Friday, November 02, 2007

We’re all Frankies
En lo que llevo escribiendo, hay un elemento que me ha parecido omnipresente en la mayoría de mis cuentos: los corredores. Por alguna razón, siempre que estoy hablando de una casa, todas terminan por tener la misma fisonomía: el cuarto o el living donde el personaje se debate, y el corredor, oscuro punto de fuga hacia lo incierto. Sería fácil explicar esto por el mero hecho de que en cierto modo, en todos mis cuentos reproduzco la disposición del apartamento donde he vivido desde que tengo cinco años. Sin embargo, creo que la cosa es más compleja aún, ya que los mismos corredores no tienen la mera función de ser escenario de la historia, sino que se vuelven integrantes mismos de la trama, los personajes los transitan y durante sus caminatas elaboran conjeturas, se van dando cuenta de algo, o (y este so ve en la mayoría de los casos) se enfrentan a una dimensión que se les escapa, tan extraña y huidiza que puede resultar terrorífica. Haciendo repaso de esto, me doy cuenta de que todo estos detalles que han quedado marcados a fuego en mi escritura se remontan a mi niñez, en donde un largo corredor (el mismo de ahora, sólo que amplificado por el solipsismo de un niño de cinco años) oficiaba de nexo y separación entre mi cuarto y el de mis padres. Como sucedía gran cantidad de veces, yo me quedaba viendo con ellos la televisión en el living, y eventualmente me dormía, siendo transportado por mi padre a mi respectiva cama, donde la única luz provenía de constelaciones fluorescentes estampadas en el techo del cuarto. La mayoría de mis despertares se llevaban a cabo bajo la luz amiga, el día que entraba por la ventana o (mejor aún), la llamada de mi madre para desayunar (un hábito que he perdido completamente por estos días). Sin embargo, en algunas ocasiones esto no sucedía, despertándome en la profunda noche, con mis ojos clavados sobre unos astros que poco servían de consuelo. Las pupilas demoraban en dilatarse y era mucho después que juntaba el valor para levantarme. El miedo era intenso, y la única manera de superarlo era hacerme un lugar en la cama de mis padres, en donde toda amenaza parecía mucho más difusa. Sin embargo, para llegar a la misma, debía cruzar el corredor, última senda en que todo quedaba sumido a un negro bastante uniforme. La sensación al transitarlo era sólo comparable a algo que me sucedió mucho tiempo después en los pozos azules, en donde fui nadando hasta el fondo de este lago, esperando llegar a tocarlo con los pies, para darme cuenta de que dicho fondo no existía, o al menos se encontraba a distancias inasibles. La sensación de encontrarme de repente, flotando en una masa fría e indiferenciada de oscuridad (el reflejo del sol había desaparecido) era exactamente a ese abrirse paso por el corredor, a tientas, acariciando las paredes como un ciego sin bastón. Citando a un dibujito que me gustaba mucho en aquella época, el corredor era como el puente de Sleepy Hollow, el cual, al cruzarlo uno se salvaba de la persecución insomne del jinete sin cabeza. Lo dimensión del horror en el corredor es algo que ha permanecido tapizando sus paredes. Cuando uno camina en la oscuridad puede sentir el filo del cuchillo a la altura de la espalda, el silencio y la oscuridad dejan lugar a lo indecible esperándonos en los más impensables recovecos. Uno piensa que hay una probablilidad de uno en un millón a que efectivamente, en un rincón sumido en las sombras, nos esté esperando nuestro asesino, pero en la oscuridad ese 1 se agiganta, y el mero juego de las probabilidades se convierte en un tramposo consuelo, porque ese 1, de concretarse, significaría el corazón escapando de nuestra garganta, el terror corporizándose por primera vez en alguien esperándonos en el silencio de nuestros pasos (el mismo miedo que sucede frente a lo que puede yacer debajo de nuestras camas).
Hay una razón específica por la fascinación por las películas de terror en nuestra niñez. Siempre me pareció que el hecho de recurrir a ese masoquista recurso de liberar cortisol hasta los poros, viendo esas escenas que se nos quedan dentro de nosotros como un enjaulado perro infectado de rabia, no es por simple masoquismo, sino como una forma de poner al terror a jugar en nuestra cancha, algo más profundo aún que la simple autoexposición a la fuente del miedo para irnos acostumbrando a él (en realidad acabo de dar una definición de masoquismo con otras palabras diferentes a identificación con el agresor).
