Tuesday, October 02, 2007

Tacos adolescentes
09:05
Spring will tear us apart, me digo mientras trato de esquivar las pelusas de los plátanos con toda la habilidad shaolin que alguien puede extraer de sí a las nueve de la mañana, cuando sólo durmió dos horas. Un día de estos voy a ir caminando por la calle y me voy a morir, así nomás, morir, quedarme tirado como estas pelusas al borde de la vereda. Este fue un año complicado para mi sistema nervioso parasimpático. Los insomnios se fueron radicalizando tan de a poco que uno ni siquiera se dio cuenta del todo. A mis catorce años me acostaba alrededor de las doce y media, durmiéndome con la voz de Homero Simpson como los arrullos de una buena madre. A los quince empecé a dormirme un poco más tarde, me quedaba viendo The X-Files, o tratando de encontrar una película erótica en el Cinemax o cazar alguna teta en el Wild On (sí, realmente triste, pero tenía quince años, che). Luego fueron los dieciséis, el I-Mesh, el Napster, el Morpheus (todos esos programas que nos decían que eran mejores que el anterior, cuando eran la misma bosta), luego la música, el Señor de los Anillos, las películas eróticas más sofisticadas del I-Sat (francesas sobre todo), los casetes alquilados que terminaban a las dos y media. Y así fue prolongándose, sintomática y tangencialmente hasta estas baldías mañanas de adsl, como lo dije en otro post, en la búsqueda del eslabón perdido del rock and roll en un grupo rumano, las películas de cinemateca que siempre devuelvo con retraso, los comentarios en blogs uruguayos, chilenos, argentinos, y la música, la música eterna y constante invadiendo células clóqueas, con el arrullo de Mark E. Smith creyendo que es Damo Suzuki, durmiendo con la luz violácea invadiendo las rendijas de la persiana, la voz de jorge Hané en el canal 26.
Siempre digo lo mismo, “hoy me duermo antes de las dos”, y son las cuatro y estoy despabilado como una lechuga (¿como una lechuga? sí, realmente necesito dormir). Llego tambaleándome a la clase, saludo a Pez Rabioso y me percato del remolino gigante en mi pelo. No sé si es antes o después de pegar el primer cabezazo, que pienso que mientras una gran cantidad de gente de mi edad se destruye las células nerviosas con alcohol, piñazos, drogas blandas y duras, yo me la doy con el tiempo, el desvelo delicioso y aparentemente eterno de la madrugada. Y como un drogadicto, al borde de la desintegración física y espiritual, mientras trato de entender lo que dice el profesor, digo y me lo creo por un momento, “esta es la última vez…”

