivadas al callejón de Lapido, donde la policía no solía frecuentar tanto –aunque por su proximidad con la paranoica embajada de España también convertía aquella pequeña porción de cemento en no precisamente un oasis de violencia. Para un liceo medianamente cheto como el San Juan (que no llegaba a la oligarquía del British, la descendencia teutona de la Deutsche Schule, las astronómicas cuotas de La Scuola Italiana, o el sistema de cantina accionado por huellas digitales de Lycée Français, pero que sí le sobraban jugadores de rugby y futuros portadores de camisas polo), cuando mencionaban que iban a venir estudiantes del Suárez (un liceo público) a meterle la pesada a algunos compañeros, surgía todo un revuelo comparable al de Troya sitiada por los aqueos. A diferencia de la mayoría de la gente, que consideraba a los del Suárez personas de armas tomar –algo ridículo y que estaba más bien basado en que aquellos estudiantes solían estar más grandes por ser repetidores- yo simpatizaba con ellos, no porque me cayeran particularmente bien, sino por amedrentar y golpear alguna que otra vez a gente que tenía ganas de hacérselo yo, pero que con mi política de no golpear hasta ser golpeado difícilmente podía llevar a cabo. La cuestión era que más allá de las amenazas, difícilmente la cosa se salía de control, quedando generalmente todo en algunos golpes y puteadas, seguido por la intervención de mayores o coetáneos. Por cuestiones muy excepcionales uno podía ver sangre, y nunca se tuvieron resultados realmente trágicos (a diferencia de Los Maristas, liceo demarcadamente más cheto y sobre el que pesa una especie de maldición de cementerio indio que ya ha cobrado la vida de muchos estudiantes, entre ellos un caso particularmente truculento vinculado a un ascensor del que no me extenderé por miedo a ser acusado de morboso).
Pero ahí estaban los dos chicos, el gordo puteando al flaco y poniéndose bordeaux a medida que lo empujaba e intentaba ensartarle una patada. Alrededor de aquello había una cheta de flequillo al borde de la histeria, gritándole al flaco y revoloteando alrededor del gordo como esas aves que se alimentan de los parásitos de la piel de los rinocerontes. Me siento con el portero, saca un cigarro y nos ponemos a ver aquello, esperando el momento en que surja el primer piñazo. Me ofrece una pitada, pero no, no fumo. Hay realmente miedo en el rostro del flaco, aspecto que extraña en comparación a la determinación del gordo, que en otros casos tendría las apuestas en su contra. Estoy medio emocionado por todo el asunto, o al menos aquello promete ser algo que convierta el viernes en otra cosa más que el día entre el jueves y el sábado. No hay mayores ni vecinos por la vuelta, si se pelean van a darse hasta cansarse. Pienso que no voy a intervenir a no ser que se sume un tercero a la pelea o alguno le esté pegando a otro en el suelo. En el último caso, sería sólo cuestión de levantarle el brazo y declararlo ganador. La idea de separarlos me parece también emocionante, aparecer y hacer uso de mi diferencia de tamaño, lanzarle alguna que otra frase amenazantemente aleccionadora y volverme por un segundo un representante implacable de la ley. Pienso todo eso, pero entonces veo que el portero me hecha una mirada y me doy cuenta de que hace cinco o diez minutos que se vienen empujando sin hacer nada. Espero un poco más, pero no hay caso, se empujan, van de un lado a otro como boxeadores estudiándose hasta el doceavo round. Es ahí que al momento de decirme el portero “estos no se van a dar más”, me levanto y me dirijo hacia ellos. Por un momento se separan y hasta la pendeja se calla al verme parado entre ellos. Les digo: “Che, hace diez minutos que estoy acá, a ver si pelean de una vez, que ya me tienen recontra podrido con esta boludez de los empujones”. Se quedan callados, el flaco se me queda mirando y el gordo se queda mirando para abajo, removiendo con el pie una baldosa. Se quedan un tiempo en silencio y unos segundos después el gordo se va acompañado por la mina, puteando al flaco y gritándole cosas sobre una campera que se pierden con los ruidos de la ciudad al doblar en una esquina. El flaco se va para el lado opuesto, cabizbajo y aún temblando. Vuelvo lentamente hacia el edificio y al abrirme el portero la puerta le hago un gesto de decepción que el corresponde con las manos en los bolsillos. En el ascensor antisocráticamente pienso cómo uno a veces hace el bien incluso sin quererlo.
Sábado, 17:30
Nota: los primeros tres párrafos pueden resultar pesadamente redundantes para los uruguayos, pero ante la posibilidad de lectores argentinos y demás, me sentí obligado a ampliar.
Le había pedido a mi padre que me llevara al partido Nacional-River. Hacía tiempo que no había un partido tan atípico en el fútbol uruguayo. Esto principalmente debido al hecho de haber un revuelo semejante al de un clásico por un partido que, palabras más, palabras menos, era entre un grande y un chico.
Por historia, es difícil encontrar un equipo tan irrelevante como River Plate, un equipo que se hace llamar darsenero, pero que al cambiar su sede de la aduana al prado poco tiene que ver con los puertos, un equipo que nunca estuvo en competición internacional que recuerde y que no tiene ningún título relevante whatsoever. Sí podría adjudicársele el hecho de haber sido la cuna de futbolistas eventualmente importantísimos como Morena (el goleador histórico de Peñarol y posiblemente del fútbol uruguayo), así también como Carlos “El pato” Aguilera y algunos otros jugadores que naturalmente llegaron a su cenit de fama y juego con otras camisetas. Incluso, en materia de hinchada, River Plate es un cuadro tremendamente intrascendente, obteniendo la pequeña porción de la torta que pudo en el barrio con más clubes de Uruguay (El Prado, con más de tres equipos), y cuyos simpatizantes no se caracterizan ni por la fiereza de los de Cerro, la garqués de los de Defensor Sporting, la religión predominante de los de El tanque Sisley, la afiliación política de los de Progreso, la ancianitud de los de Central Español, la fidelidad de los de Cerrito, o la evidente omnipresencia de Peñarol y Nacional.
Sin embargo, el partido era un auténtico fenómeno mediático, un poco porque River Plate venía jugando incontestablemente bien y otro poco muchísimo más grande por la dirección técnica de Juan Ramón Carrasco, un tipo que más allá de nunca haberme convencido como técnico (si como jugador, obviamente) , indudablemente sabe cómo venderse.
Si ganaba Nacional, le quitaba la punta a River; si River ganaba, se le abría el camino hacia el campeonato como nunca antes en su historia. Una vez en el estadio, lo pude confirmar: más de cuarenta mil personas, más público que en ciertos partidos de la copa del mundo. A pocos metros del palco donde estaba instalado, había un pequeño sector dedicado al público de River. Todos los que alguna vez se pusieron una camiseta roja y blanca estaban ahí. Se los veía realmente felices, con una esperanza que hacía mucho tiempo no veía en ninguna persona (y mucho menos en un uruguayo). Incluso cuando entró el equipo de Carrasco me pareció un tanto exagerado el recibimiento, con stock de bengalas y bombardas que parecían restos de armamento soviético defectuoso comprados a precio de saldo a un país de medio oriente.
La historia más o menos se sabe, en cuestión de media hora River, el cuadro chico pero hiper inflado de Carrasco iba ganando por tres goles a cero, y prácticamente el desempeño de Nacional daba lástima. La superioridad era violentamente evidente, y como hincha de Nacional estaba más aturdido que deprimido. Fue entre el segundo gol y el tercero que escuché a una persona puteaba cada decisión del árbitro con la persistencia y violencia de un tourette. Era un viejo de bigotes, con gorro de River y camiseta del Atlético Madrid (con el nombre de Forlan escrito atrás, y que comparte los mismos colores de los darseneros). El tipo se sentaba y paraba a cada rato, y el cuidado con que lo trataba el resto de la hinchada indicaba que era, cuando menos, un personaje ilustre del club. Ya para cuando River metió el tercer gol, lo primero que hice fue mirarlo a él. El señor saltaba, se abrazaba de un señor cuya gordura volvía sinuosas las verticales de su remera, se sentaba, gritaba de vuelta. En sus ojos celestes había una llama que parecía haber estado tapada por mucho tiempo, quizás por toda una vida. Uno podía pensar que aquella alegría posiblemente terminaría por matarlo.
Sin embargo, para el final del primer tiempo llegó un gol del Chengue, jugador rústico cuya anotación tuvo una mayor relevancia de lo que cualquiera de nosotros hubiéramos pensado. Aquel gol fue como si alguien del público se hubiera levantado y gritado: Carrasco está desnudo!. En aquel momento ninguno lo sabíamos, pero era el comienzo del fin. En el entretiempo incluso se acercó una cámara a entrevistar el viejo. No podía escuchar mucho de la entrevista, sólo veía el rostro imperturbablemente feliz del viejo, desenvainando sus dedos para indicar cifras y fechas que atestiguaban predicciones y un incondicional seguimiento al club.
El segundo tiempo todo cambió, como una pieza de yenga extraída por un borracho, el sistema, todo colapsó, los caños se cerraron, la ley de la gravedad se devoraba a los tiros, al golero se le amputaron las manos y los pases iban para cualquier lado como una veleta desquiciada. Nacional en cuestión de veinte minutos igualó el hasta por entonces hazañoso resultado de River.
Más allá de ser hincha de Nacional, al ver aquella gente tan feliz al principio del partido, por un momento pensé qué divertido sería ver cómo la supremacía del viejo equipo terminaba por destrozar todas sus esperanzas, como si fuera un dios primigenio desmantelando por completo un pueblo pagano. Y ciertamente lo venía disfrutando, hasta que en el tres a tres volví mi mirada hacia el viejo. Había dejado de gritar, uno desde mi distancia podía observar su garganta atragantada mientras miraba la cancha con los ojos más tristes que he visto. A diferencia del resto de los hinchas de River el tipo no estaba furioso, sino sencillamente triste. Se había quitado el gorro, lo tenía entre sus piernas, le doblaba y enderezaba la visera, quería arrojarlo al suelo, aplastarlo con su pie, pero había alguna parte suya que lo impedía. Luego llegó el gol de Romero, y volví a mirar al señor. No decía nada, miraba el suelo y algunos compañeros suyos le daban palmadas de aliento en la espalda. Fue entonces que aquello dejó de ser divertido. Una parte de mí quería festejar, pero no podía. Miraba al viejo cada tanto y una tristeza rayana en la culpa me invadía el pecho. Sentía su angustia demasiado presente, era incómodo. Incluso pensaba en aquello y me percataba de que en cuestiones bíblicas, no sería más que otra persona en el público enardecido aclamando la victoria de Goliat. Era prácticamente una historia sin final feliz, y yo estaba ahí, celebrándolo con papel picado.
Para el quinto gol miré al costado y en el lugar del señor había sólo un banco vacío. Imaginé su vuelta a casa, sacarse la camiseta, dejar el gorro colgado en un perchero y sentarse al borde de la cama, sin decir nada. Luego serían los días, la herida de esa derrota aún abierta, las jodas de sus vecinos, uno de los días más importantes de su vida arrastrado por el barro. Y después vino el tiro libre convertido en sexto, y para aquel entonces ya estábamos bajando por las escaleras del estadio, entre garcas, viejas figuras del fútbol y hombres de negocios que quieren tener algo de qué hablar en el lunes en la oficina.
Me subí al auto, aún pensando en el viejo mientras escuchaba en la radio la voz de Ríos repetir palabras como hazaña, milagro, fiesta y alegría.
Nota: los primeros tres párrafos pueden resultar pesadamente redundantes para los uruguayos, pero ante la posibilidad de lectores argentinos y demás, me sentí obligado a ampliar.
Le había pedido a mi padre que me llevara al partido Nacional-River. Hacía tiempo que no había un partido tan atípico en el fútbol uruguayo. Esto principalmente debido al hecho de haber un revuelo semejante al de un clásico por un partido que, palabras más, palabras menos, era entre un grande y un chico.
Por historia, es difícil encontrar un equipo tan irrelevante como River Plate, un equipo que se hace llamar darsenero, pero que al cambiar su sede de la aduana al prado poco tiene que ver con los puertos, un equipo que nunca estuvo en competición internacional que recuerde y que no tiene ningún título relevante whatsoever. Sí podría adjudicársele el hecho de haber sido la cuna de futbolistas eventualmente importantísimos como Morena (el goleador histórico de Peñarol y posiblemente del fútbol uruguayo), así también como Carlos “El pato” Aguilera y algunos otros jugadores que naturalmente llegaron a su cenit de fama y juego con otras camisetas. Incluso, en materia de hinchada, River Plate es un cuadro tremendamente intrascendente, obteniendo la pequeña porción de la torta que pudo en el barrio con más clubes de Uruguay (El Prado, con más de tres equipos), y cuyos simpatizantes no se caracterizan ni por la fiereza de los de Cerro, la garqués de los de Defensor Sporting, la religión predominante de los de El tanque Sisley, la afiliación política de los de Progreso, la ancianitud de los de Central Español, la fidelidad de los de Cerrito, o la evidente omnipresencia de Peñarol y Nacional.
Sin embargo, el partido era un auténtico fenómeno mediático, un poco porque River Plate venía jugando incontestablemente bien y otro poco muchísimo más grande por la dirección técnica de Juan Ramón Carrasco, un tipo que más allá de nunca haberme convencido como técnico (si como jugador, obviamente) , indudablemente sabe cómo venderse.