Mi padre siempre fue un adelantado a su época, una especie de Marco Polo en lo que se refiere a tecnología. Gracias a sus viajes por Europa y Japón fui posiblemente uno de los primeros niños orientales (uruguayos) en tener Nintendo y Gameboy, y ni vale la pena contar esa absurda pasión suya que tiene hoy en día por celulares que tienen hasta baño incluido. Pero la cosa es que si bien el vhs estaba por demás difundido desde décadas atrás, por fines de los ochenta-principio de los noventa se enmarca la golden age de los videoclubs (un poco después de la fiebre del paddle, bastante antes de la gangrena cyberística), y mi padre era un tipo de contactos, y éramos socios simultáneos de aproximadamente quince de estos establecimientos, siempre teniendo la última palabra en cuanto a un estreno huidizo al que la mayoría de los mortales le resultaba imposible alquilar (si no era en Videoclub Brasil, era en Inti video, si no era en Videoclub Arturo, era en La Botica). Siempre que iba a uno de estos comercios, me dirigía directamente a la sección de “terror”, no sin cierto proceder escurridizo similar al del púber de pelos en las manos que se dirige a la sección de películas condicionadas. Ahí me podía quedar horas, leyendo las contratapas y deteniéndome varios minutos en los rostros de los Critters, los Gullies, Chucky, o aquellos extraños seres llamados los Tremors. De todas maneras, siempre fui un niño más bien emancipado y sabía que todo se quedaba ahí, en la lectura de aquellas contratapas, y recién cuando mi padre me apuraba, esperando en el mostrador con su película bajo el brazo, me dirigía a la sección de dibujitos y hacía un escapista tateti que me terminaba simplificando las cosas.
Haciendo una genealogía de mi exposición al terror hay dos momentos fundacionales:
1)El descubrimiento de aquel espacio televisivo del canal 4 llamado Viernes 13
2) mi amistad con Ignacio Jacobo.
La primera película que vi en Viernes 13 fue “Los cazamonstruos” , película de la que curiosamente sigo guardando la copia, pudiendo ver como joyita tandas publicitarias con alto contenido nostálgico como esa de Jardín las palmas y Grande Pa. Como un primer acercamiento fue adecuado: una película no muy perturbadora, que se enmarcaba más en el género “aventura” que del terror per sé. Sin embargo, no sé si los del canal 4 se fueron zarpando o qué, pero las películas se fueron haciendo cada vez más perversas y (y esto era una novedad) subidas de tono. Es más, la primera vez que vi una teta en la tele (no la primera película “caliente”, que en esa categoría entra incuestionablemente Sliver), fue en una película de viernes 13, que era como una imitación de Carrie pero con muchas escenas de inexplicable lesbianismo. Pero sin lugar a dudas, Viernes 13 se estampó en el inconsciente colectivo de toda una generación de pibes que se sentían mayores por una hora y media, pibes como yo que a esa temprana edad empezaron a probar de la peligrosa droga del desvelo, pibes que comenzaban a darse cuenta de que con ir a la cama de sus progenitores, el miedo no se extinguía, comenzándonos a dar cuenta que no había padre que pudiera vencer a Jason o Freddy Kruger.