13:18
La parada de 18, esa que queda en frente a la iglesia de Tacuarembó, ya nunca será la parada en que me bajaba para ir al dentista a mis quince años. Tampoco será la parada en que solía bajarme para ir a la casa de una ex novia. Todo cambió el viernes pasado, en esas dos cuadras que dejaron un agujero húmedo y lleno de basura, cual pozo de ascensor en mi pecho. Es impresionante cómo una mala experiencia puede infectar todo una porción geográfica, sin importar cuántas otras experiencias permanezcan ligadas a dicho lugar. Una canción que amábamos si se mezcla con el fallecimiento de un ser querido se convierte en el dialecto oculto de la muerte, una esquina en que nos robaron se convierte en un triángulo de las bermudas a evitar a toda costa, una camisa con la que nos acompañó en una noche de amor no correspondido es la directa culpable (y no de quien estamos enamorados) por nuestro infortunio. De cierto modo, no me puede parecer más preciso el dicho popular “quien se quema con leche, cuando ve una vaca llora”… y Uruguay está lleno de vacas, si las tendrá.
Lo que había sido un breve paseo por el centro se convirtió en una experiencia tremendamente perturbadora. Había algo que ya andaba mal desde el principio. Hay días en que el centro está particularmente bizarro con respecto a lo normal. Sí, uno suele toparse con esa vieja que duerme en Tristán Narvaja y Mercedes que no deja de tejer y destejer la misma ropa. Uno suele ver hurtos, una mujer gritando al cielo mientras un tipo corre como una flecha expresa por la calle, sin nadie que se anime a detenerlo. Pero no estaba preparado para aquellas dos imágenes que se me quedaron talladas en el borde de mi cerebro. Todo ocurrió en cuestión de dos cuadras, iba caminando para la parada de 18 y Tacuarembó, y a la altura de la estatua del Gaucho veo una cantidad de gente aglomerada mirando hacia el suelo. Por un momento pienso que estarán observando la rutina de un artista callejero, pero pronto me doy cuenta de que ese pensamiento es una simple evasión hacia la idea de lo que realmente ocurre ahí. Efectivamente, hay alguien en el suelo, en este caso un viejo, descamisado tres botones, como si se los hubiera desabrochado jadeando justo antes de caer al suelo. Le invaden ligeros espasmos, rítmicos, como una ola que nace en su cadera y termina en la punta de sus pies. Algunos tratan de intervenir con una total y lenta inseguridad, como una persona inexperta tratando de cambiarle los pañales a un niño ajeno. Un tipo tiene un celular contra la oreja y pregunta en voz alta si hay algún médico por la vuelta. Los espasmos son cada vez más esporádicos, cosa que me hace pensar por un momento que en cuestión de unos minutos el hombre saldrá de un acceso epiléptico sin tener puta idea de lo que ocurrió. Sin embargo, también se me ocurre que el enlentecimiento espasmódico podría ser una señal de cómo desaparece del hombre toda esencia vital. De una forma u otra, permanezco mirándolo, sin hacer absolutamente nada, con una especie de fascinación morbosa, intentando rescatar detalles de aquella imagen. Es ahí que reparo en el rostro del viejo. No sé en qué momento cambió, pero ahora su rostro es ceniciento, como si sus vasos capilares comenzaran a drenar porlan en vez de sangre. Y ahí veo su iris celeste, mirándome a través de sus párpados entornados. Me está mirando a mí, esos ojos inexpresivos desembocan unívoca, endorreicamente a mi iris negro, via aferente a la corteza de mi lóbulo occipital y alma. Hago zoom out, veo el rostro entero. No parece dolorido, ni siquiera extrañado. Se encuentra plácido, sereno, como preguntándose por qué tanto lío por un viejo en el suelo. Y entonces pienso que a lo mejor es un reto, el tipo con su muerte se me ríe de mí, en mi cara, remarcándome mi estupefacta inacción. Pienso que aquel viejo me dice “yo sabía que iba a terminar así, con vos mirándome con esa cara de cagón
Todo aquello duró aproximadamente veinte segundos. Sigo mi camino, aún recordando esos ojos celestes. Cuando llego a la parada, se me ocurre en un principio sentarme en los banquitos de metal, pero por un capricho al que estaré eternamente agradecido, prefiero esperar parado, un poco del lado de la calle. Mientras me confundo un ciento ochenta y pico con un 121, escucho unos extraños gritos de vieja que se alzan detrás de mí. Veo y es una vieja muy gorda. En sus piernas elefantíticas, hay un azul río de várices que desembocan en unos tobillos inmensos, en los que veo extrañado una bombacha que pende de ambos. Y recién ahí entiendo los gritos: “¡Me cago, me cago, alguien ayúdeme que me cago!”. Veo el rostro de desesperación de la vieja y vuelvo mi mirada a la calle, esperando un ómnibus que me salve de tal situación. Pero lo peor está por venir. Vuelvo la vista y la vieja sigue gritando “¡hijos de puta, que alguien me ayude por favor, ahh, me estoy cagando!”. Y entonces mi vista se desvía hacia el banquito, y ahí veo la caca blanda de la vieja, goteando desde la estructura de metal hacia las baldosas. Más allá de la conducta obviamente extraña, hay algo en su grito que toca las aristas de la locura e incluso lo trasciende. Hay algo en esos gritos, y en esos gemidos, mientras parece como si sufriera y disfrutara a la vez haciéndose encima, ahora limpiándose con fruición con un papel higiénico que sacó de un bolso. Con lo único que lo puedo comparar es con aquella impresionante escena de la violación de Isabella Rosellini a manos de Denis Hopper en Terciopelo Azul, el tipo gritando “Don’t you fucking look at me!” y “Baby wants to fuck!”, mientras toma un pedazo de la bata de la tana, metiéndoselo en la boca con pasión. Toda la gente mira para otro lado, incluso con miedo, mientras que la vieja sigue con su infernal soliloquio. Miro de vuelta la mierda tibia, cayendo de a pedazos sobre las baldosas. Todo permanece en un terreno incierto. Lo único que recuerdo de lo que sucedió después es haberme subido a un ómnibus sin siquiera saber su número, llegar a mi casa y pegarme el baño más extenso y minucioso de mi vida.
Y ahora, una semana después, estoy cansado, como dije, dos horas de sueño no son recomendables para ninguno, pero nunca me sentaré en ese banco, esos dos recuerdos se anudan como un mensaje oculto que por no descifrarlo me perseguirá por el resto de mis días. Espero como la otra vez, en la calle, y me doy cuenta de que hasta la sombra de la parada me parece infecta.

