Tuesday, August 14, 2007

Killing a Cheto
Cuando pase por La Cigale va a escuchar el teléfono, ese teléfono que siempre suena como saludándolo o despidiéndolo, quién sabe. El hecho mismo de que suene un teléfono cada vez que uno pasa por allá, puede resultar bastante perturbador, pero a fuerza de costumbre ya ni siquiera gira la cabeza. En todo caso, es una llamada que no podrá atender.
Siempre la gente habla de Pocitos como uno de los barrios más finos de Montevideo, pero siempre se olvidan de que es uno de los que tiene más mierda de perro embadurnando la calle. Piensa esto mientras se saca un enorme pedazo marrón-amarillento, raspando la planta del champión contra el filo del cordón de la vereda. Sí, inevitable, con sueño y a esas horas de la noche, es como andar a ciegas en un terreno minado (“minado de mierda”, se repite). ¿Quién debió ser el responsable?, un pitbull fisiculturista, un rottweiler miliquero, un torpe grandanés. Sí, algunos de esos perros cuyas cagadas le hacen honor a su tamaño. Decide sumergir el pie en un laguito reciente, como modo de cerrar el rústico método higiénico. Le hubiera gustado deshacer a la luna, pero al meter el pie, sólo se refleja el cielo encapotado. Siente el agua fría meterse dentro de su media. Un poco de agua en el pie ya no hace daño, lo agarró la llovizna siete cuadras atrás y a esta altura lo único que queda es dormir o masturbarse. Pero ya pasó la hora de aquellas películas francesas que dan en el I-Sat, y la imaginación falla. Se saca la capucha, ya no importa si se ensopa hasta la médula. Tantea en su campera militar verde, pero no hay cigarros, sólo las llaves y dos moneditas que repiquetean confirmando una vez más que está solo, como el último hombre en el Montevideo post-apocalíptico de una madrugada de sábado lluvioso. Piensa que en ese preciso momento hay gente que está bailando, gente que está cogiendo. En autos empañados, en casas de amigos en común, en el baño de un boliche, en la cama de los padres. Aminora la marcha, piensa demorarse un poco, como apelar la sentencia de su derrota antes de llegar a su casa. Se sienta en el cordón, siente el adoquín mojar sus nalgas y ve un angosto río bañar sus zapatos. Piensa: hace años, en estos ríos había barquitos de papel. Es después de ver apagarse la última luz del edificio que se levanta en frente suyo, que piensa lo mucho que desearía estar hablando lo que resta de la noche con una perfecta desconocida. Hablar con una desconocida, no tiene por qué ser linda, ni tampoco tiene que haber un desenlace sexual. No, ni siquiera lo desea. Sólo eso, estar en algún murito, un banquito de parque, o colgado de una jaula de los monos, con los ojos clavados en el cielo, hablando de cualquier cosa, la noche, el frío, lo que la desconocida quiera. Lo único que importa es que sea una desconocida, y que la conversación suceda bajo un cielo parecido al de esta noche, incluso bajo esta lluvia que lo empapa cada vez más.
Se levanta, se suena los dedos y mete la boca por debajo del cuello del buzo, soplándose el pecho, para darse un poco de calor con su aliento. Le gusta ver el vapor que sale de las ranuras de su campera. Es ahí que de lejos ve las cuatro figuras. Vienen cantando algo. Cuando están más próximos, termina por reconocer una canción de La vela Puerca. Se acerca un poco más. Reconoce el tetra brick en la mano de uno. Reconoce en dos de ellos las camisetas Mormaii y Billabong, debajo de idénticas camisas de jean. Otro de ellos tiene un buzo de casimir azul, saliéndole de su escote en V el pulcro cuello puntiagudo de una camisa celeste. El último, el más rezagado, el más enrojecidamente borracho, viste la flamante Polo rosada como un auténtico estandarte, su espada, una marca de su linaje. Reconoce los indiecitos en estos dos últimos. Indiecitos shit-free, se repite en voz baja. Pendejos borrachos. Se refugia un segundo debajo del techito de una casa. Tendrán alrededor de quince, dieciséis años, no más, los pendejos. Dejaron de cantar ahora, conversan a gritos sobre tetas ilustres de su liceo, mientras uno saca de su bolsillo unos Nevada. Pitan como pendejos, sonríen, hablan y beben como pendejos. Retienen el humo apenas unos segundos, chupan y escupen, como una primeriza actriz hardcore. Mientras