Discos del 2007
El otro día en la casa de un escritor me preguntaron si podía ayudarles con un problema de su correo electrónico. Explicado en un lenguaje más literario que técnico me dieron a entender que tenían la casilla llena, por lo que había un problema al recibir y enviar mensajes en el Outlook. Sin prometer nada, prendo la computadora. IBM Activa. Recuerdo que por el año 95 tener una Activa era estar un paso más adelante que el resto de la humanidad, llegar con la uña a rasguñar el futuro. Recuerdo incluso una propaganda en donde el monitor de la este modelo de computadora chorreaba un mundo de colores, lleno de veleros rojos, familias volando felices en aladelta, mares verdosos y escenas del Wolferstein II, como si fuera el augurio de un mundo tecnológico desde un eufórico punto de vista que sólo podría salir de la cabeza de alguien como Comte. Cuando prendo la torre y el monitor respectivamente me repito en voz baja, Wolferstein, por Dios. Windows 98’. Al menos no era el 95’. Como era de esperar, la computadora, más que computadora es una carreta, y para que se configuren todos los íconos del escritorio –miles, listas de supermercado en formato Word, prólogos, mails, fotos de familiares en el extranjero, acceso directo al Paint, archivos de sólo lectura, una carpeta que dice París- estoy tres minutos, mirando el monitor con cara de 0 a 0. Es ahí que me conecto a Adinet. Por más que era obvio que iba a suceder, aquel conocido sonido de la conexión precipita toda una serie de recuerdos que estaban completamente dormidos en mí. De golpe aparecen las noches de I-Mesh bajando b-sides de Radiohead, el reproche familiar por el teléfono ocupado por aquel sonido alienígena, las dos lucecitas verdes marcando el latido de uno y su computadora, el reproche de haberse quedado dormido bajando un archivo y el subsiguiente temor a la factura de fin de mes, las flores verdes y rojas del ICQ y las tardes en lo de el fino, esperando diligentemente un minuto y medio por página para sacar información sobre el proyecto bluebook.
La internet ya había cambiado al mundo, pero el adsl terminó por revolucionarlo. La circulación de información nos ha acercado a personas, artistas, movimientos que de otra forma iban a estar sepultados por el desconocimiento. Ya ni siquiera tiene sentido pronunciarse a favor o en contra de la internet, la internet es, está por fuera de las opiniones, como respirar o tener piel. La internet y su crecimiento abrumador es un fiel espejo donde se puede ver cómo uno cambia con los años el carácter y las necesidades de. Resulta ridículo que en el pasado festejáramos bajar a 7.0 kbps una canción. Hoy en día, me bajo discos a un promedio de 40 kbps, y lo que esté por debajo de esa tasa, puede suscitar molestias o incluso furia.
En fin, así como cambió la velocidad de acceso a información, el terreno de la música no es un terreno que permaneció intocado. A mis quince años, comprar un disco incluía una especie de ritual en el que sólo me permitía escuchar ese disco por una semana. Recuerdo incluso un día haber comprado dos discos y elegir uno para escuchar la primera semana y dejar el otro para la siguiente, parado, en mi mesita de luz, todavía forrado con el nylon de los discos importados que llegaban a CD Warehouse. Este año llegué a bajarme once discos en un día, vía simultánea con el e-mule y los link de descarga en páginas como nodatta y mutantsounds. Al acceder a tanta cantidad de música, los artistas se empiezan a desdibujar, uno no recuerda los nombres de ciertas canciones como antes, y el ritual de escuchar el tema con la letra al lado se queda un poco de lado. Es una escucha vertiginosa, escuchar una cosa para enseguida esperar otra. Los gustos son cada vez más precisos, al punto de que ya resulta imposible ser clasificado dentro de cierta tendencia o escuela. El otro día leía la nouvelle Portland, de Alejandro Ferreiro, y en una parte del libro relataba cómo un día se le ocurrió hacerles ofrendas a las hormigas, dejarle una ración excesiva de alimentos al lado del hormiguero y esperar a ver qué pasa. En el libro relata como, después de un aparente primer período de frenesí, de un día para otro dejaron de salir del hormiguero. Parecía como que se hubieran quedado satisfechas o que hubiera una revuelta interna que las hubiera imposiblilitado a salir de su metrópolis subterránea. Pienso si no ocurrirá lo mismo con los melómanos, si algún día de tanta música dejaremos de salir a la calle, empachados, conectados a nuestros audífonos como esos autómatas lobotomizados que tanto les gustan retratar algunas distopias de ciencia ficción.