13:25
El 104 es más fiel de lo que se mantiene en el folclore popular. A no ser por una mala jugada que nos hizo pasar a el fino y a mí en Carrasco, de todas las veces que me vuelvo del centro, me tomo este ómnibus un 35% de la veces (lo que, en comparación a las frenéticas y constantes visitas del 121 a las paradas, es una cifra ponderable). Espero en la perturbadora parada de la que venía hablando, y cuando subo, saco un billete de cien. El chofer-guarda no se exalta, saca el cambio con un remarcado automatismo, pienso que dirigiéndose a Carrasco, el tipo debe estar acostumbrado a los rostros de Fabini (qué prejuicioso, qué cosa, che). Encuentro un asiento contra la ventanilla en la mitad del ómnibus, y pongo uno de los temas más pacíficos que se hayan podido componer en la historia (Ruta a 80 de Jaime sin tierra). En otro post ya lo había dicho, pero la venganza del pop luego de tanto tiempo sepultado por los escombros de distorsión, debe tener algo que ver con mi vida, capaz que me estoy ablandando, no sé. Aún así, el extraño dolor de panza y las dos horas de sueño me mantienen los pies en la tierra e impiden que me eleve demasiado en esa nube de placidez que largan mis audífonos. Comienzo a sabotearme, como es costumbre, pienso en el toque de Buenos Muchachos que no voy a ir por mi maldita uruguayez (esa mala costumbre de dejar las cosas para último momento, que en general no es muy recomendable a la hora de comprar entradas anticipadas), y pienso en la vieja, sus gritos, la mierda goteando desde el asiento hasta las baldosas y el ojo gris del viejo, observándome sereno. Vuelve el malestar y lo único que me queda es mirar para adelante, el ómnibus que dobla por Eduardo Acevedo, pasando por el querido Unibar y lo que antes era el Nat Capiloncho. De repente me percato de dos tipas que están en los asientos de más adelante. La morocha está vestida con su ropa liceal: pollera gris hasta las rodillas, camisa blanca y la clásica corbata semi desabrochada de las doce del mediodía. La rubia lleva una colita tirante y el cabello cae copioso en punta, anda de short y con una camiseta a rayas horizontales azules y blancas… hockey, digo por sobre la voz de Nicolás Kramer. Me quedo unos segundos viéndolas, preguntándome qué es lo particular de todo aquello. Y entonces me doy cuenta de que por alguna razón, una está sentada en el extremo izquierdo del ómnibus y la otra en el extremo derecho. La rubia lleva la cabeza apoyada contra la ventanilla, se ríe como quien se ríe de un secreto que no quiere compartir, y con una ceja levantada escucha el cuento de la morocha, cargado de mímica, desde el otro extremo del ómnibus. Hay un breve segundo de silencio, ellas se miran, se quedan sin decir nada y se ríen, se ríen así nomás. La morocha tiene las manos sobre el regazo y mira para abajo, como riéndose de un recuerdo avergonzante, y la rubia sonríe serenamente con la vista perdida en la calle, mientras el sol le da en el rostro sin encandilarla. Pienso qué es lo que las lleva a sentarse en lugares separados, cómo pueden estar tan alejadas pero tan juntas al mismo tiempo, cómo es que a pesar de estar separadas por un pasillo, están tan entrelazadas por una misma risa, por un mismo juego de cuyas reglas no logro descifrar. Pero por alguna razón, esa lejanía no hace más que acentuar aquel momento perfecto, de esas risas en cámara lenta, con el fondo sonoro de ruta a 80, como si todo eso fuera la definición de algo más, de una perfección intangible, difícil de prever o ponerle nombres. Es una perfecta escena para una película, las dos tipas hablando ahora de vuelta, pero cada una desde su extremo correspondiente. Y ahí es que me doy cuenta de que no podría ser de otra forma, ellas dos tienen, deben sentarse ahí, y las dos chetitas estarán hablando de pantalones Magma, de una noche en Lotus, del nuevo disco de Babasónicos o un secreto de una amiga en común, y no lo saben, pero ocupando sus respectivos lugares mantienen un equilibrio de algo que va más allá de ellas y de mí, de este ómnibus, de Jaime sin tierra y el nuevo equinoccio que nos está matando lento y dulce. Ellas tienen que estar sentadas ahí, como equilibrando con su simetría algún tipo de fuerza intangible, un sistema de pesos y medidas astral que podría descalabrarse y terminar con todos y todo en el momento menos previsto. Y lo más probable es que por Arocena se levanten de dichos asientos y la rubia y la morocha se vayan cada una para su casa o para la clase de hockey, posiblemente olvidándose de su charla para la hora del almuerzo, sin saber que estoy completamente agradecido por ese momento tan particular que me hicieron pasar.

17:06
Luego de haber comido y chequear cosas diarias de la computadora, me doy cuenta de que no engaño a nadie, y que por más sueño que tenga, no voy a poder acostarme, dormir y sentir como que aquello es aprovechar el tiempo. Tenía que hacer un par de cosas por Pocitos, imprimir un material que hace tiempo lo tengo en stand by, visitar a mi primo, devolver la película Hapiness con dos días de retraso (en este post iba a extenderme sobre dicha película, pero me parece que lo dejo para otra ocasión).
Agarro por Tomás Diago, y en el Ipod elijo Sunday de Sonic Youth. Hay algo que cambia cualitativamente en el entorno cuando caminás con determinada música en tus audífonos. Ya había hablado de la experiencia cercana a la lisergia que sentí en Atlántida al escuchar Keen on boys, pero posiblemente ello haya sido una conjunción, no sólo de la buena canción, sino del estado de euforia de volver a aquel lugar que tantos recuerdos me trae. Pero con Sunday es distinto, el efecto que genera en mí es infalible, siempre el mismo. Luego de esa especie de corto riff, al entrar las guitarras siento que mis pasos cobran una diferente dimensión y se vuelven uno con el ritmo tan marcado de aquella canción. Esto me lleva a plantearme que hay canciones específicamente construidas para caminar, de las cuales, en mi caso particular rescato tres:
Sonic Youth-Sunday
Ya venía hablando de ella. Cuando camino al son de aquel ritmo marcado, se reactiva algo en la dimensión adolescente de mi persona, por un momento se hace patente ese nihilismo juvenil, cercano a 25 watts, pero en una dimensión más dramática y, por así decirlo, oscura. (...)Sunday comes and sunday goes/Sunday always seems to move so slow/To me, here she comes again/A perfect ending to a perfect day/A perfect ending, what can I say/To you, lonely sunday friend?/With you, Sunday never ends. El otro día escuchaba la canción Domingos de Buceo Invisible, que maneja más o menos la misma esencia triste y solitaria de los domingos, pero un poco más apoyada en una dulce melancolía. Como decía, me parece que La juventud Sónica le da una dimensión más oscura a aquella abulia, teniendo bastante de esa teenage angst, pero de una manera mucho más sutil que Nirvana (y ni mencionar a las bandas Emo o Nü Metal). Lo que siempre creí, es que hay algo particularmente brillante en la cualidad interpretativa de la voz de Thurston Moore, que logra que las palabras tengan otra profundidad completamente inimaginada. Por ejemplo, tenés la canción Teenage Riot, y si uno lee la letra, podría ser cualquiera de la desbordante cantidad de himnos adolescentes que se han compuesto. Sin embargo, hay algo en la forma de decir cada palabra que resulta completamente creíble, que le da a la frase un significado por completo diferente (algo que le venía comentando a Pez Rabioso sobre el verso “get in the car” que canta R.Smith en Fascination Street). Es una obsesión que me ha invadido últimamente, la dimensión de las palabras en su cualidad interpretativa, más que puramente semántica. En fin, cuando me pongo Sunday en los auriculares, siento que camino en cámara lenta, engrandeciéndome en un mundo más perverso y aburrido del que realmente es.
Pavement- Range life