Si ganaba Nacional, le quitaba la punta a River; si River ganaba, se le abría el camino hacia el campeonato como nunca antes en su historia. Una vez en el estadio, lo pude confirmar: más de cuarenta mil personas, más público que en ciertos partidos de la copa del mundo. A pocos metros del palco donde estaba instalado, había un pequeño sector dedicado al público de River. Todos los que alguna vez se pusieron una camiseta roja y blanca estaban ahí. Se los veía realmente felices, con una esperanza que hacía mucho tiempo no veía en ninguna persona (y mucho menos en un uruguayo). Incluso cuando entró el equipo de Carrasco me pareció un tanto exagerado el recibimiento, con stock de bengalas y bombardas que parecían restos de armamento soviético defectuoso comprados a precio de saldo a un país de medio oriente.
La historia más o menos se sabe, en cuestión de media hora River, el cuadro chico pero hiper inflado de Carrasco iba ganando por tres goles a cero, y prácticamente el desempeño de Nacional daba lástima. La superioridad era violentamente evidente, y como hincha de Nacional estaba más aturdido que deprimido. Fue entre el segundo gol y el tercero que escuché a una persona puteaba cada decisión del árbitro con la persistencia y violencia de un tourette. Era un viejo de bigotes, con gorro de River y camiseta del Atlético Madrid (con el nombre de Forlan escrito atrás, y que comparte los mismos colores de los darseneros). El tipo se sentaba y paraba a cada rato, y el cuidado con que lo trataba el resto de la hinchada indicaba que era, cuando menos, un personaje ilustre del club. Ya para cuando River metió el tercer gol, lo primero que hice fue mirarlo a él. El señor saltaba, se abrazaba de un señor cuya gordura volvía sinuosas las verticales de su remera, se sentaba, gritaba de vuelta. En sus ojos celestes había una llama que parecía haber estado tapada por mucho tiempo, quizás por toda una vida. Uno podía pensar que aquella alegría posiblemente terminaría por matarlo.
Sin embargo, para el final del primer tiempo llegó un gol del Chengue, jugador rústico cuya anotación tuvo una mayor relevancia de lo que cualquiera de nosotros hubiéramos pensado. Aquel gol fue como si alguien del público se hubiera levantado y gritado: Carrasco está desnudo!. En aquel momento ninguno lo sabíamos, pero era el comienzo del fin. En el entretiempo incluso se acercó una cámara a entrevistar el viejo. No podía escuchar mucho de la entrevista, sólo veía el rostro imperturbablemente feliz del viejo, desenvainando sus dedos para indicar cifras y fechas que atestiguaban predicciones y un incondicional seguimiento al club.
El segundo tiempo todo cambió, como una pieza de yenga extraída por un borracho, el sistema, todo colapsó, los caños se cerraron, la ley de la gravedad se devoraba a los tiros, al golero se le amputaron las manos y los pases iban para cualquier lado como una veleta desquiciada. Nacional en cuestión de veinte minutos igualó el hasta por entonces hazañoso resultado de River.
Más allá de ser hincha de Nacional, al ver aquella gente tan feliz al principio del partido, por un momento pensé qué divertido sería ver cómo la supremacía del viejo equipo terminaba por destrozar todas sus esperanzas, como si fuera un dios primigenio desmantelando por completo un pueblo pagano. Y ciertamente lo venía disfrutando, hasta que en el tres a tres volví mi mirada hacia el viejo. Había dejado de gritar, uno desde mi distancia podía observar su garganta atragantada mientras miraba la cancha con los ojos más tristes que he visto. A diferencia del resto de los hinchas de River el tipo no estaba furioso, sino sencillamente triste. Se había quitado el gorro, lo tenía entre sus piernas, le doblaba y enderezaba la visera, quería arrojarlo al suelo, aplastarlo con su pie, pero había alguna parte suya que lo impedía. Luego llegó el gol de Romero, y volví a mirar al señor. No decía nada, miraba el suelo y algunos compañeros suyos le daban palmadas de aliento en la espalda. Fue entonces que aquello dejó de ser divertido. Una parte de mí quería festejar, pero no podía. Miraba al viejo cada tanto y una tristeza rayana en la culpa me invadía el pecho. Sentía su angustia demasiado presente, era incómodo. Incluso pensaba en aquello y me percataba de que en cuestiones bíblicas, no sería más que otra persona en el público enardecido aclamando la victoria de Goliat. Era prácticamente una historia sin final feliz, y yo estaba ahí, celebrándolo con papel picado.
Para el quinto gol miré al costado y en el lugar del señor había sólo un banco vacío. Imaginé su vuelta a casa, sacarse la camiseta, dejar el gorro colgado en un perchero y sentarse al borde de la cama, sin decir nada. Luego serían los días, la herida de esa derrota aún abierta, las jodas de sus vecinos, uno de los días más importantes de su vida arrastrado por el barro. Y después vino el tiro libre convertido en sexto, y para aquel entonces ya estábamos bajando por las escaleras del estadio, entre garcas, viejas figuras del fútbol y hombres de negocios que quieren tener algo de qué hablar en el lunes en la oficina.
Me subí al auto, aún pensando en el viejo mientras escuchaba en la radio la voz de Ríos repetir palabras como hazaña, milagro, fiesta y alegría.
Domingo, 12:22
Dos litros de cerveza, un 100 Pipers y algunos vasos de sangría me habían dejado como un muñeco de trapo la mañana del domingo. Había cumplido Martín y fuimos a la parrillada Mercado Modelo, donde el veteranazgo (en serio, todos mayores de cuarenta y pico) entraba en la misma dinámica de levante y borracheras que yo unos años atrás. Me vi en el espejo del botiquín en el baño de María y me encontré el rostro aceitunoso, el maquillaje violáceo de las ojeras y una rémora de vino aún tatuada en el labio. Estaba deshecho, pero decidí ir a la feria Tristán Narvaja, a la que no había visitado por dos semanas.
Más allá del cansancio, difícilmente haya un lugar en donde me siente con tal sentido de la ubicación que la feria Tristán Narvaja. Con tiempo y persistencia llegué a conocer a casi todos los vendedores de discos de la zona y tengo informantes que me tienen al tanto de todos los piques. Está El pulga, un tipo que a pesar de ser un viejo ricotero se puede hablar largo y tendido sin que se te ponga como un testigo de Jehová con las letras de Solari (y además me sirve de intermediario para traerme las cosas más variadas de Buenos Aires). Está Ernesto, un veterano obsesionado con los Beatles, Dylan y Calexico que supo tener vinilos como Modern Dance, pero que ahora está atravesando una mala racha. No muy lejos hay un bigotudo que suele usar una musculosa, sin importar de estar en el mes de Julio, sólo para exhibir oscuro e imponente un tatuaje de Black Sabath (con sólo una b, detalle que me tiene obsesionado pero que temo decírselo por miedo a su vikinga reacción). A escasos metros, un tipo nuevo te vende discos de Los Traidores por mil quinientos pesos (todavía no se dio cuenta de que está en Tristán Narvaja). Por Colonia un hippie-punk te hace parches y te ofrece pagarlos en veinte o treinta pesos -como vos prefieras-. En frente a facultad de Psicología un tipo te vende videos de Anime y si le hacés una seña te muestra su colección de Hentai. Por Paysandú casi todos suelen vender cualquier cosa, máquinas registradoras viejas, cabello desteñido y grisáceo de muñeca, cadenas de bicicletas, volantes de automóviles, videocasetes sin caja de Conozca Más, revistas GENTE del 96’ que estarán en peluquerías con cortes de cuarenta pesos. En librería Minerva está Erasmo, una persona de tal bondad que haría ver a Mahatma Gandhi como un melindroso pedófilo, y que me ha hablado de poesía lituana con la seguridad que puede tener un junkie hablando de medicamentos. En librería Rizoma se venden buenos libros de cine, y atiende una pareja obsesionada con Bauhaus y un proyecto posterior cuyo nombre siempre olvido. A esa librería suele caer semanalmente una señora tan siniestra que haría ver a Diamanda Galás como Noelia Campo, y que siempre pregunta con los ojos bien abiertos, al borde de salirse de sus cuencas, si tienen algún libro de portugués. A lo de Ernesto solemos caer las mismas personas, como junkies buscando información de nuevos dealers: un gallego con el peinado de David Lynch, un veterano con una camiseta hecha a mano de Velvet Underground, el guitarrista de una banda rockandrollera que considera a Brian Setzer el mejor guitarrista de todos los tiempos y suele comprarse compilados horribles de rockabilly. Y entre todo, y en todas partes, discos y discos de Yes y Emerson Lake and Palmer.
Me había topado con el vinilo From her to eternity de Nick Cave. Salía quinientos pesos (veinticinco dólares), por lo que lo pensé un rato. Le pregunté a Ricardo -otro buen vendedor de vinilos- si me lo podía reservar y me dijo que no, que ese disco se vendía hoy. Ante la presión recordé la presencia de un perverso dopplegänger que me ha arrebatado ya varios discos –todos me han dicho que ha sido la misma persona, y entre estos vinilos birlados se encuentra precisamente el genial Tender Prey- y terminé desembolsando los quinientos pesos (doscientos de ellos en monedas juntadas en una bolsa).
Me gusta verme caminar con el disco bajo el brazo, pienso que me gustaría alguna vez ser capturado en fotografía de esa manera. Un poco para autoconvencerme de no haber malgastado la plata, me dirijo a mostrarle a la pareja de Rizoma mi disco de Nico Cueva. Si les gusta tanto Bauhaus, es posible que me apoyen en la compra.Dos litros de cerveza, un 100 Pipers y algunos vasos de sangría me habían dejado como un muñeco de trapo la mañana del domingo. Había cumplido Martín y fuimos a la parrillada Mercado Modelo, donde el veteranazgo (en serio, todos mayores de cuarenta y pico) entraba en la misma dinámica de levante y borracheras que yo unos años atrás. Me vi en el espejo del botiquín en el baño de María y me encontré el rostro aceitunoso, el maquillaje violáceo de las ojeras y una rémora de vino aún tatuada en el labio. Estaba deshecho, pero decidí ir a la feria Tristán Narvaja, a la que no había visitado por dos semanas.
Más allá del cansancio, difícilmente haya un lugar en donde me siente con tal sentido de la ubicación que la feria Tristán Narvaja. Con tiempo y persistencia llegué a conocer a casi todos los vendedores de discos de la zona y tengo informantes que me tienen al tanto de todos los piques. Está El pulga, un tipo que a pesar de ser un viejo ricotero se puede hablar largo y tendido sin que se te ponga como un testigo de Jehová con las letras de Solari (y además me sirve de intermediario para traerme las cosas más variadas de Buenos Aires). Está Ernesto, un veterano obsesionado con los Beatles, Dylan y Calexico que supo tener vinilos como Modern Dance, pero que ahora está atravesando una mala racha. No muy lejos hay un bigotudo que suele usar una musculosa, sin importar de estar en el mes de Julio, sólo para exhibir oscuro e imponente un tatuaje de Black Sabath (con sólo una b, detalle que me tiene obsesionado pero que temo decírselo por miedo a su vikinga reacción). A escasos metros, un tipo nuevo te vende discos de Los Traidores por mil quinientos pesos (todavía no se dio cuenta de que está en Tristán Narvaja). Por Colonia un hippie-punk te hace parches y te ofrece pagarlos en veinte o treinta pesos -como vos prefieras-. En frente a facultad de Psicología un tipo te vende videos de Anime y si le hacés una seña te muestra su colección de Hentai. Por Paysandú casi todos suelen vender cualquier cosa, máquinas registradoras viejas, cabello desteñido y grisáceo de muñeca, cadenas de bicicletas, volantes de automóviles, videocasetes sin caja de Conozca Más, revistas GENTE del 96’ que estarán en peluquerías con cortes de cuarenta pesos. En librería Minerva está Erasmo, una persona de tal bondad que haría ver a Mahatma Gandhi como un melindroso pedófilo, y que me ha hablado de poesía lituana con la seguridad que puede tener un junkie hablando de medicamentos. En librería Rizoma se venden buenos libros de cine, y atiende una pareja obsesionada con Bauhaus y un proyecto posterior cuyo nombre siempre olvido. A esa librería suele caer semanalmente una señora tan siniestra que haría ver a Diamanda Galás como Noelia Campo, y que siempre pregunta con los ojos bien abiertos, al borde de salirse de sus cuencas, si tienen algún libro de portugués. A lo de Ernesto solemos caer las mismas personas, como junkies buscando información de nuevos dealers: un gallego con el peinado de David Lynch, un veterano con una camiseta hecha a mano de Velvet Underground, el guitarrista de una banda rockandrollera que considera a Brian Setzer el mejor guitarrista de todos los tiempos y suele comprarse compilados horribles de rockabilly. Y entre todo, y en todas partes, discos y discos de Yes y Emerson Lake and Palmer.
Me había topado con el vinilo From her to eternity de Nick Cave. Salía quinientos pesos (veinticinco dólares), por lo que lo pensé un rato. Le pregunté a Ricardo -otro buen vendedor de vinilos- si me lo podía reservar y me dijo que no, que ese disco se vendía hoy. Ante la presión recordé la presencia de un perverso dopplegänger que me ha arrebatado ya varios discos –todos me han dicho que ha sido la misma persona, y entre estos vinilos birlados se encuentra precisamente el genial Tender Prey- y terminé desembolsando los quinientos pesos (doscientos de ellos en monedas juntadas en una bolsa).