Ante todo el caudal inagotable de discos, en los albores de este 2008 ya casi presente, me siento obligado a tomar el calderín y sacar mis discos favoritos de este año. En un principio había pensado hacer una lista independiente de la fecha publicación del material discográfico, lista que tendría posiblemente a Godspeed you! Black Emperor encabezando todos los charts. Más allá del fanatismo por los canadienses (es más, Canadá se convirtió por un momento en el epicentro de mis intereses musicales, con un auge similar al que tuvo Seattle a principios de los noventa), este posiblemente fue el año de Cat Power, consumiendo indiscriminadamente todo lo que tuviera que ver con ella, y siendo The Colors and the kids el último tema que me descalabró por completo, de esos temas que te cambian la vida. También, Sr Chinarro tuvo un papel importantísimo, convirtiéndose Luque no sólo en una de las voces, sino también plumas más influyentes en mucho tiempo. Si hiciera una lista de los diez discos que más escuché en el año, al menos tres de Chinarro estarían en ella (nosequé-nosecuántos, La primera Opera envasada al vacío y El por qué de mis peinados). En otro lugar del globo, Can hizo estragos, descubriendo en Suzuki/Czukay y compañía un universo nuevo del que se me abrieron bandas como NEU!. Por su parte, el indie hizo estragos, convirtiéndome en fan definitivo de Pavement, Yo la tengo, My Bloody Valentine y The Telescopes, bandas con las que no había tenido una relación tan aceitada en el pasado. Hubo reconciliaciones con bandas que en un principio no me había interesado (ver post anterior) y Robert Pollard escaló posiciones en mi altar politeísta, como bien lo dije, encabezado por nuestra máxima deidad, Robyn Hitchcock. También hubo música excéntrica y bastante inaccesible, principalmente nutrida por medio de Mutant Sounds, como Steaming Coils, Blurt y Catherine Ribeiro.
En fin, un conjunto de bandas que poco o nada tuvieron que ver con el 2007.
A pesar de haber estado mi escucha enfocada principalmente en estos discos, viendo una gran cantidad de blogs como este, este y este, me pareció más pertinente hacer la lista involucrando a discos sólo pertenecientes a este año, una lista que se terminó de completar recién este último mes, accediendo a discos de los que no había escuchado ni hablar.
(También pensaba hacer una lista de las películas del año, las cuales incluiría a Zodíaco, La vida de los otros, La canción más triste del mundo, entre otras, pero creo que sería un abuso, y terminaría resultando en un post kilométrico que muy poca gente leería).
Bueno, acá la lista:
Un disco que apareció a principios de año y que pasó injustamente desapercibido. Ya mencionando el nombre de Damo Suzuki (el ponja que nos hacía delirar tras el micrófono de Can) y Omar Rodríguez López (una de las guitarras más eclécticas e intensas que ha dado la música actual), se sabe que es un disco que no nos dejará indiferentes. Con The Mars Volta, una de las bandas más poderosas y arriesgadas de los últimos años (al menos en el circuito mainstream), Omar Rodríguez López, junto a Cedric Bixler Zavala había compuesto dos discazos, De-loused in the comatorium y, lo que parecía ser un suicidio comercial, Frances the mute, terminando por demostrar lo contrario no sólo en ventas, sino en calidad. Fue entonces que hicieron este disco bastante irregular, Amputhecture, en el cual, me parece, se les fue la moto. No es necesariamente más extraño que sus predecesores, pero los tejanos optaron por más climas y muchas canciones que prometían ciertos estallidos que nunca ocurrían. Incluso podría decirse que había, al menos, quince minutos al pedo, exceso que acentuaba ciertas carencias, más que realzar el riesgo musical. Es por esa razón que luego de ese disco y una hemorrágica producción de álbumes solistas, veía este trabajo de Omar con nada más ni nada menos que el señor Suzuki como una prueba, como una forma de demostrar que seguía vigente.