Considero que desde su sensibilidad indie, candidez y ritmo, Pavement es la banda perfecta para caminar, pudiendo sentir algo similar, pero bastante diferente a la música de Sonic Youth. Realza en mí una dimensión similar de la adolescencia, pero una mucho más plácida, como una dulce esencia diletante, una especie de canto loser del cual no es conmiseración. Range life, entre todas las canciones de la banda de California, es mi favorita para dichas circunstancias, sobre todo en los días soleados, o en los que uno siente urgente necesidad de sentirse bien. Mis pies caminan en un ritmo diferente, y de cierto modo, quizás por los guiños medio folk o country de la canción, me siento un poco como Jon Voight en “Midnight Cowboy”, caminando con ese gorro de vaquero y la pequeña radio en la mano, mientras se escucha la hermosa canción de Harry Nilsson.
Joy Division- The eternal

Con Curtis y cia es distinto. Es una canción que utilizo especialmente para los días brumosos, sobre todo esas mañanas invernales que a uno pueden destruirlo, a no ser de encontrarle su belleza. Mantengo firmemente que esta es la canción más deprimente que se haya hecho (aunque en letras, hay otras de Lou Reed y otros perversos que pueden ser peores), sobre todo por ese trasfondo fúnebre sobre los que se alza la voz de Curtis, y esa pequeña sección de piano que hiela la sangre. En días tan fríos y brumosos como esos, al menos es un buen consuelo por un momento creer que se está en Manchester.
En toda esa caminata, me percato que lo único que pude efectivamente pude hacer fue visitar a mi primo, pero por la hermosa musicalización que me acompañó el trayecto, siento que no fue en ningún sentido una pérdida de tiempo.

19:30
Con mi primo y su novia comemos algunos bizcochos, y a mí me viene la irresistible tentación de mirar la rambla por su increíble ventanal. El se ríe por esa fascinación, diciendo que después de todo, aquello sólo es agua, pero yo, como muchos otros, me quedo completamente embelezado por aquella vista. Parece que ya vamos a empezar a acostumbrarnos al calor. Ya era hora. La visión de la gente corriendo o sentada de chancletas, me hace acordar al primer epifánico día de calor de hace unas semanas, luego de un infierno tan crudo. La gente realmente estaba feliz, en la rambla, en la calle, vistiéndose (quizás de una manera excesivamente apresurada) con sus ropas de verano. Sentado al lado de la prefectura le comenté a un amigo que todo aquello me hacía acordar a esos pueblos que salen a recibir a la lluvia luego de meses y meses de sequía, pero en el sentido inverso. Nos quedamos sentados, mirando los rostros de la gente, y uno sabía que había muchas complicaciones detrás: inconformidad, infidelidades, plata, no plata, instintos sexuales frustrados, nostalgia y crisis existenciales, pero estaba calor, y eso era suficiente para que gente de todas las edades y clases sociales estuvieran felices (y en un mismo lugar, como ocurre en la rambla). Cuando me estaba yendo, vi en la placita Trouville a una gente bailando sin música (un espectáculo bastante particular), y le comenté a mi amigo:
-Después decimos que somos un pueblo triste.
02:00
Ya es un sábado, dos de la mañana. Las del octavo subieron los decibeles muy por encima de lo permitido y algo que podría ser Cattaneo, Tiesto, Oakenfold (en realidad no importa) está tirando el edificio abajo. La música toma las copas de la cristalera, el vidrio de la ventana, mi cabeza. Se escuchan tacos, tacos adolescentes como granizo en mi techo. Y realmente sería algo irrelevante si no estuviera releyendo “El extranjero” en este preciso momento. Es un sábado, las piernas jóvenes arriba y yo leyendo “El extranjero”. No porque tengo, ni siquiera reprochándomelo, sencillamente porque quiero. Hago fuerza mentalmente, intento atesorar este momento, como un momento crucial que define el carácter de uno. Las dos horas que dormí ahora cobran factura. Antes de que me venga el sueño y deje el libro por el cuento del checoslovaco, pienso que así recordaré estos años cuando sea viejo, y me dejo caer dormido, arrullado por las piernas, la noche joven y los cristales trepidantes.

45 comments:

YosoyineS said...

Opa, primera!

Bueno, si ya no me podía dormir con los señores músicos bizarros, ésto me remató lo poco que me quedaba del buen dormir :S

Nah, fuera de joda, qué bizarro (y bizarro en el sentido de bizarre). Además, cuanto mas viejo uno se pone, menos duerme, por ejemplo, son las 9 de la matina y me fui a dormir a las 4 am, lo que me da harta bronca porque podría seguir en mi camita tranquilamente y eso no ocurre por falta de sueño.

Y bue, cada uno se concilia como puede con Morfeo.

Besote!

Agustin Acevedo Kanopa said...