los ve fumar piensa que los odia. Los odia como si seguir viviendo dependiera de ese combustible, pero su odio se aleja de esa sensación visceral que suele invadir el cuerpo de manera caprichosa y tenaz. No es odio-infección. El decide odiarlos. Los eligió, son a quienes odia más en este mundo, en ese preciso momento. Se sacude el pelo. Caen gotas pesadas sobre el hombro de su campera militar. Se los queda mirando, pero no se dan cuenta. Se recuestan sobre un Nissan estacionado en frente al Ivy Thomas. Se peinan las chapas. La llovizna terminó. Uno de ellos manda mensajes de texto, la lucecita azul danza tras la muralla de niebla que invadió la calle desde la rambla, en cuestión de pocos minutos. En esos momentos es difícil no pensar en la niebla como un organismo vivo, realmente parecería un pulpo tendiendo sus tentáculos, escupiendo su fría tinta gris, digiriendo empachado cada reflejo, cada halo de luz. Piensa que en cuestión de minutos estará desnudo, con la manta hasta el cuello, cerrando los ojos fuertemente e intentando dormir cucharita con su borrachera, que parece alejársele como una novia displicente. Se incorpora. Decide proseguir camino. Se va acercando a los chetos borrachos. Los ve chicos, no más de dieciséis, se repite, pero él a esa edad era incluso más grande que ellos. La idea del piñazo cae precipitadamente. Piensa cómo se sentiría encajárselo a uno de ellos. Sin pedir permiso, sin medir las consecuencias. Un piñazo en la nuca, o en la nariz, el caballete fragmentándose en pedacitos como vidrio molido, la sangre que al obstruirse la nariz sale por la boca, los ojos del contrincante que se nublan, el plasma que empieza a salir cuando ya se acaba la sangre. ¿Hace cuanto? Cinco, seis años, algo así. La última vez que peleó fue una victoria. (Ahora sí: seis años atrás). Recuerda la estúpida discusión en el partido de basket, la espalda dada al contrincante, la piña panadera en la nuca. Y enseguida su reacción:
-un piñazo en el labio,
-tres en los pómulos,
-uno en la barbilla,
-el último desviado al cuello.
El puto no sangró. Recuerda ese olor tan particular a pasto cortado, sudor y saliva seca. Los amigos del caído intentaron consolarlo, sin saber cómo. Había sido demasiado rápido para sentirlo como una victoria. Piensa en su nombre, no lo recuerda, no merece ser recordado. Se enteró que aquel imbécil murió en un trágico accidente dos años después… no le remordió la conciencia en absoluto. Y mientras se va acercando, piensa que podría… Al menos un manotazo. Muy probablemente todos reaccionarían atacándolo por varios flancos, pero después de todo tienen quince, dieciséis años y no hay mucho que puedan hacer. Un ejercicio de libertad. Los va a golpear porque quiere, los va a golpear porque puede hacerlo. Le vienen más ideas, la muerte de Pushkin, videos irakíes y piñatas de hooligans. Lo peor que puede suceder es que lo caguen a palos, y en todo caso serían cuatro contra uno. Es diferente a que se arrojara a una pelea uno a uno, frente a un solo adolescente de quince. La victoria debería ser callada como un recuerdo penoso, como una atrocidad necesaria de guerra. En cambio cuatro… No llega a ser hazaña, ni heroico sacrificio, pero cuatro es una cifra justa.
A sólo un cuarto de cuadra comienza a elaborar su duelo. No, no los golpeará. Se reprocha por el pensamiento masturbatorio, recuerda que no hay coca ni agua con gas en la heladera. Pero sigue caminando y le empiezan a invadir imágenes, cordones desatados, arrastrándose por suelos mojados de baños públicos, bilis vomitada en volquetas, mandíbulas de pitbull erosionando los dientes, bocas abiertas y rotas, fórceps, músculos con uñas tallando los huesos y minas bailando entre ellas, jeans, cerquillos, botas, meneando y renegando cualquier invitación de danza heterosexual, bailando, flequillo rolinga, bailando. Primero siente el ardor, luego llega el ligero dolor en los nudillos y una calidez blanda envuelve su puño. Uno de los chetos está en el suelo, los otros lo quedan mirando como chanchos impávidos a pasos del matadero. Llega la reacción y el primer piñazo. Le da en el brazo, no duele, sólo lo siente caliente, apenas tibio. El tira un manotazo pero erra al objetivo. Por el otro lado, el chico de pelo laciado y una patada en