El disco más bien es un EP, y básicamente es un solo tema, cantado con esa forma tan particular que tiene Damo Suzuki, estructurado como una zapada entre él y el tejano. La forma en que entran y salen las voces y las guitarras, más que un diálogo es un psicótico monólogo interno interpretado por varias partes del mismo psiquismo, unas órdenes repetitivas y vehementes que brotan desde nuestra cabeza. Lo que aparece en la tapa, en vez de una árida estepa, tendría que ser una selva: saxos venenosos como ranas azules, las flautas pasan por encima de la base como si saltaran de liana en liana, la voz es un verdadero rugido, y la guitarra a veces es pantera, a veces candirú, a veces enjambre de hormigas. Toda una fauna invasora, en un disco que hace culto a la intensidad por encima de la forma y el tiempo.
09-Battles- Mirrored
En un medio bloggero bastante inclinado hacia el indie, donde, por momentos, “música progresiva” parece ser una mala palabra, llega este discazo, una banda que es como la reencarnación alienígena de Fripp en la era de las máquinas. Lo que funciona espectacular en este proyecto de ex integrantes de bandas como Don Caballero y Helmet es ese vendaval encapsulado, esa apariencia de violenta experimentación, pero que nunca sale de órbita. Los tempos marcados por el baterista parecen insostenibles, como si amenazaran a romper con toda posibilidad de melodía, y sin embargo, en un momento preciso, lo que parecía ser una fuga asintótica de la guitarra, termina por encastrar en su justo lugar, como la última pieza de un puzzle, como una cópula matemática casi tautológica. Esta banda representa el math rock llevado a sus máximas consecuencias, como si partieran de la física euclidiana del resto de la música y se aventuraran en el oscuro mundo de la mecánica cuántica. Para una más detallada explicación del fenómeno Battles, aventúrense en este lúcido post de Sensei Magazine
08-Arcade Fire- Neon Bible
Posiblemente este disco fue el lanzamiento del año. No tanto por la música (que sí, es muy buena), sino por toda la prensa que se había generado alrededor del disco, en esos cada vez más comunes casamientos entre el indie y el mainstream. Arcade Fire estaba bajo la lupa, y tenían todo para arder como una hormiga bajo el sol, como había ocurrido con bandas como los Stone Roses, ahogados en la propia piscina de expectativas que se había gestado a su alrededor. Tenían tan sólo que hacer un disco mediocre, y ya cumplirían con la moira de tantas bandas que revientan como el Hindemburg. La única diferencia es que los zeppelines están vacíos por dentro, y a esta banda le queda mucha, mucha música por mostrar. Y entonces sí, aparece este disco que no sólo iguala a Funeral, sino que lo supera en algunos aspectos. Los arreglos son excelentes, y hay canciones que se parecen nutrir de los mejores elementos del postrock canadiense, pero lo que resulta genial, sobre todas las cosas, es la interpretación vocal de Buttler y Chassagne. Mientras el primero tiene una forma de cantar que recuerda a lo mejor de ese Bruce Springsteen storyteller, con esa voz firme y a la vez trepidante, la vocalista tiene una voz angelical pero fuerte a la que sabe sacar el mejor provecho. Creo que el tema paradigmático en cuanto a este recurso vocalístico es Antichrist Televisión Blues, un tema cuya letra todavía no leí (no puedo entender las letras de oído, las necesito tener escritas al lado, y estoy escribiendo esto en el Word, sin internet, por lo que no puedo echar un vistazo), pero independientemente de lo que diga, cuando después de esas largas estrofas de Buttler llega el coro, ese increíble coro, es imposible no sentir esperanza, como algo cercano a una epifanía religiosa, por más que se estuviera cantando sobre matar ballenas bebé o hacer tráfico de órganos con niños tercermundistas.