El segundo momento se localiza un poco más adelante, y corresponde al año 1995, año en que conocí a Jacobo, un niño nuevo, en apariencia retraído, que de a poco fue soltando historias de terror que le daban una vuelta copernicana al asunto: eran historias que le habían sucedido a él. Mientras todos hablábamos de cosas terroríficas como un teólogo que habla sobre el infierno, Jacobo ya había entrado y salido de él para comentarnos como era. Más allá de que no éramos tan ilusos para creer en todas las historias de Jacobo (en mi liceo había una extraña tendencia de llamar a los compañeros por sus apellidos), decidíamos tácitamente que importaba poco el hecho de que aquellos relatos le hubieran ocurrido verdaderamente o no, ya que cuestionarlo introducía la posibilidad de que se ofendiera y que no nos contara aquellas bizarras historias de vecinos con muñones colgantes en la Floresta, o de sus largas estadías a solas en su infernal casa de Florida. La preocupación de mis padres fue creciendo de forma directamente proporcional a las fotos de tipos como Garavito, Onoprienko, Bundy, El petiso orejudo, Chikatilo o Jeffrey Dahmer, que fueron desbordando mis cajones. El cambio de paradigma fue el descubrir que el terror no era necesario buscarlo, sino sencillamente crearlo nosotros mismos. El acercamiento hacia lo oculto, o hacia la dimensión aterrorizante de lo cotidiano se fue haciendo cada vez más estrecho, incluso manejando la posibilidad de frecuentar cementerios y cosas por el estilo. De hecho, encontrábamos particular placer en asustar a otras personas, como en un campamento en donde nos avocamos a construir pequeños muñequitos vudú y regarlos por el bosque en que los animadores habían tendido las carpas (fuimos unos adelantados a nuestra época, todavía faltaba más de seis años para que se estrenara “Blairwitch Project”). Naturalmente, esas amistades de infancia pronto fueron menguando, y aquella aproximación hacia el mundo del terror fue quedando como sedimentos de un pintoresco período de mi existencia que serviría más de anecdotario que como formador del carácter (o quizás ambos).
Sin embargo, aún hoy algunos resabios de aquellos tiempos han quedado en mí, teniendo una particular predilección por encontrar la sensación del miedo en los lugares más impensados.
Toda este largo anecdotario no es otra cosa que una introducción a mi tardío acercamiento a la dimensión del horror en la música. Hasta no hace mucho, las fuentes de miedo eran buscadas exclusivamente con la vista como intermediario: películas y libros (en menor medida). Luego se amplió a las artes plásticas, ¿Cómo no sentir terror ante la pintura de Inocencio X hecha por Francis Bacon?¿Cómo visitar el museo Engelman-Ost e irse a dormir sin ser perseguido por aquellas esculturas de Hugo Nantes? (terrorífico descubrimiento reciente)
Y finalmente, de la forma más inesperada, llegó ese disco de Suicide, ese disco de imaginería sangrienta y alabado por las personas más disímiles que podría encontrarse, con la canción de un tal Frankie que todos señalaban como el momento más escalofriante de la historia de la música. La impresión-daño que tal canción dejó en mi mente fue el dique roto que permitió el acercamiento a todo un mundo bastante vedado, buscando aquellos temas que pudieran hacerme cagar de miedo, como si una vez más fuera el niño de pijama aventurándose por los corredores eternos de su insomnio.
He aquí tres temas que me hicieron dormir con la luz prendida.

Le volume courbe-The mind is a horse
boomp3.com
Cuando uno le pega un vistazo a esta francesa tan agradable como enclenque, lo que menos puede pensar es que se cagará de miedo escuchándola. La canción que viene acá, es más un tema bisagra parecido a un interludio entre dos hermosas canciones pop, que siguen la línea de un disco con una belleza exótica que juega en los terrenos del misterio. Por debajo de la dulce epidermis de la particularísima voz de la cantante, hay un tejido conjuntivo de inocente malicia, algo parecido a la crueldad de los niños. Esto lo podemos ver en temas como “I killed my best friend”, canción que le da nombre al disco y en donde la protagonista, luego de matar a su amiga y su madre, se pregunta qué va a hacer con todos esos cuerpos, con la naturalidad de alguien que se dirige a la pileta y se pregunta cuánto demorará en limpiar todas las vajillas. Precisamente, lo que hace tan terroríficas ciertas canciones de Charlotte Marionneau, es esa impenetrabilidad, ambivalencia, extravagancia y desapego de sus letras y su forma de cantar, algo que no logran hacerlo bandas más avocadas a asustar, como podría ser Marilyn Manson y todos los ridículos metaleros mucamos de Belcebú, ya que en estos últimos casos, el miedo se vuelve un fin en sí mismo, un producto de intercambio predecible y cuantificable.