la costilla. Duele un poco, trata de evitar el golpe, pero llega otra patada en el mismo lugar y un piñazo en la mejilla proveniente del flanco derecho. Recula, logra ponerse de nuevo en guardia, hacer un breve repaso del territorio. El primero sigue en el suelo, los otros dos están con los puños levantados y el borracho de la Polo está con la defensa baja, como un boxeador retirado con demasiada confianza encima. Esta vez vienen de a dos. Lanza unas patadas y se apartan como gacelas asustadas. Viene el puño del borracho, casi no duele, pero le obliga a bajar la guardia y llega un puño invisible en el estómago y un rodillazo en los huevos. Sueña en castraciones y casi arrodillado, se le abalanza el borracho y lo agarra de los hombros y trata de arrastrarlo pero no puede. En el forcejeo siente golpes de todos lados, como si fueran murciélagos atacando en bandada luego de un ruido fuerte en su cueva. No sabe cómo, pero conecta un gancho que da en la boca del borracho. Como arcángeles, llegan puños desde el cielo y cae de rodillas en las baldosas. Son varios nudillos, metacarpios como lanzas tatuándole a presión la nuca y la espalda. Está en el piso. Se protege el rostro con ambos brazos. En un milisegundo reflexiona sobre lo sobredimensionados que están los ruidos en la televisión, sólo escucha sonidos sordos, como costales de arena cayendo desde el cielo en el pavimento. Intenta levantarse, pero las patadas lo obligan a seguir en posición fetal. Por primera vez se da cuenta de la edad que tiene. Pero ya no es un número, es muchísimo más que eso. Sus brazos son más débiles, hay algo que se perdió, como un agujero en el tanque de nafta. Piensa y se repite 28, 28, y ese número es como el “nevermore” del cuervo posando en un busto demasiado lejano como para poder verlo. Veintiocho años… quince, cuatro no era un número justo. Y se nubla todo por un momento, por un instante quiere huir de su propio cuerpo. Y ese sentimiento lo hace sentir poderoso. Algo cambió. Algo se agita alrededor. 28, 28, 28. Entonces agarra una pierna, una pierna sola, como una parte de objeto escindido. La dobla como una rama, cae uno de los pendejos. Larga un molinete de brazos y puños que no parece ser suyo. No puede ver sus brazos, sólo los resultados de su violencia maquillando furiosamente el rostro de los demás adolescentes. Una pierna se hunde en el vientre del chico de pelo lacio. Tres nudillos impactan en una boca, blando, como despellejar una morcilla. Otro golpe, y un dedo de su mano se quiebra al impactar con la nariz del borracho belicoso. Sangre, sangre en cantidades de gore coreano. Llega a divisar la pequeña insignia en la camisa rosada, logra ver al pequeño jockey cabalgando en una tormenta de sangre. Escupe una flema carmesí. Ahora, silencio. Mira a su alrededor, cuatro, los cuatro en el suelo.
Camina sin mirar hacia atrás. Ni siquiera va apurado. Llega al fin de la cuadra y dobla a la derecha. Por primera vez comienza a bautizar a sus moretones. El indice roto e hinchado, el derrame violáceo en las costillas, la hichazón en su labio que se siente como lamer un sacapuntas. Hay bastante sangre en su campera, pero le contenta saber que la mayoría no es suya. Todas estas pequeñas victorias, piensa para sí mismo, pero sabe que mañana esos moretones serán una caída por la escalera, un choque de auto, un accidente estúpido. Pero entonces siente sus pasos goteando en la calle, mira para adelante y para atrás. Camina por el medio de la calle, el olor húmedo del pavimento le barre aquel olor a saliva, sangre seca y agua jane que siente desde el labio hasta la nariz. No hay sonidos de sirenas, ni siquiera gritos a la lejanía. Son las cinco, y Montevideo sigue dormido. Me acostaré sin bañarme, y con esa misma campera mancharé el sillón. Y recuerda que no hay coca ni agua. Intenta mantener la pequeña victoria en su pensamiento, pero sus pensamientos se desvían a la llovizna, heladera vacía, los malos programas que hay a esa hora de la madrugada. Siente algo en la boca y lo escupe. En el pavimento mojado un pedacito de diente. Segundos antes de proseguir, se queda en el medio de la calle, buscando a la luna y deseando encontrarse alguna noche parecida a esa, hablando con una desconocida, en alguna placita olvidada.