07-Robert Wyatt-Comicopera
Después de unos cuantos años en relativo silencio, Wyatt nos viene con este trabajo que, a mi parecer, es lo mejor que ha hecho desde Rock Bottom (ojo, me faltan escuchar algunos discos). El ambiente onírico y hasta cierto punto amigable de Shleep se siente invadido por una atmósfera enrarecida, con temas con un sonido más triste, y otros decididamente… ¿violentos? Sí, es imposible no erizarse los pelos de la espalda con el verso “You have planted all your everlasting hatred in my heart”, repetido al final de Out of the blue, una de las canciones anti bélicas más extrañamente intensas que he escuchado en los últimos años. El disco, sobre todo en su último tercio es decididamente político (incluso el disco finaliza con una sorprendente –de sorpresa- versión de Hasta siempre comandante), pero queda lugar para el amor y esas atmósferas de ensueño que teje el viejo de Canterbury. El otro día leí una nota en donde decía que con el tiempo perdió cierta capacidad para llegar a agudos, pero que su trompeta se convirtió en un self accesorio, como si fuera una segunda voz que le devolviera lo que le quita el tiempo. Y es realmente así, confirmando que con o sin trompeta el viejo sigue teniendo una de las voces más genuinas del rock. Extra ball: No se suelen encontrar discos en donde aparezcan nombres como Brian Eno y Paul Weller al mismo tiempo
Música para ir gritando por las ventanas de Dodges prendidos fuego en autopistas que cruzan el desierto de Atacama. Música para apagarse un pucho en la frente. Música para juntar a cien personas en un apartamentito del centro, de esos diminutos que se lo alquilan al doble de precio a cándidos estudiantes del interior. Música para ponerla al mango en ese apartamento, mearle en la cara a menores de edad pasadas de alcohol, encontrar tríos y cuartetos en una misma sudorosa habitación sobre un mismo colchón pelado, ir a la cocina, elegir una persona al azar y partirle una botella de vodka en su cabeza, logrando que todos los presentes se prendan a la piñata, para darse con vasos, tablas de planchar y sacacorchos. Música para arrojar televisores desde novenos pisos, para estacionar automóviles dentro de piscinas. Música para arrojarse de un avión sin paracaídas: a huevo.
Todo eso es Sabú, el primer trabajo editado por una banda que tendría que haberlo hecho desde hace mucho. Recuerdo la primera vez que escuché SantaCruz. Era una de mis primeras salidas con la que terminaría siendo mi novia, y andábamos vagando por el centro, buscando BJ, lugar al que solía ir sin tener idea alguna de qué banda tocaba. Igual, realmente la banda importaba poco, todo era una excusa para tomar algo de cerveza y seguir apretando impúdicamente. Recuerdo haber entrado en medio de un tema de la banda. Estoy seguro de que es un adorno de mi recuerdo, pero al pagar las entradas y abrirse la puerta del local, fue como si se abriera una ventana en medio de un temporal bajo techo, como si fuera una ráfaga de viento revolviendo papeles, desparramando cervezas y arrancando cortinas. Sudor, mucho sudor. Era noviembre, y todos los integrantes tocaban descamisados. Sudor, sí, mucho sudor. El guitarrista era una palmera, cuyo pelo no dejaba ver el rostro. No entendía cómo un baterista podía abollar los platillos y gritar tan furiosamente al mismo tiempo. El sonido era fortísimo, taladrante, no sabía si me gustaba. Sólo sabía que no podía dejar de escucharlos. Sin saberlo a ciencia cierta, casi de una forma intuitiva, SantaCruz se convirtió en una de mis bandas favoritas del “Rock uruguayo”. “Rock uruguayo” entre comillas, porque tiene poco o nada que ver con lo que se suele relacionar con rock uruguayo. Para los que no conocen a SantaCruz, podría sugerir a los Natas pasados de merca, en vez de marihuana. Podría sugerir un stoner rock con su herencia bluesera más inflamada. Podría dar muchos calificativos, pero me quedaría corto. El gran logro del disco, algo frente a lo que incluso yo me mostraba bastante escéptico antes de escuchar el resultado final, es haber podido trasladar sin pérdidas la magia y fuerza de las presentaciones en vivo de la banda a un formato estudio. Todo lo que es SantaCruz está en Sabú, desde la voz frenética de Mauro Ricco en Tu perfume, hasta los coros dionisíacos de Stargirl Blues, desde las densas atmósferas en su versión más stoner, hasta el desenfreno sexualizado de Hot Nipples. Por esto y por mucho más, este es uno de los mejores y más intensos discos del 2007.