Es en el camino hacia la librería que escucho algo que me hiela la sangre. En un puesto de vinilos horribles, se escucha un disco que tiene relatos de momentos importantes del fútbol uruguayo. En el momento preciso que paso por ahí, escucho el nombre de mi padre y el gol de Uruguay en la final de la Copa América 83’. Creo que es el gol de cabeza del Pato Aguilera, ese tras el cual temporalmente perdió la conciencia. En el momento de grito de gol, todos los que rondamos por la misma vereda nos quedamos en silencio. De cierto modo la situación recuerda a esa genial escena de Alemania: año cero, en donde el niño protagonista le intenta vender un vinilo de los discursos de Hitler a unos soldados americanos. Con total indiferencia pone la púa sobre el disco y la voz de Hitler retumba por diferentes rincones de la ciudad, dejando inermes a ciertas personas que la escuchan, como si fuera una voz del más allá volviéndolos a traer a uno de los períodos más oscuros de la humanidad. En este caso sería precisamente lo contrario, nos saca de este domingo y nos arrastra a una época donde al menos en lo deportivo se podía sentir orgullo de algo. Todos nos quedamos congelados, especialmente yo, que al oír el nombre de mi padre aquello prácticamente resultaba ser un mensaje cifrado dirigido hacia mí. Es increíble cómo el relato de un gol puede remover tanto. En esos quince segundos, la gloria deportiva se hizo presente, y hablaba mucho más que de fútbol, en ese entorno apolillado, hollinado y lleno con pelusas de plátanos. Cuando termina el relato, se levanta la púa y aparece el bolero Quizás Quizás, catapultándonos de nuevo en la hermos y deprimente realidad de Tristán Narvaja. Vuelvo a mi casa caminando despacio, mirándome en las vitrinas de las tiendas con la cara de Cave bajo el brazo y preguntándome si de haber sido otro el resultado, aquellos tres goles de River hubiesen significado para el viejo lo mismo que para mí tuvo ese relato de gol.
123 comments:
Cada vez que te leo tengo un problema moral.
Es como si las palabras que escribís tocaran una fibra pseudo-revolucionaria adentro mío que me dice "Si tenemos la misma edad, ¿cómo es que él evolucionó así y yo no?"
El domingo pasado también anduve paseando por Tristán Narvaja, buscando alguna pipa para comprarme, y de alguna manera me hacía feliz moverme entre toda esa marea de gente.
Supongo que cada uno toma diferentes elementos que lo rodean, y los incorpora a la etapa vital en la que vive, una suerte de sincronicidad elegida.
PD: De ahora en adelante no te comento más con este perfil, sino con el otro de mi nuevo blog.
Igual no creo que vaya a escribir como vos, pero siempre anduve buscando eso de lograr mover algo en la gente, y me provoca una envidia insana.
Besotes, Ine
He de suponer algún mal funcionamiento de la tecla [enter] de su ordenador o algún trauma asociado a la misma tecla que no ha tratado todavía por estar muy enterrado en su subconciente.
Me aventuro un poco más y atino a pensar que siente algún tipo de placer perverso en imaginarse al lector casual de su blog repasando metódicamente cada palabra que ha escrito, leyendo y preguntandose ... "mierda y cuando viene el puto [enter]".
Parafraseando a Spector, su marca de fabrica es "the wall of words".
Salu2
Es cierto, tal vez tenga miedo que la tecla Enter lo muerda vilmente.
Juro que no, que no muerde.
Pero ta, nada más entretenido que leer sobre fondo negro un sin fin de letritas blancas, jaja.
Tienen algo de razón con el wall of words. En parte es una cuestión sádica de ver hasta dónde uno puede soportar -algo que no me permitirían hacer en otro medio escrito-, y otro poco por la forma de organizarme que tengo en los posts -no tanto en los cuentos, por ejemplo- que es principalmente irlos escribiendo sobre la marcha y evitando censurar cualquier ocurrencia que aparezca -obvio que después los podo un poco, intento dejarlos más lindos.
También puede ser que me quedan resabios de mis lecturas de adolescencia, entre ellas El otoño del patriarca, libro que me parecía por aquel entonces el destino último de la literatura.
Finalmente, y dándole un vuelco un poco más psicológico al asunto, nunca me gustó la sensación de los huecos blancos en una página. Hay gente que piensa que los muros de palabras separan, yo soy de los que piensan que abrigan y contienen.
Y si no me creen, miren este borrador de cuento mío.
En todo caso, es un gesto hacia los pobres árboles que mueren para que escriba esto (sí, ya sé, es una computadora, pero es sólo una metáfora)
¡¡¡¡¡O_o!!!!!
Me hiciste acordar a una película en la que el tipo sufría de hipografía (aparte de ser maníaco-depresivo, apate apate), y tenía todas las paredes escritas como en tu borrador del cuento. Letra chiquita, sin espacios posibles.
Transmite también un poco de ahogo no?
Je
Cual es la religión de los hinchas de El Tanque?
El Tanque Sisley es un equipo cuya hinchada -o al menos, tradicionalmente- es predominantemente judía. No por nada era el equipo al que iba a ver el Jacobo de Whisky
No va con tu personalidad ser hincha de Nacional, vos tendrias que haber sido de algun equipo chico y perdedor, de Liverpool o de Huracan Buceo...
Me doy cuenta de que madure (o que tengo una "alma vieja" como decian en una serie) cada vez que veo pasar un grupo de jovenes haciendo quilombo, porque poco me importa que tal vez les lleve un par de años, en mi cabeza pasa lo que seguro les debia pasar a los viejos de una epoca cuando empezaron a ver a los pendejos con pelo largo y cantando esas canciones en ingles, aunque aca por supuesto los equivocados son ellos, no yo.
PD: estoy por pegar una foto de Chan en la pared al lado de la cama que me va a generar por lo menos por un tiempo un periodo de gratos sueños ...
Muchas veces pienso que me gustaría ser hincha de un equipo chico -bueno, en Argentina soy de Nueva Chicago-, pero ese fenómeno de seguir a un cuadro es bastante caprichoso y no hay decisión consciente que sirva para ello.
Igual, te diré que Nacional, en la época que realmente me volví genuino hincha, fue un equipo dolorosamente perdedor, teniendo que vivir estoicamente el quinqueño de Peñarol y ciertos clásicos infames que me siguen doliendo aún.
Yo en Argentina soy hincha de Tigre porque ahí pasé un fin de semana con la mejor mina que me cojí en mi vida, la de Punta del Diablo.
El asunto es que no vi Whisky, ni la voy a ver en muchos años porque ahí voy a ser consciente de que Rebella está muerto, y no quiero.
Me ha pasado de subirme a esos disc_bondis y siempre me pasa lo mismo, me acuerdo de Thom Yorke diciendo "I don´t belong here" mientras veo a toda esa gente la cual a simple vista parecen felices.
Saludos
Mato
PD: Busque tu libro en Minerva y no le quedaban mas. Voy a ver si este domingo tengo suerte.
Matías:
Recuerdo como estampa de mi oscuro pasado de levante, unos departamentales atestados de gente borracha y colocada insoportablemente inquieta en su rumbo hacia un famoso boliche de la Costa de Oro.
Sin duda, eran viajes desquiciados, como el Further versión cumbiera.
Pruebe en Libros de la arena y librería Rizoma (en Paysandú y Tristán Narvaja). Ahí siguen quedando algunos, el otro día verifiqué.
Siempre me sorprende la cantidad de gente afecta a la cultura o la información en general que ha pasado por el San Juan Bautista -colegio que en realidad fomenta mucho más el amor al fútbol que a las artes-, de hecho y en concordancia con el post te puedo contar que el director del diario que mencionás y escaneás pasó 12 años de su vida en el SJB, el editor de cultura 5, casi todos los de deportes 6...
No concuerdo mucho con la visión comparativamente más cheta de Los Maristas, pasé por ambos colegios y los Maristas -al menos hace unos cuantos años- no era más cheto, era más paloma, eso sí. Lo cual facilitaba las cosas para un ex-sanjuanino con las chicas.
También estuve en el Suárez -lo más parecido a un colegio de esos de las películas de adolescentes salvajes que haya visto- un año glorioso, y por diversos motivos estuve muy cerca del Latinoamericano mucho tiempo; me faltó solo algún colegio judío para tener un panorama experiencial bastante completo de la enseñanza secundaria en Pocitos/Punta Carretas.
A mi me ha tocado estar, masomenos, en el otro lado del discobus: en Milán estuve un par de veces en un tranvía que, visto desde afuera por los que iban en bicicleta, saltaba. Y aunque me sentía bastante ajeno (no me gusta hacer bulla porque sí, ir gritando por las calles y esas cosas), al mismo tiempo se sentía bonito ver a gente que quieres inexplicablemente alegres, despreocupados, felices. Porque si.
Disculpe la ignorancia (la peruanidad peruana manda): por qué mencionaron a su padre en la grabación?
Bueno, con el tema de los Maristas puede ser una cuestión de generaciones -como siempre hay en todos los liceos- o que se haya enchetado en los últimos años.
Lo que sí me parece aterrador es ese karma que han llevado a lo largo de los años -son demasiadas las cosas que le pasaron a sus estudiantes para no ponerse supersticiosos-.
El Suárez extrañamente es un liceo más salvaje que el 28 -el otro liceo público de Pocitos, pero que se encarga de bachillerato. Mi teoría es que en los últimos años, ya para quinto y sexto, este liceo ha sido integrado básicamente por estudiantes repetidores cuyos padres se avivan y se niegan a pagarle las cuotas de liceos privados de Pocitos (sí, capaz que soy medio duro), mientras que la mayoría que transitaban por el Suárez suelen terminar en los más politizados Zorrilla e IAVA, por lo que la población del de Bulevar España resulta ser tan emancipada como la de los liceos predecesores (ojo, no estoy equiparando chetez con quietud, sino a preguntarle a Luca en relación a Gordonstown).
Con respecto al Latinoamericano, ese sí que es un liceo salvaje, con muchas de las personas más atorrantes -en un sentido que no es bueno ni malo- que he conocido en mi vida. En ese caso, es más explicable. Ateo y siendo un experimento (posiblemente) fracasado de enseñanza global introducido por el Psicólogo Juan Carlos Carrasco, con una tradición de profesores y maestros ultra permisivos, no es sorpresa que sus estudiantes fueran mucho más deshinibidos que los de los otros liceos privados de Pocitos.
mazanilla y sal:
Cuando me dice un ómnibus que salta, me hace acordar al coche de este dibujito de Betty Boop.
Con respecto a la mención de mi padre, él jugo ese partido.
Acá está el gol del que hablo.
¿Alguien paso por el seminario?. Siempre me llamo la atención el sentimiento de orgullo y auto-confianza que experimentaba alguna de la gente conocida por mi que paso por ese liceo. Eso no se si esta asociado directamente al legado de formación integral y de corte humanista que hereda o mas bien a el estimulo de ciertas facetas de liderazgo social que intentan ser trasmitidas.
Yo utilice el public service en materia educativa gran parte de mi vida. Fui exponente de ese liceo aluvional y multiclasista (tan multiclasista como lo puede ser el sistema secundario de educacion) que es el Damaso, un lugar de donde llegaban de los mas diversos barrios lejanos. Cuando entre, año 94 mas o menos, aún el liceo mantenia de primero a sexto año, por lo que tuve que integrarme a una fauna pesada de tipos que pasaban los 18 años, que incluía a algunos famosos barrabravas de hinchadas (entre ellos el capo de la barra de peñarol el "manco willy").
La "joda" era ir a buscar a pibes de los tres liceos privados de la zona: los maristas y en mayor medida el crandon y el logosofico.
Yo fui al Zorrilla y al IAVA. En mi mundo los privados son todos iguales y la masa informe de individuos de los privados son chetos apestosos y burgueses egoístas y descerebrados. Y por supuesto a más de una cheta le dejé marcas de uñas de regalo.
Escribiste un libro Agus? Qué libro?
El flaco de los maristas que se murió en el ascensor era mi vecino, increíble como todo el mundo lo sabe, y si, recuerdo esas batallas interliceales hace años, una vez se mataron mal como 300 personas corriendo por 21 de set.
El otro día, inspirada por este post, le comentaba a alguien lo raro que se me hacía escuchar a gente hablar sobre los liceos en Uruguay.
Lo más raro es que mientras estaba en el liceo como que no me ponía a pensar sobre qué liceo era cheto y cuál no. Supe tener amigos que iban tanto a liceos públicos como a privados (confieso que generalmente eran de liceos privados) pero como que no comprendía por qué algunas personas me dejaban de hablar en cuanto les decía a qué liceo iba.
Una vez que salí de aquella burbuja pude ver las cosas con más perspectiva, digamos. Y las generalizaciones liceales me siguen pareciendo una pedorrada tan grande como las de los bandos políticos, barrios o equipos de fútbol 'a muerte'.
Desde entonces, me quedo con el consuelo de tontos de que si alguien actúa o reacciona en base a preconceptos arraigados en esas cosas, entonces no valía la pena in the first place. Y no sólo me refiero a preconceptos que marcan a un liceo como 'cheto', sino también a los que marcan a un liceo como 'plancha'.