45 comments:

Gege said...

Hay si te hablara de las hazañas de cierto camarada que cuando veia un cheto decia "quiero chocolate" y acto seguido se avalanzaba a darle, no importa si solo y acompañado. Si te contara que una vez le pego a uno en un boliche y a la salida esta con todos sus amigos.. entonces este camarada saco su grueso cito de cuero con un gra hebilla de metal, se lo enrosco en la mano como una masa de caballero mediaval, con la otra mano tomo un adoquín y se paro en enfrente a los tipos diciendo "hoy me la pueden dar pero antes de caer mato a uno de ustedes, quiero matar a uno, quiero sangre!!!".
En fin, esto paso algún día te lo contaré.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Ja, creo que esos personajes son parte de la fauna autóctona de muchos barrios. En mi liceo conocía un tipo que no tenía particular predilección por los chetos, pero sus encares belicosos eran en cierto modo parecidos a los que relatás. Uno de los momentos más paradigmáticos de su comportamiento ocurrió cuando estaba en sexto de liceo. El tipo se puteó con otro en Flanagans, se fue a su casa (quedaba a una cuadra del local) y vino con un cuchillo de cocina (y cuando digo cuchillo, me refiero a un CUCHILLO, no un tramontina) y empieza a amenazarlo al tipo, que lo mira con miedo desde la ventana. Acto seguido, los policias que custodiaban por la zona no saben que hacer (son esos policias a medias, esos que son como una especie de cuidacoche con más potestades), tratan de convencer al tipo y el loco está sacado, diciendo que quiere resolver las cosas como hombre.
Me agrada poder decir que a aquel engendro le di una buena paliza (la mejor paliza que di a alguien en mi vida) antes de que este supiese el uso y manejo de tales utensillos, de haber sido después, quizás al precio de una posible represalia, no estaría escribiendo esto.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Ah, me olvidaba, mi visión sobre lo que es ser cheto o no cheto cambió justamente una vez que me topé con un tipo parecido a su camarada sobre el que usted relata. El tipo me consideró parte de tal espectro social y me quiso atacar sin ninguna razón más que esa. Por suerte la cosa no fue a mayores (porque a decir verdad, tenia todas las de perder), pero me hizo consciente de que a los ojos de otras personas yo podía ser considerado un cheto -aparentemente, el simple hecho de vivir en Pocitos me convertía en tal-.
Desde ahi tomé con un poco más de cuidado los términos.

Walter Hego said...

Agustín: ahora voy a leer la entrada, pero quería avisarte, por si todavía no la viste, que ya está publicada tu última edición gráfica y que el juego se clausuró para evitar rencillas mayores.

Salú.

Mangus said...

Este post se tendría que llamar degollando cisnes.

Me cagué de risa con la frase:
Retienen el humo apenas unos segundos, chupan y escupen, como una primeriza actriz hardcore.
es genial

y lo del 28 y nevermore

Mangus said...

Este post se tendría que llamar degollando cisnes.