Supongo que es verdad que a medida que uno se pone más viejo duerme cada vez menos, pero hay que aceptar que el adsl y las malas costumbres cumplen su parte. Por suerte no tengo que madrugar mucho, porque aun asi con un cambio de horarios semejante, no podria dejar de dormirme a las mil y una.

Supongo que por bizarre te referís al incidente de los viejos. Realmente, me dejó enfermo durante unos días.
Si alguien tiene un espíritu mucho más morboso que el mío, le cuento que esa vieja está en la parada mencionada todos los viernes de doce a una aprox. (yo ya evito pasar por ahi a dicho horario).

Pez Rabioso said...

excelente post, my friend.
en particular me rei mucho con las primeras oraciones.
un consejo que sigo hace años: nunca jamás detenerse en un tumulto de gente (a menos que sea una pelea)

Agustin Acevedo Kanopa said...

Me alegro que le haya gustado el post.
Con respecto al consejo, debo confesar que la escopofilia es un problema bastante recurrente en mí, siendo de los que si ven a muchas personas mirando el cielo, se queda mirando para arriba preguntándose qué es. Dicha curiosidad exagerada me ha llevado a estar más de una vez en lugares inadecuados, en momentos inadecuados.

Anonymous said...

Me gusta como escribes pero disfruto mas esas estampas personales que compartes; creo que el merito es lograr narrar algo muy particular con un toque tan abierto (general?) que lo sentimos como propio. Lo digo porque comparto totalmente eso de los insomnios (no puedo irme a dormir antes de las 2am y a las 7 a mas tardar tengo que estar despierta); y porque mi memoria asociativa me hace guardar recuerdos por todos lados, algo que en principio parece muy lindo, pero tiene sus bemoles. Por ejemplo, cuando hace poco que termine una relacion, deje de escuchar musica por meses, porque era algo que compartia con esta persona y era imposible no vincular temas, desde cosas muy muy cursis hasta rock pesado... memoria traicionera que le dicen...
(este teclado no tiene acentos, asi que disculpa la ortografia)
Saludos!
y que disfrutes tu primavera en aquella parte del hemisferio (yo vivo en el desierto y agradezco la entrada del otonio).
Karina :)

Ama-gi said...

Buenísimo el post como siempre. Che Agustín, si tenés problemas para acostarte temprano, jamás vayas a jugar al Civilization, Alpha Centauri, o algún juego similar de estrategia por turnos. JAMÁS.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Kecg:
En cierto modo es peligroso compartir muchas cosas con alguien que uno quiere. En el momento se puede sentir increíblemente bien, pero en cierto modo la imagen de esa persona empieza a mear el terreno (es decir, marcar el territorio), y a medida que uno comparte más y más cosas, el barrio, la zona de facultad, los lugares de esparcimiento, las paradas de ómnibus, los bares, los baños, todo se transforma en traicioneros campos minados de recuerdos, lleno de pequeñas cajas de Pandora que se abren al pasar. Es peligroso eso de querer a alguien, sí que lo es.

ama-gi:
Me alegro que le haya gustado el post, yo también leí el suyo y me gustó mucho cómo lo armó.
Le cuento que el tema de Civilization y ese tipo de juegos adictivos no es un vicio que no me haya pegado en su momento. Igual, alegremente le puedo decir que soy un hombre nuevo, estoy limpio, y hace 347 días que no juego a ninguno de esos juegos.
Particularmente me pasó con tres videoguéims: El Age Of Empires (a mis trece años), el Sim City 3000 (a mis quince)y el Gran Theft Auto Vice City (recientemente, en una especie de exilio familiar a Guadalajara, en que decargaba mis frustraciones y celibato atropellando a viejitas y matando policías).

Brunomilan said...

muy buen post, tiene tantas puntas que es dificil solo decir una cosa, ahi voy:
Dormir para mi desde hace meses es una batalla, termino durmiendome 1 o 2 horas despues de que apage la luz, me tape, guarde los lentes a eso de las 2 de la mañana.

No se si ajusta especificamente a tu categoria musica para caminar, pero recuerdo con absoluta vividez el dia que sali a cursar a las 7 de la mañana escuchando a esos tales Stone Roses que todo el mundo hablaba, lo siguiente me paso con todo el disco pero con "She bangs the drums" senti de una extraña y corta manera (los 3:40 del tema creo) la felicidad, la sensacion de escuchar esa cancion y mirar a un cielo despejado fue idilica, irrepetible.

Brunomilan said...

ha me hiciste acordar que hace un tiempo atras (tendria 17 o 18) iba caminando cuando vi una madre teniendo a su hijo (de entre 6 y 8) de la mano obligandolo a orinar en el medio de la calle, la imagen del niño llorando con los calzoncillos mojados a la altura de los tobillos esta todavia tallado en mi mente...

Agustin Acevedo Kanopa said...

Brunomilan:
Exacto!, captó perfecto la esencia de una música que convierte la inercia de los miembros erectos (estamos hablando de las piernas caminando, a no mal pensar) en algo casi poético. No sé qué es lo que tienen ciertas canciones, cómo se puede identificar de forma objetiva esa walking music, pero como con el swing, uno no puede definirlo claramente, pero lo puede reconocer cuando lo escucha.

A mi los Stone Roses me parece una banda un tanto extraña, porque no entiendo la fascinación extrema de cierta gente (es una banda que me resulta muy agradable, pero su labor discográfico, no sólo es algo exiguo, sino también irregular -el Second Coming no me parece un gran disco) ni el odio descenfrenado que provoca en otros, especialmente los fanáticos del Indie más americano, que consideran el estallido Britpop como una de las cosas más sobredimensionadas de la historia. En todo caso, es una banda que me resulta muy simpática, ideal para acompañarla en situaciones como las que presentás.
PD: Estoy pensando hacer un post específico de "Walking Music", quien quiera sugerir temas, levante la mano

Ama-gi said...