(Y otra cosa: es increíble cómo la definición de liceo 'cheto' cambia según a quién le hables. Conozco muchas personas que te dirían que Los Maristas no tiene nada de cheto y, es más, lo llamarían un liceo 'plancha'.)
Nunca me había percatado de la gran influencia que tiene el liceo en nuestro futuro. Por ej, yo no puedo evitar elegir y tomar partido. Si no hubiera ido al Zorrilla no tendría mi blog izquierdista y revolucionario.
Todo lo contrario de DIT que tiene problemas serios para tomar decisiones y las justifica con un discurso en el que se supone que es equilibrada y todos los que no son como ella son idiotas.
"Si no hubiera ido al Zorrilla no tendría mi blog izquierdista y revolucionario."
Marujita, con todo el respeto, y sin esperar que D.I.T te conteste, dejate de joder.
Hay diferencias gigantescas entre cada liceo, cada uno forma un micro-universo con características hereditarias de generación a generación (que obviamente pueden cambiar). Incluso entre liceos que uno supondría como similares, como Los Maristas y el San Juan. Hace poco estaba hablando con un amigo judío y él me contaba las diferencias abismales que había entre el Ariel y el Integral, diferencias que para los no-judíos son absolutamente imperceptibles porque nuestros prejuicios nos hacen homogenizar a toda la comunidad judía y, por supuesto, a sus colegios, de la misma forma que marujita lo hace con los liceos privados.
A mí me resulta igual más notable las diferencias radicales que hay entre liceos públicos no demasiado alejados entre sí y pertenecientes a clases sociales similares. Pienso en particular en el abismo que hay entre la anarquía casi delictiva habitual en el Suarez y la militancia de alta exposición del Zorrilla (también podría hablar de la diferencia de la militancia del Zorrilla y el IAVA, pero este último tiene muchas particularidades pedagógicas que la explican). Cuando terminé la escuela (la Nº 3 Francia) fui el único de mi grupo de amigos al que le tocó ir al Suárez mientras que todos los demás fueron al Zorrilla. Como nos seguíamos viendo, comparábamos experiencias y no podían ser más diferentes: mientras que en el Suárez era todo punk-rock, porro y bolas y pequeña delincuencia, en el Zorrilla era todo cantopopu, vino, marchas y miguelitos. Al tiempo nos volvimos totalmente incompatibles.
Sin querer ofender a marujita, el gremio del Zorrilla -en el que tenía a varios de mis mejores amigos y alguna novia- me demostró como la militancia puede ser una excusa más para ser un forro de mierda, abusivo, exhibicionista y motivado por las mismos impulsos -tener prestigio, notoriedad, popularidad y levantarse minas- que rigen la vida adolescente, pero en forma más hipócrita.
No me cabe la menor duda de que la experiencia de los gremios y la militancia es esencial para la consciencia de la vida en la polis, y estoy seguro que han sido el ámbito de formación de muchos de los mejores y más generosos uruguayos. Pero simultáneamente son también un gran espacio de amplificación y poder para imbéciles de toda clase, y debe ser el lugar donde he visto -y sigo viendo en televisión- algunos de los hijos de puta más imbéciles y abusivos que me ha tocado conocer en mi vida.
Marujita, no pierdas el tiempo conmigo. Cada cual con su pedorrada; no te considero ninguna idiota y, aunque sí me creo superior a algunas personas, justo este no es el caso.
Además, creo que hay una gran diferencia entre el tomar decisiones y el tomar partido. Sí, te puedo decir que tiendo a estar de acuerdo con lo propuesto por las ideologías de izquierda y que hay ciertas cosas de las ideologías de derecha que me parecen barrabazadas. Pero la cosa es vice versa. Por lo tanto, me resulta al pedo tomar partido.
A mí tampoco me gusta ir a baiar... cuando voy, es porque no pagué entrada (léase fiestas de egresados): en esos casos hasta las disfruto en cierto punto.
Me alegro por tu adquisición del vinilo de Nick Cave, ese disco no lo escuché nunca sin embargo... tengo entendido que es el menos singer/songwriter de su carrera.
PD: Perdón que no me haya pasado mucho por aquí, estoy abandonado en el mundo blogger, jeje.
Bueno, con respecto a todo lo que se venía hablando mientras andaba viendo películas en la casa de mi novia, ya todos sabemos de sobra cómo es marujita, y si uno menciona palabras como liceo privado, sabe que es como dejar una banana dentro de la jaula de un mono. Yo ya a esta altura (y cayendo dentro de su definición de burgués egoista descerebrado) no me caliento.
Por otro lado, considero que el tema de las generalizaciones liceales, sin adscribir a una postura como la de marujita, me parece que sí hay ciertos caracteres que se repiten en ciertos liceos, dándole una cierta forma de identidad, porque hay pequeños detalles en cuanto a la enseñanza, precio, ubicación, profesorado, tradición, participación deportiva, libertad de opinión y enseñanza religiosa -o no- que, quiérase o no, moldean al alumnado de cierta manera. Por supuesto, esto tiende a variar con ciertas generaciones (ni que hablar de casos individuales). Por ejemplo, las dos personas más militantes que conocí en mi vida nos la conocí en el gremio ultra politizado del CEUP, ni siquiera en el CECSo, sino en el San Juan Bautista. Uno de ellos creo que ya integra filas políticas y otro es un anarco (anarko) que desde hace varios años está al frente de movimientos pro liberación de Palestina.
Con respecto a la oportunidad que ofrecen los gremios, totalmente de acuerdo con Benito. Tuve la oportunidad de estar dentro de una ocupación del Miranda (en plena fascinación adolescente izquierdista) y lo único que vi fueron los mismos pelotudos que en mi liceo, que para cargarse minas, en vez de ponerse una camiseta de rugby se ponían la bandera de Cuba.
Gracias a ellos me volví políticamente agnóstico.
"Pero simultáneamente son también un gran espacio de amplificación y poder para imbéciles de toda clase, y debe ser el lugar donde he visto -y sigo viendo en televisión- algunos de los hijos de puta más imbéciles y abusivos que me ha tocado conocer en mi vida.".
Suscribo esto dicho por Benito. Este un país (sin ponerme escanlaresco) en donde la izquierda tiene y ha tenido el monopolio de organizacíón, y las expresiones culturales. Esto no es menor. No hubo aca algo asimilable al "gremialismo" en Chile, corrientes catolicas de derecha que funcionaron como sosten ideologico del pinochetismo en el sistema educativo. Esto tambien es propenso para genera un monton de vicios que se amplifican en una situacion de cultura hegemonica. Es cierto que el declive de la participacion (yo tengo 26 años, por tanto no vivi la primavera democratica) ha generado que estos lugares tengan cada vez menos incidencia, pero creo, que de forma negativa, los ha hecho mas sectarios, mas radicalmente fundamentalistas y mas miopes de su entorno.
Las pelotudeces mas grande escuchadas sobre la reforma Rama las vi en los liceos, y de boca de estudiantes, compañeros en algunos casos manijeados por ese gremio respulsivo que es FENAPES. Por el 96-97 yo era igual de pelotudo que ahora, solo que quizas un poquito mas desinformado y mis acciones estaban fuertemente orientadas por el afan de zafar a cuanto dia de clase pudiera. En esos años me fume decenas de asambleas estudiantiles en donde eramos arreados como manada al patio del damaso a votar ocupaciones sobre las cuales no teniamos la mas puta idea, como debe ser, a los 15 años. Unos años despúes me entere de que el argumento de ir contra la reforma Rama por ser neoliberal era la pelotudez mas grande del mundo. Esa Reforma era estatista, autoritariamente dirigida quizas, pero estatista hasta la medula. Y me entere de que habia un pelotudo en las asambleas que se habia confundo las siglas del BID por MID: que se parece mucho mas al MIT ubicado en Boston, claro esta.
Phibrizoq:
Qué extraño, yo me imaginaba que con su gusto por Madonna y los Pet Shop Boys iba a ser un Tony Manero del siglo XXI.
Con respecto al disco de Cave, creo que debe ser uno de los más teatrales de su carrera, con temas que realmente por momentos se alejan del formato canción y actúan como decorado de una obra dramática a llevar a cabo -y de la que todos sabemos que Cave sabe sacar más jugo que nadie-
lele:
Yo también conocí al chico del ascensor, si no me equivoco se apellidaba Bañales. Su muerte me pareció tremendamente extraña, ya que la última persona que cagué a palos en mi vida (y esto estamos hablando hace más o menos seis años), fue precisamente a su hermano, en un partido de basquetbol dos contra dos.
Sin duda la adolescencia es una etapa difícil, Benito. Y marcada en gran parte por una búsqueda de identidad. Es verdad lo que decís. A mi también me discriminaban por cheta en los liceos de La Teja y Colón, algo que era bastante traumático dado mi perfil revolucionario. Después que pasa el tiempo, también vas moderando las opiniones, sobre todo cuando ves a los sexualmente codiciados líderes gremiales de antaño trabajando de mozos en un bar y sin mayores perspectivas en la vida.
DIT, no es nada personal. Sólo que me preocupan los adolescentes moderados. Es una etapa para tomar partido. Y yo tampoco sigo siendo tan izquierdista. Si ahora voto a la izquierda (lease frenteamplismo moderado) es sólo porque no hay otras opciones. La derecha uruguaya sigue siendo conservadora y en parte fascista. Y la ultraizquierda tampoco es una opción, sigue siendo conservadora y vive en las utopías del pasado.
"Todos sabemos de sobra como es Marujita" debe ser de las frases más discriminantes que escuché en mi vida, Agus. No es que me preocupe mucho tu opinión, sólo que me parece extraño en alguien que quiere presentar una imagen de superada apertura ideológica y mental. Conocí a mucha gente de los privados, de todos los privados de Montevideo, porque eso tiene la universidad que nos junta a todos, y en la gran mayoría encontré ese mismo trato despectivo para los que fuimos a los públicos. Siempre había excepciones, por supuesto, y claro que para los burgueses y oligarcas de los privados, nosotros sólo éramos resentidos.
Marujita decia:
... A mi también me discriminaban por cheta en los liceos de La Teja y Colón, algo que era bastante traumático dado mi perfil revolucionario...
...
A lo mejor me perdí algo, pero Benito nunca dijo que fuera discriminado.
Tu posición sin matices sobre los liceos privados contrasta con lo que acabás de mencionar, pues como bien has comprobado en carne propia la "chetez" es algo subjetivo que depende del observador, seguramente siempre existirá alguna persona que te vea como "cheta", aunque seas la encarnación del Che en la tierra.
...
Me adscribo al comentario de Benito sobre los gremios del liceo,
aunque discrepo un poquito en la apreciación musical del zorrilla.
En la época que estuve en el Zorrilla había mucha guitarra criolla pero no lo llamaria cantopopu, se tocaba mas bien temas de rock español (loquillo y aledaños) o rock argentino, etc , "compañero che guevara" y cosas por el estilo no estaban de moda.
...
Sobre que te agarren a piñas y de punto en el liceo/escuela, el tema por la madre patria y otros paises "del primer mundo" se ha ido al carajo, ahora se le llama "bullying" o acoso escolar y ya van un par de casos de guachos de 14 años que se sucidan porque no aguantan más. Recomiendo el que pueda que vea una pelicula sonbre el tema recien estrenada que se llama "Cobardes".
Excelente post, Kanopa, largo o no, lo leí de una y con mucho gusto.
Lamento llegar tarde a la polémica, pero igual me hago partícipe.
Marujita, si en serio pretendés dar valor a tu postura, no abras tu comentario con generalizaciones absurdas. Yo, sin ir más lejos, fui a liceo privado y voy a universidad privada, y aún sabiendo eso no tenés ni idea de como trato a la gente que no ha gozado de las mismas comodidades, ni a quien voto ni en pos de qué. Te sorprenderá saber que no es necesario izar una bandera de revolucionario/a para abogar en favor de derechos que le corresponden a todos, sin distinguir clases sociales, basándome no en el concepto de caridad, sino en el de justicia.
Ah, me olvidé:
Marujita escribe: -"Todos sabemos de sobra como es Marujita" debe ser de las frases más discriminantes que escuché en mi vida...-. Lo que creo entender es que Agustin ya está más que acostumbrado a tu predisposición a sacar a relucir viejos traumas de la infancia y adolescencia, el problema es que los transformás en un indicador social, lo cual es todo lo menos objetivo. Tal parece ser que en la universidad te encontraste con una amplia variedad de ex-alumnos de liceos privados, y todos te dieron el mismo trato despectivo. Bien, esto es obviamente un problema de perspectiva personal, estoy seguro que tus rígidas preconcepciones relativas a la diversidad social te predispusieron en muchos casos a sentirte maltratada, cuando en realidad no lo eras. A veces la discriminación nace desde el supuesto discriminado.
oldboy, yo no dije que a benito lo discriminaran. Es una lástima que vos siempre tengas problema para entender y yo nunca tenga ganas de explicar.