Me cagué de risa con la frase:
Retienen el humo apenas unos segundos, chupan y escupen, como una primeriza actriz hardcore.
es genial

y lo del 28 y nevermore

Mangus said...

mira que cagada sin querer postee dos veces

Agustin Acevedo Kanopa said...

Guzmán:
Me alegro que te haya gustado. El pequeño relato está plagado de pequeñas impresiones que tenía y tengo de cierta gente, y una de las cosas que más me molestaba en mis años liceales era precisamente esa forma de fumar que tenían los primerizos en el arte de tragar humo de tabaco (un arte con la que nunca coqueteé, más allá de lo in que podía resultar fumar y hacer globitos).
No había pensado lo de degollando cisnes, es bastante acertado lo que decís, aunque el título del cuento tiene un guiño literario/musical que fue bastante buscado.

walter hego:
sabe que yo soy de los que ensucian la cancha si van perdiendo, como dice Fermín Solana, un pantorrillocida, así que si se picó asumo las consecuencias. Voy a seguir pasándome por su blog, procurando sembrar cuantos falos tenga a mi alcance

Diego Estin Geymonat said...

Me imagino a Mersault matando a un cheto...

Unknown said...

permisoooo...
perdon, pero tengo q venir a meter la visión femenina a todo esto.
señores, de esto a andar midiendo quien la tiene más grande hay... no,no, es lo mismo...
todo bien, pero nunca entedí, comprendí, empaticé con el gusto por la violencia, y eso de andar contando las anecdotas de las peleas... q sé yo...
igual, agustín, debo decirte q me colgué con la historia, me gusto mucho como estaba escrita, hubo un monton de frases y de formas de decir las cosas q captaron mi atención.
debe ser un mérito tuyo el q me haya colgado con una historia sobre un tema q en realidad no me gusta. bien por eso.

Cinéfila said...

Me encontré con una visión femenina con la que coincido.
Tampoco entendí por qué les gusta tanto y buscan agarrarse a trompadas, terminar sangrando, etc.
Por favor, si ha de ser posible, pido que una explicación para mejorar mi entendimiento sobre el sexo masculino. (jaj)

Me gustó el cuento... Realmente para que me haya colgado leyendo algo de tal extensión.


Volveré a pasar.
Saludos

Diego Estin Geymonat said...

En realidad debe haber algo más que la simple violencia física. Recuerdo, hace unos meses, cómo un profesor de Antropología Filosófica le recomendaba a un amigo que se agarrara a las piñas con alguien, explicándole algunos conceptos nietzscheanos. Capaz que la cuestión es la voluntad de poder, nomás...

Si quieren otra óptica, ahí está esa magnífica película llamada "El club de la pelea". No hay que despreciar las capacidades terapéuticas que debe tener una buena piñata.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Lucía y Cinéfila:
No sé si las descepciono o no, pero la anécdota nunca ocurrió, (bueno, a lo mejor internamente), pero nunca me agarré a piñas con alguien porque sí. Toda biografía es ficción y toda ficción es autobiográfica, por lo que no puedo negar que yo soy y he sido muchas veces el violento caminante de aquellos sábados a la madrugada. En realidad, todo lo que diga es bastante redundante ya que el amigo DEG ya lo explicó en términos literarios (Mersault-Camus) y filosóficos (nietzscheanos). LA voluntad de poder pesa, pesa mucho, sobre todo en esas noches donde uno busca reivindicación de no sabe qué, sabiendo que a lo mejor todo conduce a intentar dormir, ver una película o escribir algo con el resentimiento hasta los huesos por algo que nunca podrá precisar.

Marquitos Biribundingui said...

Este hermoso relato me hace acordar a la pelea que tuvieron el Manco Fitipaldi y Edgar Ferrari. En esa oportunidad luchaban por el amor de una marmota de agua dulce. Renové el blog, pegate una vuelta! Para cuándo la revista??

Agustin Acevedo Kanopa said...