El tema Agustín que sin preferir la estrategia por turnos a la estrategia en tiempo real, es mil veces más adictiva. Si te colgó el Age of Empires el Civilization te dejaría en la Fundación Manantiales.

Agustin Acevedo Kanopa said...

No me cuelgue, que yo ya estoy limpio (si no me reconoce, soy uno de los de REMAR, que voy por los ómnibus diciendo cómo los videojuegos casi acababan con mi vida y la fe en Dios y el trabajo en una huerta orgánica me permitió dejar de ser un marginado) I follow the path of the righteous

El gaucho insufrible said...

..tratando de encontrar una película erótica en el Cinemax o cazar alguna teta en el Wild On..

ahh...m'hijo en mis tiempos para ver una teta tenia que quedarme mirando el ciclo "viernes 13" que daba canal 4. Tetas lo que se dicen tetas se veian poquisimas, pero entre tanto podias de disfrutar un revoltijo de peliculas de Roger Corman sobre los cuentos de Allan Poe, peliculas de Zombies, de bichos de las lagunas, la mosca (la original, la anterior a Cronemberg), "el hombre que cayó del cielo" (con david bowie y varias tetas), habia de todo.
Al final siempre terminaba acostandome a las 2AM.

Mas recientemente el 4 terminaba de dar una pelicula - a eso de las 2 - y sin dar aviso y sin cortes pum!! aparecia la Coca Sarli mostrando las tetas.

...

Mi perdición por las noches ha sido el "Starcraft", horas de cuidadosa preparación de un ejercito para terminar con sueño, re-chupado y aniquilado por una raza alienigena.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Si me habré fumado el ciclo de Viernes 13 en el canal cuatro para poder cazar alguna escena de sexo soft. Las que eran una promesa eran las de Jason, en las que siempre estaba la lógica jovenes-nadosenelago-sexo-asesinato, que nunca defraudaba a ninguno de los pibes con la escopofilia hasta la garganta.
No mencioné estos ciclos (también como Casino Monte Carlo, que prometía aún más en este punto), porque no estaba directamente asociado con mis desvelos, porque después de todo, sólo era un día a la semana y solía terminar apenas a la una.
Sin embargo, la película que marcó un mojón en mi sexualidad televisiva fue Sliver con Sharon Stone y uno de los Baldwin. La idea de mezclar la cuestión voyeurística de poder ver dentro de cada habitación de tus vecinos y entremezclarlo con un thriller erótico, me partió la cabeza en aquel entonces. Me tomó muchos años darme cuenta que era una película de suspenso más bien berretuna, pero igual se aprecia el rol que cumplió en aquellos años.

laVale said...

Esta jodido el centro :S
Que feo lo que te paso, ya se donde no tomar el bondi...

Las muchachas que reian juntas pero separadas no estarian escuchando algun programa de radio o algo???

Saludos

Ama-gi said...

Old Boy: Por lo que decís infiero que jugabas con los terrans.

Sabia decisión. Balance en los recursos y la mejor defensa.

Agustin Acevedo Kanopa said...

lavale:
No, justamente, lo de si estaban escuchando un programa de radio (sobre todo Petinatti, con el que al parecer los conductores de ómnibus tienen particular predilección) fue algo que pensé en un principio, pero me saqué los audífonos y estaba una canción de Alex Ubago o algo de esa calaña, así que el misterio quedó sin resolver (aunque creo que vale la pena dejar todo con ese manto extraño)

ama-gi:
jajaja este blog se está poniendo muy geek

Ama-gi said...

¿Podríamos meter otro blog no? imageekandaimproud.blogspot.com

"Tolkien, Star Trek, RTS y física cuántica. Tu lugar para nerdear."

Anonymous said...

Entre a este blog por curiosidad desde los links de monos en la mesa y me colgue tanto que me lo termine leyendo casi todo, entre a todos los blogs que estaban ahi y no hay ninguno como este, es excelente.

Mikamy said...

Ayer me pasó algo parecido cuando vi a un viejo en la calle (no a la señora con problemas de retención, si no al viejo) y mis reflexiones fueron parecidas a las tuyas. Cuando camino por la ciudad me gusta escuchar Marea, siempre le imprime más fuerza y determinación a mis pasitos. Y por otro lado, el internet es un vicio, pero el dormir 10 horas seguidas, lo es todavía más.

Un abrazo, nos leemos.

Agustin Acevedo Kanopa said...

lele:
gracias por sus comentarios, está bueno poder contactarlo por un espacio más allá de monosenlamesa. Espero encontrarlo más seguido en este blog.
Saludos

Agustin Acevedo Kanopa said...

ama-gi:
te olvidás de Halo, juegos de rol, discusiones sobre si goofy es o no un perro, dungeons an dragons, dune, mutant boy, yu ghi oh, las discusiones sobre si de niro es un clon en blade runner y stereolab (banda geek, si las hay)

Brunomilan said...

Es duro confesarlo pero yo tambien soy un videogames-addict recuperado, recuerdo mis tiempos de horas y horas con el winning eleven/pes en la master league, o la peor de todas mi adiccion al Gran Turismo 2 juego enviciante si los hay, en el que dentro de las millones de carreras que tenias, habia una carrera que duraba 3:00 horas, si 3 horas enteras y lo peor que las corria varias veces por que daba mucha guita...