Me encanta que me vengas a dar lecciones de vida. No sabés como me hacés reir.
elfino, es verdad que hay muchos lúmpenes como todos uds, pero también es cierto que en los liceos privados se reproducen ciertos valores de lo peor de la clase media, clase media que ambiciona llegar a ser clase alta. Como te decía, diferencias hay por supuesto. Hay lúmpenes como uds. Y hay privados más pedorros como los que fueron uds, que no se diferencian mucho de algunos públicos, y están los peores, los liceos para oligarcas a los que van los carrasquitos. Esos apestan.
Cuando digo "todos sabemos de sobre cómo es Marujita" no tiene nada que ver con algo político o económico (pero bueno, también todos sabemos que marujita entender las cosas a su manera). Más bien, a lo que me refiero es que todos sabemos que el ser radical y revolucionaria -las cursivas son mías- es parte del personaje de blogger que se creó la muchacha, y ciertamente la poca flexibilidad de la caricatura que ha hecho de sí misma me lleva a no tomármela en serio, tal como un personaje de una sit com, en el que ante las pelotas que le dejan picando, uno preveé el chiste que se viene. En este caso, el hecho de que me haya saltado con que la discrimino, sigue siendo parte del mismo guión, así que lo único que espero son las risas grabadas de fondo.
(Fabrizio evita el tema de los liceos, porque no es uruguayo y no puede opinar sobre las cualidades del Suárez)
Bueno, en realidad SÍ me gusta bailar, pero no me gusta IR a bailar. Preguntales a mis amigos qué es lo que pasa cuando ponen "La Isla Bonita". Y mejor me callo acá, tengo una reputación que sostener, che.
No me digas fino que la discriminación social no existe, que en realidad es... "un problema de perspectiva personal, estoy seguro que tus rígidas preconcepciones relativas a la diversidad social te predispusieron en muchos casos a sentirte maltratada, cuando en realidad no lo eras. A veces la discriminación nace desde el supuesto discriminado."
Detesto toda esa basura psicológica para infradotados.
Ves lo que pasa por ir a liceo privado. Te hicieron creer que la discriminación social no existe.
Es una lástima que no me tomes en serio, Agus, y que el argumento sea una reflexión pedorra sobre los personajes en internet, cuando todos sabemos que en gral. poco tienen que ver los personajes con las personas reales.
En eso estoy de acuerdo con Marujita, los personajes de internet no son tan parecidos a las personas reales:
Precisamente, dudo que en el día a día Marujita sea tan pesada
La discriminación por cheto existe y es clara y violenta, aunque, por supuesto, sigue siendo ridícula en relación a la discriminación por pobre o por negro. En realidad más que una discriminación lo que existe es una desautorización: cualquier nacido y/o crecido eventualmente en Pocitos, Punta Gorda o Carrasco se va a encontrar, si está discutiendo sobre política, en algún momento a algún imbécil que ante la incapacidad de ganarle la discusión con hechos o datos, va a zanjar todo con un "vos no podés hablar por sos de... (pongan el barrio que quieran acá)", como si la simple procedencia significara una vida de privilegio absoluto o como si no hubiera privilegiados viviendo como pachás en barrios "obreros".
Yo nunca me sentí discriminado por cheto, por la sencilla razón de que nunca lo fui, y soy pocitense/fernandino hasta la médula. Cuando a alguien se le ocurre recriminármelo por mi acento o forma de expresar lo invito cordialmente a chuparme la pija. Porque no saben una mierda sobre mí o sobre mi experiencia vital excepto mi procedencia, y mi procedencia significa muchas cosas pero ni la décima parte de las que constituyen mi persona.
Ahora, la mentalidad en los colegios privados, incluso en los más progre como el SJB o el Latino, es profundamente clasista, por lo cual no es de extrañarse que surjan personajes radicales de esos entornos: la primera vez que vi que alguien fuera evaluado en forma negativa por su ropa o casa fue, justamente, en el SJB. En el Suárez, colegio en el que había enormes diferencias económicas entre sus alumnos, a nadie se le ocurría medirsela en esos términos, pero apenas pisé el SJB, donde la mayoría de los alumnos pertenecían más o menos a la misma clase media/media-alta, enseguida vi como cada pequeña diferencia podía ser utilizada para despreciar o alardear según el caso.
En ese aspecto la enseñanza secundaria pública era ejemplarmente niveladora, y una fuente de experiencia de cruce de clases alucinante. Hoy en día el deterioro brutal de la misma ha hecho que todos los padres capaces de pagar -aún a costas de enormes sacrificios- un colegio privado, lo hagan. Porque la diferencia es entre educación y no-educación. Y si bien es innegable el desarticulado de décadas de esta educación secundaria, hoy en día estoy firmemente convencido que la mayor carga de culpa del deterioro recae en la desidia y la ignorancia del orden docente: la educación pública que yo viví fue la de la dictadura militar, es decir, la más oprimida de la historia, y sin embargo funcionaba bien, porque ni siquiera esa opresión se consideraba excusa para el abandono del puesto. Hoy en día en cambio tenemos un orden docente que preferiría anular el Plan Ceibal para que les aumenten 300 pesos por mes.
En relación a los gremios; yo les ofrezco a las autoridades del CODICEN un argumento publicitario para terminar para siempre con el reclamo del cogobierno estudiantil en secundaria (en realidad un reclamo de profesores vivos, no de estudiantes inquietos): alcanza con hacer una breve selección de declaraciones públicas de los últimos años a cargo de portavoces de los gremios estudiantiles del Dámaso, el Zorrilla, el Bauzá. Dos minutos de eso y a nadie le va a dar la cara para reclamar que esos pibes tengan algún tipo de poder de decisión sobre la enseñanza.
Marujita, es muy dificil tomarte en serio. No importa lo que nadie diga, vos NECESITABAS que el "lúmpen" de liceo privado desconociera la discriminación social, si no lo hiciera, tus irracionales planteos perderían sentido, no?
Mi comentario no supone el desconocimiento de la discriminación social, claro que existe, es muy difícil no ser testigo de ella, el hecho de haber ido a liceo privado no me sube a una burbuja de idiotas. A lo que iba era a que estás moralmente destruida -quien sabe por qué-, y que, estés en lo cierto o no, tu compulsión a disminuirme a mí o cualquiera que no haya sido educado bajo tus condiciones describe resentimiento y profundo odio ante los que considerás más afortunados.
No es pavada psicológica para infradotados, lo que pasa es que no te gusta que te lo digan.
Benito habla de que le "chupen la pija", y eso es. Creo que varios de los bloggers de aqui se lo harian a piacere. Se miman entre ustedes (oldboy, elfino, agustin)pero lo que dice Benito es la Ley. ¿Les paga o algo por el estilo? Quitense el collar que se nota. Todo lo que toca parece oro. Escribe bien, pero podrian parar un poco de alcahuetear. Se nota pila.
Que lo pario, concuerdo y eso que alguna vez Benito me puso en la lista de enemigos eh.
A ver, wiki mediante "Un argumento ad hóminem o argumentum ad hominem (en latín, ‘dirigido a la persona’), es un tipo de razonamiento que se construye a medida de la persona a quien se dirige, apoyándose en las convicciones del interlocutor.".
Bueno, en realidad mi mensaje era sobre mi acuerdo con los ad hominem detectado por Benito en estas discusiones sobre clases sociales, no el post de Alvaro.
A este ultimo le digo que ta todo bien, cada uno puede tener sus impresiones, pero seria mejor que en vez de tejer suposiciones "pelaras" tus argumentos. No hay mejor cosa que debatir las leyes, falseandolas.
Yo que sé Alvaro, si uno está de acuerdo, ¿qué va a poder decir? ¿llevar la contra más allá de lo que uno cree?
Si algún día Benito, o alguno de los blogger que nos mimamos entre sí llega a decir que el último disco de Miguel Bosé es lo mejor que ha dado la música en los últimos veinte años, de seguro que contará con mi desacuerdo
Es verdad, Benito. Yo fui a liceo público y ahí, lamento afectar tu hipótesis elfino, pero no tuve que vivir ninguna experiencia traumática por discriminación. Todo cambió en la universidad donde convivimos con gente de todos los liceos de Montevideo. No voy a generalizar porque había de todo. No todos los de privados discriminaban, pero los peores de todos eran los carrasquitos. Sí había un sistema feudal de clases sociales. Teníamos una aristocracia de carrasquitos de clase alta, abajo estaban los vasallos que era el grupo de clase media chupamedia de los carrasquitos y después estaba la plebe.
Álvaro, quien sos? Ahora uno "mima" a otro blogger por el simple hecho de argumentar parecido?
Ahora, comentás y no decís nada, debe ser para evitar "chupar la pija" de algun otro blogger, según tu linea de pensamiento. Sos de esos que estan en contra de todo y todos para sentirse único y sin referentes? Bueno, yo que sé, eso es un poco lamentable.
De hecho, creo que no hay mejor manera de "mimar" a Benito que con tu comentario.
Marujita:"¿el sistema feudal de clases sociales?". Algo de este enunciado no cierra. Algun tipo que haya estudiado estratificacion social se agarrara un pedo barbaro con esa frase.
pd: Agustín: El ultimo disco de Miguel Bose es lo mejor que ha dado la música en los últimos veinte años. ¿Así esta bien?. El disenso es necesario, caramba.
Marujita, yo también tenía esa imagen de los "carrasquitos", que en mi facultad abundan, pero la verdad es que hay de todo, gente que anda blandiendo el escudo del British, y gente a la que le importa poco y nada. Generalizando es que uno se fastidia más fácilmente. Sería como pensar que todos los alumnos del IAVA son pichones de gremialistas universitarios, o que todos los del liceo 28 son negados mentales que fracasaron en su pasaje por algún liceo privado de Pocitos. Ambas apreciaciones son un bolazo, pero las he escuchado más de una vez, y bien sirven para justificar cualquier comentario o prejuicio despectivo hacia gente sobre la cual uno no sabe nada realmente.
ahhhh, dije sistema feudal de clases sociales. Pero que bestia qeu soy. Mil perdones.
fino, yo no encontré uno medianamente normal. además de oligarcas clasistas, eran todos fachos promilicos. o sea podemos concluir que algunos de tus carrasquitos son buena gente, y todos los míos son unos hijos de puta.
No vale la pena discutir con don "Álvaro", un obsesivo compulsivo capaz de revisar quién sabe cuántos blogs de ambas orillas buscando "desmitificar" a opiniones de blogger que sólo él puede considerar míticas. Si entre tanta obsesión (¿no serán ganas sublimadas de mamar tronco al fin y al cabo?, si es así, es una pena pero seguro que alguien lo podrá complacer) tuviera tiempo para hacer una sinapsis mínima se hubiera dado cuenta de que justamente en este diálogo tengo como interlocutores a personas con las que generalmente me puteo y no estoy de acuerdo. Pero es demasiado pedirle a alguien capaz de cribar decenas de blogs buscando el nick "benito" para hacer algún aporte como el presente. Lo que no entiendo es para qué carajo cambiar de nick teniendo un estilo tan reconocible como un DNI.
Ahora, volviendo a temas más interesantes como las discriminaciones adolescentes, en mi tiempo había -como dice la canción de Los Traidores- "chetos" y "terrajas", pero era una diferenciación bastante difusa y subjetiva, mucho menos radical que la de "chetos" y "planchas" actual, por ejemplo. Poniéndose foucaultiano habría que decir que las categorías de diferenciación no eran tan absolutas y no implicaban una fractura socio-cultural evidente, aún con un evento tan drástico -y terminal para el Uruguay batllista-vareliano- como la dictadura militar. En realidad me parece un fenómeno posterior que tiene que ver con la hipertrofia de aspectos identitarios minoritarios.
Como todos los grandes fenómenos sociales el asunto es multicausal, pero me parecen interesantes algunos aspectos culturales importados o magnificados por las supuestas curas: por ejemplo en dos de los tres liceos a los que fui había personajes similares al del "bully" anglosajón -que es un rol generado por una cultura educacional basada en la competencia y en la concepción de "ganadores" y "perdedores"-, en un caso un canario punk gigantesco y en el otro un jugador de rugby, pero no estaba institucionalizado ese rol de "bully" ni implicaba ser el macho alfa de nada (de hecho, el canario en cuestión cobró de lo lindo el día que dos o tres se juntaron y se la dieron), ni estaba obligado a cumplir con ese rol de abuso, algo que hoy en día es habitual en los liceos públicos.
Más triste aún son fenómenos similares a edades aún menores: desde siempre hubo gente más popular y exitosa que otra en las clases, pero eso no era visto como una categoría fija, casi una casta (e igualmente inmutable). Hoy en día escucho a mi sobrina hablar naturalmente sobre ser "popular", una categorización totalmente excluyente y tan extranjera -pero adaptada- como Halloween. Una conocida pedagoga me decía que productos supuestamente anti-discriminatorios como "Patito Feo" lo que han conseguido es enseñarle a una generación de pendejas una forma sencilla y clara de discriminación pura.
Maru, decime por favor que cuando ibas al Zorrilla, invitabas a tus compañeros de gremio a pasar el fin de semana en tu estancia.
En realidad el hecho de que esos tipos (los "chetos" y "terrajas") compartían espacios de socialización comunes, es la muestra de que habia posibilidad real de desarrollar codigos de identidas comunes, mas alla de los conflictos inter-tribus. Hoy eso es ya territorialmente imposible. Y quizas por eso las aproximaciones de los otros grupos sean en cada uno de los casos, más vagas e imprecisas. Y tambien menos "ciudadanizables" si se me permite el termino.
claro amagi, viste como son los gremialistas, en el fondo todos quieren levantarse a una estanciera para asegurarse el futuro, así se evita terminar de mozo o peor aún, trabajando en la intendencia.