Marquitos, me alegro de que esté de vuelta en las canchas y le haya gustado el post. La revista está en sus últimos tramos. Por tirar una fecha, el segundo numero de la Revista Dodo,estará en circulación (por así llamarlo) la semana que viene. Naturalmente, el unico articulo que falta es la entrevista principal, que promete bastante, pero va a estar sujeta a una poda importante.
Si quieren saber cómo conseguir la revista, o dejar un comentario, visiten el link que les dejé o dejen un mail a dodorevista@hotmail.com

Anonymous said...

La visión femenina? Acaso hay una sóla visión femenina? Ahora me va quedando claro por qué nos discriminan. La "visión femenina" justificó siempre la discriminación.

Yo tengo otra visión femenina. La violencia física de ninguna manera se puede considerar patrimonio de los hombres. Tal vez las mujeres manejen otros códigos. Conozco más de una "Susanita" que en determinadas situaciones han arrancado varias mechas y dejado las uñas incrustadas en más de una cara.

Tampoco se puede generalizar y asumir que la violencia física involucra a todos los hombres. En todo caso, habría que profundizar en las razones de la violencia física. Atribuirla solamente al macho que está marcando territorio es machista. TAmbién se puede explicar como una reaccion a la violencia simbólica, como en el caso del cuento de Agustín. Los chetos acaso no ejercen violencia simbólica?

Bueno ta, me aburrí. Sólo quería dar un punto de vista femenino diferente. No me gusta que se generalice la idea de que todas las mujeres somos unas retardadas.

Anonymous said...

Jaja, recién caigo ahora con el por qué de la imagen de la placa.
Bueno, no mucho que decir, muy bueno el cuento, no me suelo colgar con posts tan largos, entonces como dijo lucia, hay merito en eso. Me senti identificado con el personaje, esa "violencia simbólica" que se siente cuando un fin de semana no sale como se esperaba, esas ganas de tomar revancha sin saber con qué medios.

Finalmente, concuerdo con lo de los perros y pocitos, si te descuidas seguro que te llevas en el zapato un regalito a tu casa

Anonymous said...

No se quien lo dijo, pero estoy de acuerdo en que en momentos bajos en más de un aspecto (como la madrugada de una noche olvidable), el deseo de reivindicación se torna extraordinariamente poderoso, y en más de un caso el deseo de concretarlo implica concentrar violencia física en algún personaje o estereotipo desagradable para uno, obviamente. El saber y querer probar que uno puede hacerlo es un deseo tan primitivo como innegable.

En fin, mejor plasmarlo en el teclado y no sobre la cara o estómago de alguien, menos aún cuando se puede fracasar en el intento y la única cara o estómago en el que se plasme algo es el propio.

Anonymous said...

Ah. Marujita, en ninguna entrada alguien trató de retardada a ninguna mujer, ni explícita ni implícitamente. La "visión femenina" la propuso Lucía, que asumo debe ser mujer. De hecho, si de discriminación se trata, el comentario más sexista de todos es este, lo cito: "Conozco más de una "Susanita" que en determinadas situaciones han arrancado varias mechas y dejado las uñas incrustadas en más de una cara", cualquier idea que una mujer no puede tener un arranque de violencia que no implique uñas y pelos arrancados.

En fin, para discusiones sobre cuestiones de sexismo está tu blog, al autor de este no parecen preocuparle ni divertirle esos temas.

Agustin Acevedo Kanopa said...
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Anonymous said...

"Marujita, en ninguna entrada alguien trató de retardada a ninguna mujer, ni explícita ni implícitamente."

Eso no es del todo exacto el fino porque yo sí traté de retardadas a Lucía y a Cinéfila.

Ah, y te aclaro que me tiene totalmente sin cuidado tu concepto de "visión femenina" y que voy a seguir dando mi opinión igual aunque a vos no te guste.

Por último te diré que me parece muy idiota que pienses que es "sexista" algo tan natural. Cada uno se defiende como puede. En mi caso, mi mano es bastante chica como para defenderme a golpes de puño. Por eso me resulta mucho más efectivo usar las uñas y prenderme de las mechas.

Gracias Agus, que amable de tu parte, aunque no me queda muy claro que querés decir con mi "barbárica forma de exponer mis opiniones".

Dalma said...

Mató el post. Me encantó.
Bravo.