05-Radiohead-In rainbows
La ironía de In rainbows es que, habiéndose tomado la libertad de que la gente establezca el precio por lo que escucha, (lo que, poniéndonos un poco románticos, resultaría ser un statement sobre la música más allá de la facturación), terminó haciendo que la gente hablara sólo de eso, olvidándose de la música. Y la verdad es que es una lástima, porque es un disco hermoso, redondito, con todos los momentos que debe tener. Mucha gente dirá que no hay tanto riesgo como en el Kid A, el Amnesiac, o incluso el Hail to the Thief, y probablemente tengan razón, desde el The bends el sonido de Radiohead no resultaba tan accesible. Sin embargo, ese reencuentro de Radiohead con la melodía pop sale sin lesionados y con algunos momentos de tremenda belleza. La seguidilla de los primeros cuatro temas es muy pero muy buena, desde la inmersión en las fosas de las islas Marianas de Weird Fishes, como si la voz de Thom Yorke fuera como esos luminosos peces prehistóricos mostrándonos los secretos del suelo oceánico, hasta el bajo hipnotizante de Bodysnatchers, pasando por la intimista Nude. Y en el final hay una nueva seguidilla de temas de gran belleza, con esa tradición propia de dejar un tema gigantesco cerrando el disco (Videotape)
En fin, lo que empezó siendo la robótica voz de un feto sumergido en una cámara criogénica (Kid A), pasando por una mutación transitoria de un orwelliano rebelde en tiempos de Bush y Chomsky (Hail to the Thief), en este disco termina por consolidarse en una voz más intimista, como si aquel personaje del video de Paranoid Android se terminara por mudar con su ángel guardián, paseando en ese helicóptero invisible y relatando lo que ve a su paso.
04-Triángulo de amor bizarro- Ídem
El disco redondo del año. No hay nada que sobra, todas y cada una de las canciones son geniales, se puede pasar de principio a fin sin saltearse ninguno de sus doce temas. Tomen My Bloody Valentine, Stereolab y Mercury Rev, agiten, agreguen más y más fuzz y unas voces espinosas, y ahí tienen Triángulo de amor bizarro. El disco debut de los gallegos es lo mejor que se puede conseguir en español, y podría decir que es el mejor disco shoegazer (por ponerle un nombre) en mucho, mucho tiempo. No sólo el muro de sonido es enloquecedor, sino las mismas voces, que aparecen tras los velos de la distorsión (como es costumbre en bandas de este género), pero con una esencia diferente, con letras tan francas como extrañas, como si la banda escupiera verdades directamente de su inconsciente. De ahí provienen versos completamente imprevisibles “Llevar navajas siempre es conveniente” y títulos cuya nomenclatura recuerda a la de ciertos readymades dadaístas. Creo que en materia vocalística, la diferencia con bandas como My Bloody Valentine es que si en los irlandeses la sensualidad reflota con cierto aire etéreo, en Triángulo de amor bizarro repta, aguijonea, o suena completamente desquiciada (escuchar Isa vs. El partido humanista), como si los tipos tomaran como mentor más a Alan Vega que a Kevin Shields.
En fin, rock estridente, aguijoneante y resbaladizo.
03-Of Montreal- Hissing fauna, are you the destroyer
Este es el disco paradigmático de cómo han cambiado mis gustos en este último año. Pensar el Hissing fauna, are you the destroyer en una lista del 2005 sería como pensar a Pappo pinchando discos en la fiesta Creamfields. Uno de los puntos fundamentales sobre este disco es la notable desconexión que hay entre el ritmo de ciertos temas y el contenido que encubre. Pop hasta los huesos, al borde del kitsch, con esos efectos de órgano intrusivos y algunos coros sampleados, sin contar con la increíble y maleable voz de Kevin Barnes, detrás de ese envoltorio aluminado, cuando uno empieza a indagar en las letras se encuentra con un nihilismo desbordante, un nihilismo que no necesita dioses ni demoños, que no necesita suicidios altruistas, que ni siquiera necesita el spleen. No, todo eso, esa pregunta que tanto obsesionó a franceses y alemanes se puede resolver en la pista de baile. Tiene estrofas que lo pueden matar a uno de la risa (“i spent the winter on the verge of a total breakdown while living in Norway. i felt the darkness of the black metal bands but being such a faun of a man i didn't burn down any old churches just slept way too much just slept”), pero todas las canciones, desde mi punto de vista, todo el disco está hecho para ese tema descomunal que es The past is a grotesque animal. Es una obra casi teleológica, todas las frustraciones, toda la resignación, el pop, todo desemboca a ese enorme agujero negro que está en la mitad del disco. Posiblemente sea la mejor canción de los últimos tres años, y creo que diciendo esto no estoy exagerando. Toda la mierda del nuevo milenio encapsulada en doce minutos, versos durísimamente verdaderos como “how can i explain i need you here and not here too”, la nada como un crater inmenso en cada intento de acercamiento entre las personas, el momento en que grita “the mousy girl screams violence violence she gets hysterical”, con una expresividad precisamente histérica, un histeriquismo que no escuchaba desde las increíbles interpretaciones de Gordon Gano en temas como Kiss off o Add it up. El motorik, una carretera hacia el abismo, una pista de baile en pleno incendio, pero con la gente bailando, bailando y sudando, sin importar que a pocos segundos se le caiga el techo encima, let's tear our fucking bodies apart but let's just have some fun
02-La hermana menor-Todos estos cables rojos
El disco que más escuché en el 2007. Acordarse de memoria letras como Ray-Ban blues es algo difícil, por su extensión y articulación, y sin embargo a fuerza de persistencia y fascinación me la terminé acordando de memoria.