Me imagino que terminaban durmiendo en la carpa afuera, y vos tranquila adentro. Ninguno tenía nivel suficiente, digamos, como para inspirarte los títulos de los post.
maru: yo no estoy como para dar lecciones de vida a nadie, solo te comentaba que lo que decis - literalmente , no estoy haciendo valoraciones - no es consistente.
O sea el criterio que utilizás para decir que "todos" los estudiantes de liceos privados "son chetos" - el lugar en donde viven - es el mismo criterio que te aplicaron a ti cuando fuiste a estudiar a La Teja y Colón, y tambien te decian "concheta" (solamente porque no eras de La Teja) sin concerte y sin saber nada de ti ya te pusieron una etiqueta.
O sea el criterio esta bien si lo aplicás vos pero está mal cuando te lo aplican a ti.
...
Alvaro: Sobre la "chupada de pija", mmm,
no me veo en el grupo de los incodicionales, pero si fuera asi no pasa nada, es que alguien todavia no se enteró de que comentar en un blog es lo mas parecido a una paja mental.... y como no estoy en contra de la paja en general yo hago lo que me salga de los huevos.
En todo caso es mas divertido si rebatis con argumentos o discutis condescendencias evidentes, escribir "son todos putos" o cosas del mismo calibre no aporta nada y es de los mas aburrido.
Volviendo atrás, en lo personal casi nunca, y en un liceo donde había un grupo más o menos diferenciado de personas con cierto poder y ventaja frente al resto, se escenificó la separación de estudiantes al borde de la violencia -no estaban los clásicos bullies sino agun pelotudo que te rompia los huevos de vez en cuando, y que no tenía que ser precisamente de la casta favorecida-. En aquel momento yo lo veía violentamente, pero ya al llegar a quinto de liceo me di cuenta de que una parte importante de la segregación que sentía era un delirio persecutorio mío.
En realidad, los grupos más discriminados no eran de una índole propiamente económica, sino más del orden de lo extraño (se que es completamente vago esto, pero no se me ocurre un mejor adjetivo). Ni siquiera eran los estudiosos los más segregados -que en ese terreno yo había encabezado la lista negra- sino más bien los que conservaban ciertos caracteres de niño: es decir, los más pueriles, indefensos o gay eran los que iban al asador.
En lo que sí se sentía una jodida separación inmutable y al borde de la casta era en el tema de las mujeres. El no pertenecer al grupo comúnmente llamado cheto, te invalidaba automáticamente como hombre. Creo que la violencia se vivía sobre todo en este punto. Uno iba al liceo y a partir de un momento ni se quemaba en agradarle a las mujeres, ya estaban fuera del alcance, aquello era impensable (y como prueba, ninguno de los no-chetos -este lenguaje me parece sumamente regresivo- pudo estar en doce años de una misma generación, con alguna de las minas comúnmente cotizadas).
Igual, después la cosa fue más radical y las mujeres ni siquiera estaban con gente del liceo, prefiriendo ennoviarse con licenciados en marketting que ya las iban a buscar al liceo en auto (y que las dejaban llorando a los dos meses porque volvian con sus novias más maduras).
Es muy difícil hacer una actividad en la que uno no tiene esperanzas de conocer a alguien, después de todo, un hombre construye un puente para decirle a una mina "mirá, construí un puente"
Bueno Amagi, no estamos hablando de genios. Son gremialistas.
Oldboy:
"O sea el criterio esta bien si lo aplicás vos pero está mal cuando te lo aplican a ti."
Esta es una conclusión equivocada e infantil.
Agus, que adolescencia tan triste: nerdo y looser. Cómo sobreviviste?
Música/Cine/Escritura/Onanismo/Egocentrismo
...y las minas de otros liceos
maru:
como tu digas, no he dicho nada que no hallas escrito tu, bueno me voy que estan pasando al dinosaurio Barney.
A mí me pasó algo muy parecido a lo que contás del viejo hincha de River, pero en un clásico, mirando a un niño de no más de 8 años vestido con la camiseta de Peñarol en medio de un montón de hinchas de Nacional.
No sé si lo peor fue ver la tristeza del niño o la indiferencia de su padre, que estaba entre los que festejábamos los goles de Nacional.
Veo que se mantiene la tradición de las sanjuaninas de entregar sólo para afuera y matar de hambre a sus compañeritos. Bueno, vos todavía son un ex alumno reciente -y felizmente ennoviado por lo que contás- pero si te quedó alguna cuenta pendiente te aseguro que esa tradición se desvanece pocos años después de salen del SJB, y uno tiene algunos cobros inesperados.
Ahora, yo tuve la suerte de vivir mis años de adolescencia más hormonales en un tiempo -fines de los 80- en los que ser medio freak era un punto a favor con las chicas porque había una suerte de revolución cultural en el ambiente. Digamos que era una época en la que un rockero tímido y neurótico (y absolutamente inútil para el fobal) podía integrarse bien con la élite futbolística del SJB porque el componente rebelde o pseudo-rebelde cotizaba alto en el imaginario popular. Por lo que sé no duró mucho y fue una época muy especial, pero al menos a mí me resultó muy útil en cuanto al trato con el sexo opuesto (especialmente en Los Maristas, donde no existía esa desgraciada tradición de la que hablaba al principio).
Pero como ya dije fue otro tiempo: supue que pocos años después de que mi generación dejó el SJB, hicieron una limpieza a fondo, reinstalaron el uniforme, echaron a casi todos los becados y reprimieron radicalmente cualquier consumo -o apariencia de consumo- de drogas (en mi generación la enorme mayoría de los varones fumaban porro como si fueran rastafaris), al mismo tiempo que subían porcentualmente las cuotas mensuales, lo que eliminó el aura bohemia del SJB convirtiéndolo en algo más parecido a los otros colegios católicos.
benito siempre la tiene mas larga. como haces pa no caerte pa delante?
Creo que después desmantelaron lo del uniforme. Desde el primer año de liceo hasta sexto uno podía ponerse lo que quería -a no ser shorts, bermudas, chancletas o camisetas de fútbol, o collares hechos de orejas humanas-, y fue recién al año de irme (en que cambiaron de director) que reinstalaron lo del uniforme en ciclo básico -supuestamente bajo la noble idea de evitar cierta discriminación a base de ropa entre los estudiantes-.
En realidad, en mi cuestión personal es poco lo que puedo increparle al SJB como institución, después de todo, durante casi cuatro años mi hermana y yo no pagamos un peso -andabamos muy jodidos económicamente- y los tipos nunca le reclamaron nada a mis padres- eventualmente cuando el barco salio a flote pagamos nuestras deudas sin íntereses, y después me enteré que esa había sido más o menos la historia de gran parte de mis compañeros.
Con respecto a lo de las sanjuaninas, ya varios compañero me han informado de ello, pero uno a esta altura se da cuenta de que ni siquiera eran tan lindas.
En todo caso, en primero de facultad hice todo lo que no pude hacer en aquellos años
"Música/Cine/Escritura/Onanismo/Egocentrismo
...y las minas de otros liceos"
¿Y vos te creés con derecho para venir a juzgar a mi personaje???
Si de algo me di cuenta al entrar a facultad, es que las sanjuaninas no son para nada llamativas. Así como cuenta Agustín, mi secundaria en el San Juan también transcurrió con un interrelacionamiento mínimo con las mujeres de la generación. Si bien este "status quo" era absolutamente desmotivador, no creo haberme perdido de estar con ninguna maravilla femenina, salvo potenciales excepciones que las hay en todos lados.
Ahora, respecto al SJB como institución, entiendo que Agustín valore la paciencia del liceo en momentos económicamente difíciles, pero hay que decir que el liceo disponía de una aplia gama de pelotudos en su staff, algunos ocupaban lugares de inexplicable jerarquía y eran especialmente recalcitrantes. No tiro nombres porque obviamente no tiene sentido alguno.
¿También hay una clasificación de liceos que se basa en cuál tiene a las minas más lindas? ¿O que simplemente clasifique a los liceos según las minas que concurren a ellos?
En lo de las minas más lindas por liceo, realmente no creo. Por otro lado, inexplicablemente sí es un fenómeno que sucede por generaciones, con algunas que son despampanantes y otras medias timoratas, como el caso de la mía y la de el fino.
Lo que sí se puede catalogar con respecto a sus mujeres son las facultades. Eso, principalmente porque hay ciertas profesiones que suelen congregar féminas de cierto imaginario estético (comparen las mujeres de facultad de humanidades y las de economía -obvio, en nivel general- y me terminarán dando la razón).
Esto me recuerda a un absurdo catálogo de desempeño sexual de las personas según la música que escuchan que posiblemente lo incluya en algún futuro post.
marujita:
Sí
"comparen las mujeres de facultad de humanidades y las de economía -obvio, en nivel general- y me terminarán dando la razón"
No entiendo cuál es la diferencia. Qué las de economómicas se visten en shopping y se oxigenan y revocan, y las de humanidades son unas hippies mugrientas y zaparrastrosas?
La diferencia es que a las de humanidades sale más barato cojérselas.
Eso me hace acordar al comentario generalizado que hay - o había, a esta altura quién sabe - en la universidad a la que iba: todos eran más o menos iguales pero a los de comunicación los sacabas en seguida. Si no estaban armando quilombo, se vestían 'raro'.
Claro que 'armar quilombo' o 'vestirse raro' en una universidad privada no es lo mismo que en cualquier otro lado.
En mi liceo, todos los años se publicaba un anuario con fotos y cosas de cada generación. Entre esas cosas había un listado de 'premios' que se le otorgaban a alumnos de cada generación que eran votados como 'el/la más...' por todo su año. Yo salí 'la más rebelde' algo así como dos años y seguramente estarán de acuerdo conmigo que de rebelde no tengo un pelo.
Siempre me asombró en cierta medida eso de que para un cúmulo de personas yo era rebelde, mientras que para otras personas yo era un pececito más del estanque. Quizás sea por eso que siempre me resulta raro (en el sentido de 'fascinante') que alguien hable de lo que fue mi realidad por muchos años (y quizás lo siga siendo, ojo).
Es un sentimiento casi que voyeurista, como si uno pudiera escuchar lo que dicen los científicos que miran por el otro lado de la ventana/espejo mientras los demás ni se percatan de que alguien los está mirando.
Hablando desde un punto de vista de alguien que todavía está en el colegio secundario en Argentina (último año, vale aclarar), coincido en que siempre los más discriminados no son ni los chetos ni los grasas, sino los extraños, como dice Agustín, que generalmente son los "geeks" (no los nerdos o estudiosos, son conceptos bien diferentes). Lo sé muy bien porque mi grupo de amigos varones en el colegio es de ese tipo, y los joden bastante a ellos... yo soy la excepción a la regla, porque soy tímido, pero para nada antisocial y me llevo bien con la mayoría del curso, aunque admito que hace tres años era igual que mi grupo de amigos y le tenía rencor a la mayoría de mis compañeros sin ningún motivo aparente hasta que di un vuelco bastante importante en mi personalidad y me volví muchísimo más sociable. Por suerte a pesar de ser gay no soy afeminado y eso hace que nunca me hayan discriminado en ese aspecto.
Ahora, con el tema de las mujeres nunca sentí una segregación importante. OK, mi sexualidad hace que la mayoría de mis amigos sean del sexo femenino, pero yo observo que la mayoría de los hombres, independientemente de su status, tienen amigas mujeres, y eso incluye a mi grupo de amigos varones.
Lo de que las mujeres son más bonitas en unas facultades que en otras suele ser cierto.
Un amigo mío solía decir:
"En la universidad hay chicas hermosas, muy bonitas, bonitas, regulares, feas, horrendas, y las de Ingeniería".
Obviamente, hay excepciones, y hasta puedes encontrar chicas preciosas. Pero lo normal es que sean bastante poco agraciada (cinco años en la Facultad, y preguntas a estudiantes de ingeniería de varios países y generaciones me hacen decir esto).
Aunque, la verdad, en el Politecnico de Milán sí que ví un número exagerado de chicas bonitas en una clase de ingeniería.
Bueno, anonymous/alvaro/don, puede ser que yo incluya demasiadas referencias sexuales en mis comments, pero lo que es indudable es que cada vez que escribo vos saltás a opinar sobre mi miembro. Me parece que te tiene muy interesado, pero tengo que desilusionarte con respecto a tus posibilidades. De cualquier forma en tu país hay cientos de chicos que pueden satisfacerte a piacere.
Pero si no estuvieras tanto tiempo pensando en pijas y visualizándolas te habrías dado cuenta de que yo hablaba sobre una circunstancia fortuita y cultural en la que no tuve ningún mérito: me tocó ser un adolescente raro en un tiempo de cambios en que lo raro era más motivo de interés que de burla o rechazo. Yo vi a hijos de estancieros y jugadores de rugby cortarse el pelo a lo mohicano y arrimarse al fogón de los drogones para ver de qué se trataba, y vi a supuestas chetas terminales intercambiarse discos de P.I.L. y Gang of Four, y salir con bajistas rotosos de bandas hardcore. Un fenómeno raro propio de una época de destape que tuve suerte de vivir, no por los detalles que enumero, sino porque fue un tiempo de profunda incertidumbre y aparente cambio de reglas, algo que está bueno vivir, ya sea que te garches a medio mundo o no te garches a nadie.