Cinéfila said...

Corresponde que me defienda.
Solamente dije que era una visión femenina la que representaba el cuestionamiento de porqué le surge a los hombres agarrarse a las piñas sin razón alguna y por el simple hecho de una noche olvidable (como leí por ahí).
Solamente planté eso de los hombres porque es lo que en el colectivo se maneja. Es cierto que las mujeres también se agarran a las piñas o de las mechas, pero es algo que yo no hago. De igual forma, de ninguno de los dos sexos es algo que apruebo. Nunca entendí para qué pegarle a alguien... tampoco soy de esas minas cursis que proclaman no a la violencia por delicada.
Pero no le encuentro el sentido a algo así.
Por eso fue que planté eso y más en tono de broma que de otra cosa.
Me gustó lo que respondieron, tal vez esa necesidad de descargarse.
La verdad que nunca pensé que se fuera a tratar de retardada a alguien por un comentario así. Nadie le falta el respeto a nadie en esta comunidad y los insultos están de más.
Lamento que piense así, Sra. Marujita, pero nadie le faltó el respeto y convendría que ud tampoco lo hiciera.

Por lo demás, Agustín, entendí que no es retrato autobográfico. Me gustó como escrbiste la "resignación" frente a algo que no va a pasar y por lo que ya no hay más por hacer... como quedarse en casa después de una de esas noches frustradas.
Saludos

YosoyineS said...

Opa, yo como que no concuerdo con marujita.

Me apego a la posición Cinéfila.

Un abrazo.

PéTaLoS dE tIzA said...

Buenas, primera vez que paso y la verdad me encantó leerte. Fluye pila la historia, no aburre y le permite a uno llegar a identificarse por momentos jiji. ME transmitiste muchas sensaciones, eso está bueno y es algo que poca gente puede lograr a través de la escritura.
Y ta tengo que decir sumándome al debate de las féminas que yo me he agarrado a las piñas un par de veces durante mi adolescencia (sí, no soy Heidi). Ahora ya no lo hago más pero de vez en cuando me dan ganas de darle alguna "palmadita" a más de uno/a.

Anonymous said...

Marujita, me alegra que te tenga sin cuidado mi concepto de "visión femenina", aunque no se cual es, de hecho, no hice referencia a eso en ningun lado. Igual, vos lee y enojate con lo que quieras, si te hace feliz...

Por otra parte, que es lo que hace retardadas a Cinéfila o a Lucia? O las elegiste aleatoriamente para poder expresar tu insulto del día?

Cinéfila, es verdad, el deseo de reivindicación mediante arranques violentos como los descriptos en el post son tan inexplicables como difíciles de negar. No se si se limitan al sexo masculino, o han surgido mediante alguna combinación particular de experiencias pasadas. De última, sirven para escribir algun cuento.

Pétalos de Tiza, me gusta tu nombre-pseudónimo.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Gracias a los recientes commentators, siempre es bueno ver gente que se identifica con lo que uno escribe.
fino, Gran película gran, ayer. Eraserhead no debería permitirse ser vista en otro formato que no sea cine. Lástima que DEG sucumbió a sus conductas basales.
PD:¿soy yo o usted está tiburoneando en mi blog?

Anonymous said...

Agustín, pasando por aquí veo que este blog anda bastante bien. Buena historia. Te mando un abrazo y te paso el dato de mi columna, por si querés pegarte una vuelta. La columna se llama "Aquiescencias", de montevideo.com.uy o cliqueala en google.

p.d: en el blog de monos vi un post donde decias lo de las bukkakes de Burroughs pero te faltó lo de las "golden showers" con esos nenes en algún sucucho de Tangier. Me pareció excelente.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Gracias, anónimo, voy a pasar por allá.

PD:Tampoco olvidarse de los clásicos fistfucking o un buen submissive. Que tipo particular, el Burroughs

Agustin Acevedo Kanopa said...

Anónimo, me pasé por su blog (creo que es el suyo, ¿es usted Dávalos?). Me gustó saber que por estos lares no se olvida al buen Kerouac, pero al dejar un comentario me dice que tengo que ser usuario registrado.