Ama-gi said...

Agustín, tenés toda la razón. Vos te olvidás de Star Wars, Marvel Civil War, Doom, Monkey Island, Crisis on Infinite Earths, Ocarina of time vs. Final Fantasy VII, William Gibson y si la Phoenix Force es más poderosa que Galacuts.

Cheers!!

Diego Estin Geymonat said...

Otra víctima más del flagelo del insomnio (porque todos sabemos que ningún discursete moraloide anti-falopa que se precie de tal puede excluir la palabra "flagelo")...
Mi propia carrera insomníaca comenzó junto con la escucha de La venganza será terrible, que me llevó a dormirme todos los días cerca de las dos. Nunca volví a bajar de ese umbral.

Lo de la vieja: monstruosamente gracioso.

Para violación, prefiero la de Irreversible.

¿A qué te referís con el cuento del checoslovaco?

Diego Estin Geymonat said...

El blog geek bien podría titularse o subtitularse "Acá tampoco se coge".

Agustin Acevedo Kanopa said...

Hace tiempo que me digo, "quiero ser un hombre mejor, quiero escuchar canciones con audifonos leyendo las letras del librito, quiero escuchar a Dolina desde las doce hasta las dos de la mañana", y estoy en la computadora y veo la luz del nuevo día mientras escucho por arriba una banda que no sobrevivirá en mi disco duro a la primera escuchada.

Estás LOCO, si preferís la escena de Irreversible a la de Dennis Hopper vs. Rosellini. Estamos hablando de uno de los momentos más grandes del cine, che.

El cuento del checoslovaco, es un recorte de diario que Mersault leía una y otra vez cuando estaba en su celda, esperando por su ejecución.

Anonymous said...

Yo no puedo escuchar música cuando camino. Me pisaría un auto.

No me acuerdo del cuento del checoslovaco.

Agus por qué no quisiste ayudar a la vieja?

Agustin Acevedo Kanopa said...

Porque soy mala gente. Y además, la cagada ya estaba hecha.

El cuento del checoslovaco era un artículo que Mersault leía sobre un tipo que se fue de la familia, hizo una fortuna y volvio al hotel donde su madre trabajaba, sin contarle su identidad para darle una sopresa. El pequeño informe periodístico terminaba con el tipo muerto a manos de su madre, que sin saber su identidad, lo mato pensando que era un extranjero con guita. Está en el último cuarto de la novela.

theremin said...

hey! bueno, a ver... la únicas únicas veces que tengo insomnio son aquellas en las que estoy muy enferma, que por cierto no son pocas.
El año pasado estuve casi un mes enferma, nadie sabía qué tenía y terminaron dándome pastillas para dormir, que en el momento fueron la salvación para mí, que cada noche pensaba insistentemente cuando y cómo me iba a morir.
Fuera de eso, creo que dormir es mi actividad preferida, sobre todo últimamente que no salgo los fines de semana. Las amigas creen que es depresión o algo, pero no, yo solo quiero dormir, no me cuesta para nada hacerlo y me hace sumamente feliz.

Ahora, al post, desde su visión musical y anecdótica. Si Montevideo es bizarra, no te podés imaginar lo que es Tucumán o Porto Alegre, las dos ciudades en las que pasé lo que va del año. Una vez en POA ví una vieja sin piernas tirada en la calle. Cantaba a los gritos y tenía los labios pintados. Pero lo más terrible es que estaba vestida de novia. Nunca podré olvidar esa imagen. Son cuadros que no se van, es toda la fealdad del mundo estampada ante la retina, sin que uno pueda hacer nada por ello, salvo escribirlo, recrearlo, como lo hizo usted y muchos grandes escritores.

Musicalmente, a ver... no caminaría con Joy Division, de hecho ya ni siquiera los escucho casi. Y esa canción es verdaderamente triste, (no me atreví a escucharla).
Caminar con Pavement, por otro lado, no solo es genial sino que casi es necesario, no sé si me explico.

Después de semejante coment explayado, está de más decir que me gustó enormemente su blog. Son las once y veinticinco de una mañana de domingo, escucho Gorky y me voy a comer a lo de los abuelos. Viva dormirse temprano!! ja qué pero qué ñoña.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Theremin:
Bienvenida al blog, me alegro que le guste.

La imagen de la vieja sin piernas cantando con los labios pintados es bastante perturbadora, perfectamente podría estar en una palícula de Lynch (yo vi algo parecido en México, que era una vieja vestida de blanco cantando Las mañanitas, pero no llega al nivel de extravagancia de esa otra experiencia).

La cancion de Joy Division realmente me parece que es la más triste del mundo

Anonymous said...

Y al viejo por qué te lo quedaste mirando?

Me había olvidado del cuento del checoslovaco. Camus era un enfermo.

Ama-gi said...

Deg: el otro día estuve teniendo un intercambio sobre los nerds y su imagen pública. ¿Uno realmente tiene que tener lentes, buenas notas, y falta de experiencia sexual para ser un completo nerd? Estaría bueno discutir eso.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Marujita:
También, porque soy mala gente, además del hecho de que mis conocimientos médicos para tales intervenciones son tan reducidos, que no sería más que un observador cuasi activo.

Si Camus era un enfermo, entonces bregaría por un mundo más enfermo que este

Anonymous said...

estás tan seguro de que (de alguna manera) no lo hizo?

Diego Estin Geymonat said...