En relación a lo de las sanjuaninas y a los liceos con mejores o peores minas, evidentemente eso es una lotería, pero hay centros que por algún motivo u otro tienen fama de que sus mujeres -o sus muchachos- están más buenos que en otros. En mi época pasaba con un par de colegios bastante pequeños, como el Ivy Thomas y el Richard Anderson. Y es cierto que el SJB no tenía un prestigio similar, pero sin embargo en mi generación había un buen número de bellezas totales, incluyendo a una Miss Uruguay que hasta el día de hoy es una de las modelos más conocidas de Uruguay.
Lo de las universidades sí es cierto y tiene que ver con las distintas afinidades intelectuales, la extracción social de sus estudiantes y la relación que tengan con el cuerpo. Pero también hay mucho mito; he vivido muy cerca de la Facultad de Economía y la de Ingeniería, y las cosas han cambiado mucho. En mi escala morbosa, mis favoritas siempre fueron las de Arquitectura.
Las de arquitectura están bárbaras.
Pero cojerse a las de humanidades sigue siendo más barato.
Álvaro, entre más rápido aceptes tu idea fija con el miembro de Benito, más rápido lo vas a superar.
Yo no tenía idea, pero resulta que estás obsesionado con lo que escribe este blogger, y te has ensañado con él, dado lo frustrante que te resulta el no tener posibilidades ante el asunto.
Suerte. Y si no, siempre estará el suicidio.
Si, si arquitectura, definitivamente.
Vos porque tenés plata pad.
Con muchos años de Humanidades encima me animo a opinar; no sé si más barato: con menos vueltas, seguro. Es decir, en lo sexual, en los demás aspectos... ball of confusion.
Difiero con Agustín con respecto a la falta de atractivo relativo de las chicas de Humanidades: es una facultad en el que buena parte del alumnado es mucho mayor que en otras facultades, lo que hace que buena parte de la fauna femenina esté consituída por profesoras o amas de casa sexagenarias, pero dentro del alumnado más joven hay decenas de muchachas atractivas. Tal vez menos que en Derecho o Arquitectura, pero seguro que más que en Agronomía o Veterinaria.
Bien Benito. Disentis, ahora cambia el rumbo de todos los comments. Hablá de arvejas y tu urbe sigue tu hedor. Saludos desde la otra orilla. Y de vos "elfino", por Dios... Debés de tener la cabecita fria ¡ bajá un cambio chabon! Pareces un pedorro snobito más de la vuelta. Desarrollate querido...
Éramos sxe sin saberlo.
De la parte fubolera no voy a decir nada, ya que mi ignorancia al respecto sólo es superada por mi indiferencia.
Bien, aclarado el punto, diré que yo me pasé dieiséis largos años en el Elbio Fernández, liceo privado pero no de los francamente chetos ni mucho menos, y donde había, en mi época, gente de una gama bastante amplia, socioeconómicamente hablando. Pero sería interesante saber cómo ven los demás al Elbio, ya que, como dice D.I.T., es fascinante saber cómo nos perciben los demás.
Recuerdo que los elbiofernandinos tenían (siempre en mi época, no sé ahora), una de esas tradicionales enemistades con los de otro liceo, y cada tanto se armaban unas grescas de aquéllas; pero ni siquiera recuerdo cuál era esa otra casa de estudios. Pasa que jamás tuve ni el más mínimo sentido de pertenencia con respecto a mi escuela y liceo y nunca participé de ninguna de esas incomprensibles batallas. Y, la verdá, me chupaba un huevo.
Concuerdo con Agustín y con Phi en que los más discriminados son los raros.
Benito: Como ya señalaran otros comentaristas, me parece que el amigo Anónimo/Álvaro te ve con buenos ojos, a pesar de su máscara de antagonista. Que te tiene ganas, bah. ¿Cómo se explica, si no, esa obsesión? Y fijate que ahora hasta empezó a referirse a la longitud insuperable de tu miembro viril. Para mí que sueña con hacer como el Pampero, el famoso viento mencionado en ese esperpento patriotero de "Mi bandera" que nos obligaban a cantar en el liceo. ("El Pampero la acaricia, la acaricia")
Maru: Hablando de personajes, ¿no te parece que se te va un poco la mano con lo caricaturesco del tuyo? Largá la brocha y chapá algún picel algo más fino, muchachita.
En cuanto a tu caracterización de las mujeres de economía vis-à-vis las de humanidades, direte que no conozco a nadie que estudie la primera de las carreras mencionadas, pero sí tuve un fugacísimo paso por la otra facultad de la que hablás. Y aunque para tu descripción recurrís una vez más al pincel más grueso, me quedo con el estereotipo de las de humanidades, ámbito donde conocí a más de una mujer más que interesante (y al usar el verbo "conocer", lo hago en su sentido más amplio, incluso el bíblico). Y puesto a elegir entre caricaturas, me quedo con la onda humanística: una linda "hippie" siempre me va a resultar mucho más atractiva que una careta superproducida. Ah, y concuerdo con Benito en que en Humanidades "dentro del alumnado más joven hay decenas de muchachas atractivas". (Uy, mencioné a Benito para darle la razón. Seguro que ahora salta Alvarito a decir que le estoy sobando el pomo al gurú; y a desear ser él el sobador, aunque en sentido literal).
Estaría bueno salir con una chica de arquitectura o de medicina. Mientras no sean demasiado derechosas todo está bien. Personalmente estoy aburrido (yo un producto de Humanidades si los hay) de taradas que se hacen las artistas o que se creen Rosa Luxemburgo porque leyeron un libro de Eduardo Galeano.
Ps Agustín ¿fuiste a lo de Godard?
¿Están proyectando copias de 35 mm o son DVDS?
Elbio Fernández = hijos de masones
Ama: Bueno, el hecho es que Sanguinetti, de quien se dice que es masón, fue al Elbio. Fue compañero de clase de mi viejo (que nunca fue de la masonería).
Pero, la verdá, no tengo ni idea de si en el Elbio Fernández había o hay una proporción de hijos de masones mayor que en otros liceos.
Fascinantes aportes sobre la realidad femenina universitaria en Uruguay. Me imagino que deben tener algunas teorías para explicar por qué las lindas van a unas facultades y las feas a otras. Será qué consultan con el espejo? Será que, como dice el saber popular, las mujeres inteligentes son feas y las lindas son una descerebradas? Podría ser, fijénse que según la información de uds, las feas estudian carreras científicas, mientras que las indas estudian Ciencias Sociales, Humanidades y ese tipo de carrera para infradotados.
No Walter, no me parece que se me va la mano. Me parece que es tu machismo el que te hace decir que se me va la mano.
Me acuerdo sí de las terribles batallas entre los del Elbio y los del Zorrilla. Yo no participaba porque era nena, pero no podía escapar al imaginario liceal que consideraba a los del Elbio unos chetos descerebrados.
Y Sanguinetti fue al Elbio pero tenía entendido que después terminó en el IAVA. Yo tenía un profesor que nos decía que teníamos que sentirnos orgullosos porque en este salón había estudiado Sanguinetti. Y esperaba que tal vez alguno de nosotros siguiera sus pasos.
Maru: ¿Así que, si te digo que cortás con hacha y te cagás en los matices, soy machista?
No es digno de tu inteligencia, Maru. Bah, en realidad no sé cuán inteligente seas (aunque puedo hacerme una idea, dada tu capacidad de apreciar las diferencias de grado en todas las cosas). Digamos que no es digno de una persona medianamente inteligente. Porque, vamos, afirmar que, si un hombre critica algo de lo que dice una mujer, el tipo es automáticamente un cerdo machista, es una tontería tan abismal como la que aqueja a los partidarios del machismo. Y yo podré ser un tonto en muchos aspectos, pero me precio de ser uno de los tipos menos machistas del Cono Sur y aledaños.
¡¿Desde cuándo hay que decir amén a cualquier cosa que diga una mujer para no ser machista?! La estulticia no sabe de sexos, muchachita.
Insisto: tu personaje es demasiado esquemático y le sos demasiado fiel, aun a costa de la sensatez, la inteligencia y la capacidad de análisis fino.
Me estás mal interpretando, Walter. No digo que me criticás por ser machista. Digo que mi personaje te molesta porque sos machista, independientemente de tu grado de machismo, que te creo que sea bajo en comparación con el resto de latinoamérica, algo que tiene poco valor si consideramos que es una sociedad feudal.
Mi personaje es lo que es y no pretende ser otra cosa. Tampoco busca tu aprobación.
Igual te agradezco tus opiniones.
Marujita:
Nadie aca es machista.
Arranque para la cocina.
Maru: Creo saber mejor que vos por qué me molesta tu personaje, y me concederás, supongo, que efectivamente es mucho más probable que yo me conozca más.
Y repito: tu personaje me molesta por lo groseramente generalizador, no porque quien esté hilando demasiado grueso sea, en este caso, una mujer. Me molestaría igualmente en un hombre. Insisto: no es una cuestión de sexo.
En cuanto a lo casi nulo de mi machismo, no pretendo que ello sea un mérito, ya que se trata simplemente de haber tenido la fortuna de zafar del molde. Pero no creo que la diferencia carezca de importancia, o que sea de "poco valor", porque creo que es beneficioso que yo sea así, tanto para mí como para las mujeres con quienes tengo alguna relación, sea del tipo que sea. Las mujeres que conmigo se relacionan podrán lamentarlo por otras cosas, sin duda (y vaya si tendrán cosas que deplorar), pero no por eso.
Te concedo el crédito, Walter, porque es verdad que no te conozco. Debe ser por eso que me sorprende que hayas perdido el tiempo en analizar un personaje que no te gusta. Es claro que no somos iguales, porque a mi vos y tu personaje ni me van ni me vienen. Sólo me inspiran indiferencia.
Maru: ¡Ah, la cruel indiferencia!
Ahora sí que me vulneraste. Estoy devastado y no sé si pueda recuperarme algún día de semejante golpe.
No quiero ser cruel, Walter, y lamento haber herido tu sensibilidad. Después de nuestra charla de hoy traté de analizarte un poco y me pasa lo mismo de siempre. No puedo evitar pensar: qué tipo imbécil.
Maru: ¡Oh, no, no revuelvas la daga! ¡¿Tu sadismo no conoce límites, muchachita?!
Al margen de eso, qué coincidencia, ¿no? Digo, porque la palabra "imbécil" es como un cartel luminoso que destella ante mis ojos cada vez que leo tus comentarios.
Ah, caramba, qué machista, lo mío. Otra vez olvidé que, por definición y aunque te empeñes en demostrar lo contrario, una mujer no puede ser imbécil. Trataré de recordarlo.
Y por lo visto a vos te encanta perder tiempo hablando con imbéciles. A mi no, así que chau.
Una última cosa. Cuando alguien te diga que sos gracioso, te está mintiendo.
"Será que, como dice el saber popular, las mujeres inteligentes son feas y las lindas son una descerebradas? Podría ser, fijénse que según la información de uds, las feas estudian carreras científicas, mientras que las indas estudian Ciencias Sociales, Humanidades y ese tipo de carrera para infradotados."
Y desde cuando son los estudiantes de carreras cientificas más inteligentes que los de las otras carreras?
benito:
El tema con la facultad de Humanidades es que al ir a Psicología, la cual comparte ciertos rasgos poblacionales con la primera (aunque hay un porcentaje mayor de féminas, y con ello, más variedad), más allá de que allá es donde conocí a María (y tampoco resulta ser una mujer promedio allá), uno entre tanta lana empieza a apreciar otro tipo de estética -no dije belleza, sino estética-. Es una cuestion de acostumbramiento: lo que me deslumbra en un ambiente, me termina aburriendo en otro. Paralelamente, cuando estaba en un liceo con un promedio de chetas bastante elevado, las hippies con consciencia social me parecían completamente atractivas (me acuerdo una chica cuyas palabras de Naomi Klein for dummies me parecían como un afrodisíaco irrefrenable).
Incluso, ahora que recuerdo, también me pasó con las chicas de ciencias de comunicación y Cinemateca, que en un principio con sus lentes de armazón grueso, bufandas, calentadores, pantalones a cuadros y botitas All Stars doradas o en damero, me llamaban por completo la atención, y hoy ya me parecen -estéticamente- más de lo mismo.
El problema es la stasis, parece.
Con respecto a las de arquitectura, sin conocer a tantas como para opinar, puedo prever una dimensión de la belleza conciliadora ya que están en un punto medio -es decir, justo- entre el lanismo de humanidades y el secretarismo de economía.
manzanilla y sal:
Usted hace trampa, porque mi padre y otras personas me han contado que las mujeres más bellas que conocieron en su vida están en Milan (así cualquiera...)
walter-hego:
Ya le había contado que mi padre y sus nueve hermanos cursaron toda su vida lectiva en el Elbio Fernandez.
Personalmente conocí a muy pocos, y el único denominador común que extraigo entre ellos es su incondicional afición al porro.
COTOX:
Por ahora solo vi El soldadito y Vivir su vida. Creo que a comienzos de mayo van a dar Alphaville, que ya la vi, pero quiero verla en pantalla grande.