Como lo dice Ezequiel en este post, quizás es un disco demasiado largo (personalmente, creo que algunos temas están demás), pero en este mismo exceso se concentra la principal esencia de La Hermana Menor: el disco comprende todas las facetas de la banda, pero en su versión más cruda y purpúrea. Un poco diferente al Ex, que concentraba una mayor unidad en materia de sonido, este disco pasa de la orfebrería pop más fina (Batería de Jesús no es sólo el tema que más escuché en el año, sino una de las mayores joyas pop de la música uruguaya de los últimos años), hasta el violento descontrol free de Dragón mata sirena; por los bondadosos climas de La casa de Margarita, a la misantropía hecha carne de Inútil; desde Bandera Azul, que tiene todas las cadenas de carbono para ser un himno generacional, hasta el descolocante intimismo de Escala en Ezeiza, tema ampliado en ese post de elbailemoderno cuyo link dejé arriba. Pero, a mi parecer, lo más destacable del disco son las letras de Tüssi, ponderación que tengo entendido que no le suele generar mucha gracia, pero que no tengo otra que remarcar. La habilidad de escenificar ciertas situaciones, como pasaba en el Ex con Nada que hacer, se encuentra potenciado y refinado con temas como la pirómana Julia dice, o la honestidad merquera de Cirugía fantasma et swingers delight, una ida y vuelta por la noche montevideana. Y a lo mejor no, ahora repasando todos los temas, no da para quitar ninguno, como si quisiéramos desconectar una bomba de tiempo con sólo cables rojos.
01-Dinosaur jr- Beyond
2007 fue un año marcado por los comebacks. Casi todos ellos, puro clin caja. Las ligas de papi fútbol volvieron a llenar estadios, y por ellos desfilaron la versión holística y sin calorías de The Police, Soda Stereo diet, desgasificada y una reunión de Led Zeppelin de la que no puedo hablar mucho, pero que me genera todas las dudas. Entre todas estas vueltas, completamente inesperado para toda persona que supiera cómo habían quedado las relaciones entre Mascis y Barlow, aparece Dinosaur jr con este disco ENORME, un Dinosaur jr que no había sido el mismo desde el Bug, por más lindos que sonaran algunos temas del Where you been. Muchos dirán que es más de lo mismo que hacían antes de la separación, pero esa misma noticia no me puede dejar más contento. La sensibilidad de Mascis en la vocalística, aquellos punteos endemoniadamente hermosos persisten, siendo la encarnación sónica de la felicidad. Los que leen asiduamente el blog ya deben estar recontra podridos de que les repita lo mismo, pero This is all I came to do, con aquel punteo inicial haría mover ligeramente la cabeza para adelante y para atrás a todos los hijos que cargan el ataúd de su padre en un entierro. La producción del disco es igualmente ponderable, desde el mismo momento en que escuchas los primeros punteos de Almost Ready, uno sabe que Mascis, más allá de su look Gandalf, siempre ha sido el mismo. La guitarra hiper saturada en temas como ese y Lighting Bulb nos conduce sin puertas cancel al principios de los noventa, unos años que a esta altura del partido ya comenzamos a ver con nostalgia.
Si en el futuro considerara al 2007 como un año feliz, en gran parte estaría implicado este disco.