Anonymous said...

Perdón, sí, ese soy yo. Posteee como anonimus el anterior, me equivoqué. Es verdad eso de los comments en el portal, no postee igual, la idea era pasarle el dato nomás. Cualquier cosita en "contacto" manda algún mensaje sin ser usuario. Le mando un saludo cordial.

Anonymous said...

Yo tampoco estoy de acuerdo con Maru. Me siento mucho más identificada con Lucía. El mundo sería mucho más lindo si no hubiera tanta violencia. Por eso yo siempre rezo y le pido a Dios por la Paz mundial.

Y no podría estar más de acuerdo con Cinéfila en que es vergonzoso que nos faltemos el respeto acá en la comunidad blogger donde hay tan buena onda y somos tan amigos.

Agustin Acevedo Kanopa said...

candelaria: le estás pidiendo la paz mundial al tipo equivocado. Dios se tomó la licencia hace bastante tiempo y le dejó la administración a unos tipos con sotanas que no tienen puta idea de lo que hacen.
Probá con Ganesha SRL, ese servicio es mucho más eficiente.

Diego Estin Geymonat said...

Agustín, hoy al levantarme, y pese a que me perdí parte de esa película en ensoñaciones, me di cuenta que estaba buenasa, y es tal cual una pesadilla. Capaz que hasta fue mejor que me adormeciera, porque hay cosas que me deben haber pegado diferente (ese bebé, dios mío...)

Estoy juntando gente para armar un clú de la pelea, ¿alguien se prende?

Anonymous said...

Ok, cuando en la misa del domingo le pido.

Pez Rabioso said...

te cansaste del club masturbatorio Estin?
tengo el antidoto para tu capacidad de ejercer cualquier tipo de violencia: ropa intima femenina.
si, es por lo de los cupos
la venganza será terrible

Agustin Acevedo Kanopa said...

Al club de la pelea no me prendo. Sin embargo, me parece seductora la idea de hacer peleas con cotonetes gigantes y plataformas a diez metros del suelo, onda Gladiadores Americanos.

Diego Estin Geymonat said...
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Diego Estin Geymonat said...

El bajo lo quiero de 6 cuerdas. Y que diga "Friends don't let friends get friends haircuts".

Walter Hego said...

Agustín: si querés jugar otra vez al cadáver exquisito gráfico, ya está publicada otra imagen.

Anonymous said...

Muy bueno el post. Supongo que andás escuchando The cure por ahí...

Agustin Acevedo Kanopa said...

Efectivamente, el nombre del post proviene de Killing an arab, gran tema existencialista de los cure.

lombriza said...

siempre fui una prejuiciosa total, vivo en una ciudad básicamente cheta, a pesar de que mi barrio es algo así como una villa miseria en medio de tanto country. cada vez que me preguntan donde vivo, tengo que hacer aclaraciones imbéciles. Fui a una escuela pública de clase media sin muchos chetos, pero siempre les tuve un odio especialn y profundo. Hace un par de años comencé a trabajr en un shopping chiquito de la ciudad. Entré en super contacto con esa gente. Con el tiempo me di cuenta que mi resentimiento es estúpido y que lo mejor que se puede hacer es ignorarlos.

Claro que hay gente que se merece un buen golpe!! jajaja.

Con respecto al debate de la violencia, coincido con que no es una cuestion solamente masculina (hay cada una!) pero que la pulsión masculina los acerca más a lo físico, no hay como negarlo...

saludillos! (me rei mucho con tus clasificaciones)

Agustin Acevedo Kanopa said...

languidalombriz:
En realidad el post no versa tanto sobre el odio a los chetos sino más bien, en términos nietzscheanos, la voluntad de poder. El lugar de los chetos perfectamente podría haber sido ocupado por planchas, viejos o cualquier otra persona. La idea iba enfocada al sentimiento de "voy a hacer esto, no tanto porque tengo o quiero, sencillamente porque puedo".
Saludos, bienvenida al blog

odinstack said...

http://ficcionrara.blogspot.com/2010/12/critica-radical.html