Sigo quemado porque me perdí A bout de soufflé, y con ella la posibilidad de ver a Jean Seberg con el tamaño de una persona real.
manzanilla y sal, nunca discuto obviedades
Me inclino a pensar como Agus de que cada facultad tiene digamos su "estilo" diferente.
Con respecto a las arquitectas creo que estan en un punto medio aunque hay de todo.
Yo me casé con una arquitecta y salí un par de años con otra y son dos mujeres de lo más diferentes.
Desgraciadamente para mi no pude garronear viaje de arquitectura con ninguna de ellas.
Me aventuro a decir que quizás el morbo que despiertan las arquitectas a algunas personas como Benito sea el vox populi de las consabidas juergas y despelotes generales que se mandan en los viajes de arquitectura, en donde por 6 meses todo el mundo o una gran mayoría da rienda suelta a su "Mr Hide" interior.
marujita, nunca discutes. Sólo generalizas y pontificas.
Me extraña de alguien que defiende las ciencias sociales o mejor dicho "ciencias" sociales. De eso se trata la producción de conocimiento en esas pseudociencias: generalizar y pontificar.
Agus: Recuerdo que me contaste, sí. Con tu viejo éramos compañeros de generación, aunque no de clase, como te había dicho.
En cuanto a la preferencia de los elbianos por el porro, estamos hablando, seguramente, de épocas diferentes. En aquélla, en plena dictadura, aunque debía existir, era mucho más clandestina. En cuanto a qué sustancias (legales o ilegales) consumen mis compañeros de entonces hoy en día, no tengo idea, ya que no tengo contacto con prácticamente ninguno.
Sólo sé a ciencia cierta de uno de ellos, compañero de clase, a quien volví a ver en 1994, en Nueva York, donde el tipo vive desde hace décadas. Recuerdo una ocasión en que íbamos por la calle y paró para transar con su dealer, aunque el tabaco lo había dejado hacía tiempo. Y actualmente no sé en qué anda.
En cuanto a Montevideo, unos años después de mi egreso de secundaria y en relación con lo que te decía de la diferencia de épocas, a mis veinte años, allá por el setenta y nueve, cuando andaba con la barra de La Voz de Pocitos (en cuya comunidad editora fumé faso por primera vez), si nos animábamos a quemar por la calle era sólo a altas horas de la noche y muy perseguidos, así que imaginate.
A propósito de La Voz, ésa época y mi etapa de marihuanero y consumidor de algunas otras sustancias, ya habrás leído estas crónicas.
Maru: Claro, porque las ciencias "duras" (las únicas ciencias legítimas, según vos, como opuestas a lo que llamás "pseudociencias"), no generalizan. Por supuesto, tenés razón, la generalización no es una de las herramientas de ninguna ciencia, y las leyes científicas no son generalizaciones, ¿verdad?
¿Te suena la frase "razonamiento inductivo"?
Pero no importa, un tropezón no es caída. Seguí participando.
Que novela apasionante esta discusion walter-marujita, eh. Como decian en la escuela "los que se pelean se aman".
Quiero remarcar un punto interesante que dijo Agustín. Es totalmente cierto el efecto que el describe. Y no pasa solo con las mujeres, pasa con las comidas, con productos culturales que consumimos, etc.
El efecto saturación si opera, y para mi es una de los argumentos mas solidos para decir que la monogamia es un disparate mayusculo. Como decir que hay una y solo una canción que nos llega.
Hay momentos que uno precisa una linda balada, y otros un sonido que le escruja el cerebro. Supongo que con las mujeres no es muy distinto.
Al tener amigos cercanos repartidos en casi todas las carreras puedo hacer una clasificacion general bastante aproximada:
Arquitectura/Diseño: Hermosas
C.Economicas/Politicas: Lindas, pero caretas y menos inteligentes
Humanidades: Buenas, aunque en Santa Fe no hay tanto "hippie sucia" como rapidamente se tiro por aca, sino mas cercana a la definicion de Cotox, chicas de taller de escritura (o teatro), que leyo a Pizarnik en exceso(esto no seria necesariamente malo sino fuera lo unico que leyeron)
Ing.Quimica: Feas
Ing.Sistemas: Inexistentes
Pad: Eso es absolutamente cierto; y nadie, a poco que lo piense, puede evitar llegar a la misma conclusión: la monogamia (al menos la monogamia eterna), no sólo no tiene el más mínimo asidero, como bien dijiste, sino que, además, es un mito muy nocivo.
Cuando uno se cree la de que es posible y deseable, cagó.
Que belleza la jugada de Venancio, del gol que linkeaste por ahí, y que simple.
La verdad que leyendo todo el asunto, tomo conciencia de mi condición de outsider (más allá de mi futuro como profesor de secundaria y la correspondiente y obligada práctica en liceos de la capital). Me refiero a que al ser coloniense y haber vivido allá hasta los 18 años, el universo de los liceos capitalinos me es bastante ajeno.
No sé si en todo el interior será igual, pero lo que es en Colonia, la palabra gremio estudiantil no existe (o al menos nunca existió durante mi paso por él), no supe de la existencia del día de los mártires hasta que vine a Montevideo, ni siquiera había el más mínimo nivel, entre los estudiantes, de discusión política. Pensando sobre el asunto, me doy cuenta que en mi generación, probablemente fuera yo el más consciente políticamente hablando (y capaz que hasta el único), y esto debido a un proceso por entero autodidacta: un confuso nacionalismo revolucionario producto de mi lectura de Las venas abiertas..., estructurado por un racionalismo kantiano: mi postura revolucionaria pasaba más por el Sapere aude! que por que por cualquier otra cosa. Pero claro, siempre fui un bicho raro.
Bueno, estoy leyendo de a poco y lo del ómnibus que corta como una trincheta y el ojo del calamar gigante no son menos contundentes y sencillas que la jugada de Venancio. Bien ahí.
Me dejaste colgado con lo de la diferenciación entre lo que hablás con el psicólogo y lo que posteas.
Es que se me ocurre que lo mismo que te lleva al psicólogo te hacer necesitar postear de vez en cuando.
Pero no es algo que haya pensado suficientemente.
Bien, lei la mayor parte de tu post. ni loca me leo las firmas: son muchas (nada que ver con mi blog desértico)
Debo declarar cierta envidia por tu adquisición del disco del Nico (la cual trato de subsanar recordando que no tengo tocadiscos... pero no, no funciona).
Me hace gracia cuando te referís a Tristán Narvaja como "hermosa y deprimente" porque en mi perfil hay una definición muy similar con respecto a esta ciudad, je. Es como una de las características más notable de este Montevideo... sí.
Y bueno, pendejos es una palabra fácil de decir, aunque prefiero no usarla. Tengo la autocrítica muy activa y el recuerdo de muchas cosas que he cambiado ultimamente me impide no sentirme una pendeja aún.
Eso no impide que la mayoría de los humanos me parezcan tontos (las contradicciones son hermosas, jeje).
Bien, iba a decir algo más, pero me distraje y me olvidé... en fin.
Saludos!
deg:
No recuerdo bien, pero usted me había contado que la separación entre chetos y no chetos estaba hecha por mojones un tanto más difíciles de encontrar, y que se basaba más en el modelo de motoneta con que uno llegaba al liceo.
robertö:
La imagen del ómnibus me había obsesionado durante aquel trayecto, y de hecho, en la carilla trescientos cincuenta y pico de Trópico de cáncer me sentí obligado a escribir bastante grande Omnibus trincheta por miedo a olvidarme antes de llegar a mi casa. Me imagino revender ese libro (cosa que no va a pasar) y anticiparme al desconcierto de un lector anónimo leyendo esas dos palabras.
Con respecto a lo del psicólogo, tiene mucha razón, y ciertamente las aristas se tocan en varios momentos. Sin embargo, a lo que intento de combatir en la sesión es a esa organización algo temática y por carpetas que en algunos momentos impide la libre asociación.
t0m:
Hay algo extraño en mí, que hace que me resulten reconfortantes ciertas imágenes tremendamente deprimentes. Lo único que no tolero y que me bajonea hasta el nivel de glóbulos rojos en mi cuerpo es la imagen de las heladeras General Electric color verde agua (o, en mis términos, verde pensión).
El disco de Nico Cueva es un tanto complicado de entrarle, pero a partir de un momento hace clic en uno y resulta fascinante. Además, tiene From her to infinity, canción que, junto a The Carny aparece en la mítica presentación de Cave en una de las más fascinantes películas de todos los tiempos (sobre todo cuando dice "I'm not gonna tell about a girl, Im not gonna tell about a girl".
Quien no vio Las alas del deseo/El cielo sobre Berlín, no vea este video
Esta vez entro tarde.
Felicitaciones por el link a Perry Bible Fellowship, pensaba que no lo conocía nadie. Es genial, te devuelve un poco la fe en el bastardo cómic.
Hice bachillerato en el Seminario y no soy líder de nada, pero puedo decir que es el colegio académicamente más exigente y al mismo tiempo más estimulante que conocí, luego de una vida de formación de colegio británico fue un buen cambio. Lamentablemente para mis viejos no me "disciplinó" sino todo lo contrario y por eso le tengo cariño.
Me hizo gracia un comment que decía algo así como que "hasta el mismísimo Che Guevara podía ser considerado cheto" si nos ponemos malos o algo así. No hay que ponerse muy malo: como todo el mundo sabe era de clase media alta, médico y destacado jugador de (gasp) rugby.
Es cierto, ahora me acuerdo. Lo que podríamos llamar "chetos" en Colonia se caracterizaban por manejar Scooters Yamaha Jog, y por usar camperas náuticas (costumbre bastante extendida en Colonia, por otro lado, esa de usar ropa náutica). Pero como es una ciudad tan chica, y no había diferencias demasiado grandes en cuanto a nivel económico (o al menos no eran ostentadas en demasía), había gente decididamente no cheta que manejaba Jogs o que usaba las susodichas camperas. Sin ir más lejos, nuestro irreversible Marquitos Biribundingui es feliz poseedor de una.
Che siempre escuchás a Ríos?
Suelo apagar cuando empieza el relato, el otro día no me daban las pelotas para ir a apagar la radio y tuve que ir corriendo cuando dijo "extraordinario" por cuarta vez en diez minutos (no exagero). Recuerdo que después puse el comentario y ya le había pegado el extraordinario al Toto. Una cosa de locos.
Hace cosa de un año en punto penal parecía jugar un campeonato con Moar para ver cual de los dos metía más veces la palabra "acaso".
Al final se extraña JC con su juego interminable de sinónimos.
No...no se extraña.
En general no me gustan los relatores de fútbol, principalmente porque tienen ciertas muletillas que a la larga me parecen insoportables. En televisión, al no estar obligados a mantener el ritmo anfetamínico de un director de remates, me los banco más, pero prefiero infinitamente a los argentinos.
Ríos es, en todo un caso, un tipo tan absurdamente romántico que puede meter palabras como incandescente, sueños, beatífico y demoledor, en un gol con la canilla del Pollo Olivera
Lejos, MUY LEJOS, el mejor relator de este país es Alvarito González Márquez. Y si a eso le sumamos que tiene al mejor comentarista que es el Profe Piñeyrúa, y que el resto de los guachos que laburan en la transmisión tienen onda y buen humor la resultante es que definitivamente, hay que escuchar los partidos por El Espectador.
Contéstenme esta vez. ¿Alguien compró la RS aniversario?
Correcion:
Rios no es "absurdamente romantico", sino simplemente una maquina de decir boludeces, disfrazadas tras esos trajes espantosos que usa.
Ahora esta con la tesis del tercer testiculo, dado que parece que hay equipos de "hombres" y equipos de jugadores nada mas. Ahora, quiero escucharlo hoy cuando "su equipo de hombres" (Nacional) se desbarranco en las ultimas dos fechas. Vamos a ver que falacia adhoc utiliza para tapar eso.
Bueno, lo joden al aire sus compañeros mismos de La hora de los deportes con que es un panqueque.
Mi momento favorito fue cuando se hizo el quijote con Maglione argumentándole que no le tenía miedo a los poderosos. (?)
Yo creo que vende romanticismo, sí.
Tanto para comentar y tan pocas ganas de escribir jeje...
Solo te digo que no sos el unico que en 5to de liceo salio a bailar 3 veces...
ama-gi: yo la compré. De hecho en mi familia están suscriptos a la RS (que es bárbaro, porque accedés al Club La Nación, que tiene un montón de beneficios que hacen que la revista se pague sola) y como dije una vez, me parece una muy buena revista de cultura pop (no de música). Igual aviso que el número aniversario no es nada del otro mundo... Igual hay una entrevista a Cat Power que está hermosa (aunque demasiado corta... ¡dos páginas nomás!)
buen blog
tengo que decir que nick cave es un diosssss....
puedo preguntar algo ke me tiene super freak??? alguien sabe como chanfles se llama la banda que tenia un video en rotacion en mtv (asi tipo año 2001-02), que era de una chica rubia lesbiana que andaba en bici jaja!!... me acuerdo que la cancion era basicamente instrumental...
si alguien me da la respuesta...
ago que nick cave les de un beso en la nalga derecha!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Doy fe que la RS aniversario no es gran cosa y que la entrevista a Cat Power - aunque cortita - está muy buena. Desde el día en que la leí digo que cuando sea grande quiero ser como Cat Power. Falta, todavía.
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