Ama-gi,

y sí, supongo que un completo nerd debería cumplir esos requisitos + tener una afección asmática. Al menos para encajar en el estereotipo.
De repente hay niveles de nerdness... Por otro lado, es obvio que no basta con los elementos que nombrás. Falta el más importante, que es la condición "espiritual". Uno perfectamente puede tener lentes, buenas notas y ser virgen y no tener en absoluto un "espíritu nerd".

Ahora, lo que nunca me quedó claro es la distinción entre nerd y geek.

Ama-gi said...

Yo estaba pensando en lo contrario, un tipo con vida social agitada, con experiencia, éxito con las minas, buen físico, y capáz de hablar Klingon fluidamente. Estoy pensando en hacer un estudio sobre los tipos ideales.

Ni idea cual es la diferencia entre uno y otro.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Para mí, geek es una forma hip de llamar a los nerds. Quizás por el poco uso que se le da a la primer palabra por estas latitudes, autoproclamarse geek no da el mismo escozor que definirse como un nerd sin retorno.

Yo tengo una colección envidiable de dados de cien, diez y treinta y cinco caras

Stephanie Biscomb said...

Adoro como escribís.

Qué feo lo de la mina que se cagaba. Tampoco entiendo en qué esperaba que la ayuden. Pobre mina, pobre parada de bondi, pobres todos.

Vi Stranger Than Fiction tardíamente, pero cuando la vi, terminé viéndola tres veces en un mismo fin de semana. Esa escena que mostrás ahí es impresionante. En cuanto terminé de ver la película por segunda vez, me bajé el tema y fue como si lo conociera de toda la vida. La otra escena que me encantó fue la de las 'flores', no por la escena en sí sino por cómo fue guionada (pongo 'flores' así nadie me puede acusar de estar entregando spoilers a la marchanta).

Creo que cualquier persona que haya escrito o escriba ficción puede quedar fascinado por esa película, justamente por lo que plantea. A mí me la recomendó un escritor y, cuando lo hizo, me dijo "si a alguien le va a gustar esta película, es a vos". Muy perspicaz el flaco, a pesar de mirarla con mente en modo crítico (justamente por ese comentario), me encantó.

Ah, y El extranjero (si es el libro que yo pienso que es) es uno de mis libros favoritos (por no decir 'es mi libro favorito'), sólo que yo lo leí en inglés bajo el título de "The Outsider" - ni siquiera "The Stranger". Me llevó un par de años darme cuenta que no era la única.

Stephanie Biscomb said...

Ah, recién leí los comments y no me acordaba del cuento del Checoslovaco. Pero leí tu descripición y... es lo mismo que sucede en 'El malentendido', obra de teatro del mismo autor.

Hay que felicitarlo a Camus, todavía me acuerdo lo confundida que estuve durante los primeros capítulos de 'Una muerte feliz' (y, odio hacer esto y dejar en evidencia mi lado fangirl, pero Mersault es el de A Happy Death. El de El extranjero es Meursault).

Supongo que yo también tengo mi lado nerdo :S

Agustin Acevedo Kanopa said...

Me ocurrió exactamente lo mismo con la canción de Wreckless Eric que suena en Stranger than fiction. Ni bien vi la película, me bajé un disco suyo de 1978 y lo puse una y otra vez. Si bien la canción es hermosa desde su simpleza, y sobre todo por el hecho de una voz tan carrasposa, tan idónea para el punk, haciendo un tema tan romanticón, creo que la escena la marcó a fuego y de cierto modo se convirtieron como siameses imposible de separar.

El extranjero la rompe, como dijo una vez DEG, es un libro que lo dejás en una mesita y se lee solo.

lombriza said...

yo siempre llego tarde a todo, inclusive a decidirme a comentar tu blog.

Llego tarde a las situaciones bizarras. No tengo remedio. Tal vez porque como un bebé necesito dormir 10 hs diarias, no hay manera que llegue a tiempo a ningún lado.

El insomnio se fue con el paso de la adolescencia a la juventud y el aumento de las responsabilidades. Es decir, sigo teniendo una vida nocturna pero cuando caigo (a las 2 a las 3 a las 4) muero sobre mi almohada.

Sobre la escopofilia, un interesante tema si lo es... descubrí que en wikipedia sólo figura en portugués y con un significado incorrecto, el opuesto más bien. Lo define como el gusto por ser observado y se refiere -como vos- a un concepto cinemátográfico citando a un tipo que es muy salado que se llama Arlindo Machado. Me quedé pensando en como debería llamarse esa acepción ya que "exhibicionista" es una palabra fea y creo que no reune el total del significado.

Escopo,según el diccionario de la real academia, es "el objeto al cual se dirige la mirada".
Invito a pensar en esa definición.

Me encantó leerte. Me dieron ganas de caminar por Montevideo.

lombriza said...
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Agustin Acevedo Kanopa said...

Nunca es demasiado tarde para comentar en este blog. Como verá suelo revisar los viejos posts tanto como los nuevos.

La escopofila refiere tanto al placer de ver como de ser visto, según la teoría psicoanalítica, junto a la audición, es la única pulsión que se mantiene igual de intensa desde el nacimiento hasta la muerte. Personalmente, cuando hago uso de la palabra me refiero más al voyeurismo que el exhibicionismo, pero en realidad, hablar de uno es también hablar del otro.

Montevideo es una ciudad que se presta para caminar. Buenos Aires también, pero la diferencia es que las distancias son mucho menores y, por ende, uno puede emprender muchos más viajes a pata.

Irina, said...

"Todo permanece en un terreno incierto"

ése es el territorio.

impresionante ciudad la nuestra.