El tema que presento es “The mind is a horse”, canción que ya desde su enunciación resulta perturbadora, por lo menos en lo personal, ya que me recuerda una respuesta que leí del Rorschach de una paciente (aparentemente) psicótica, en donde ante la pregunta por lo que veía en una mancha de tinta, respondió “Un gato sentado sobre la mente”. La canción es una grabación de dos minutos, con el sonido omnipresente de un acelerado ritmo cardíaco y un parlamento que parece estar hecho añicos y reconstruido de una forma caprichosa y enigmática, repitiéndose ciertos sonidos que se encuentran en la fina frontera que separa el hálito del gemido. Ese splitting genera una extraña sensación, una incomodidad similar a la de darnos cuenta que un disco nuestro se rayó en determinada parte de una canción, pero sin tener las fuerzas necesarias para incorporarnos de la cama y levantar la púa. Escucharlo con audífonos a un volumen considerable se hace imprescindible, pudiendo sentir cómo esos latidos van envolviendo a uno como una manta mojada, y esos hálitos rítmicos, como si fuese otra dimensión de la palabra de la francesa, muriendo sofocada mientras su voz recita un extraño parlamento. Pero sin lugar a dudas, lo increíble de tal canción es esa voz, esa voz que está más allá de lo dicho, que es a la vez más y menos que el discurso, empujándonos a ser engullidos por las grietas de su críptico misterio

Shoulder of Mutton A-From outside to the inner side abyss
Hacer click acá para escucharlo
Esto es de lo más bizarro que me bajé en mi vida. La mayoría de los temas están precedidos, intervenidos o epilogueados por sonidos de cabras y chanchos, que inevitablemente hacen pensar en los clásicos mitos de imaginería satánica (si bien no se hace nunca específica mención de esto, cosa que paradójicamente podría darnos una mayor seguridad). La primera vez que escuché este tema fue en esas noches de insomnio, donde uno se encuentra entre la tremenda disyuntiva entre ver el video casero de Chachi Telesco o bajar discos de bandas minimal synth polacas de antes de la caída del muro de Berlín. Para los que suelen optar por la última opción, les cuento que en Mutant Sounds tienen música para rato, con un tipo que se hizo una torre de Babel de discos incluso inaccesibles para el melómano en peor estado terminal que alguien haya podido encontrar. La mayoría de las veces que me bajo algo, lo hago en base a la tapa del disco y la idea que me hago del contexto del determinado país (generalmente europeos) en la década en que fue concebido. Fue precisamente así que me topé con Shoulder of Mutton A, una banda para la que no hay Wikipedia que la salve del completo anonimato. Creo que si le diera una guitarra criolla al portero de mi edificio y le dijera que tocara covers de los Smiths en el boliche Machu Pichu, tendría más repercusión mundial que esta banda que estoy citando. Lo único que queda claro, es que formaron parte del corto movimiento de la Neue Deutsche Welle, una especie de movida New Wave entramada en el contexto teutónico de los ochenta. Todo lo demás son hipótesis, sólo tengo estos temas tan extraños como escalofriantes, y las fotos del inlet del vinilo, cuyas imágenes le hacen honor a la música. El collage, por más rústico que sea, me quita el aliento, los integrantes de la banda apoyados en las paredes de lo que me imagino un panteón, con cabezas de vacas suplantando a sus rostros humanos.
El disco entero tendría que estar a su disposición para que lo apreciaran desde su orgánica y feroz excentricidad, pero suponiendo que muy pocas personas gustarían pasar el martirio de treinta y cinco minutos de canciones completamente laberínticas y estrafalarias (un sentido de lo estrafalario muy distinto de la absurdidad festiva de Zappa), les dejo sólo un tema, específicamente el que abre el disco, llamado “From outside to the inner side abyss”, un tema que con sus diez minutos es la epítome de todo el estilo y estética del disco.
Podría hablar largo y tendido de todos los elementos que resultan atemorizantes en una canción tan larga, pero apartándome de mis instintos de intentar abarcarlo todo, sólo bastaría con quedarnos con los primeros minutos del disco, en donde tras un largo sonido de cabras y ovejas, se escuchan unos pasos distantes, que parecen bajar una escalera, de una manera segura y metódica, como alguien que se dirige sin apuro a realizar una actividad en el sótano de su casa. Lo particularmente interesante es que el sonido, distinto a la mayoría de las canciones con cierta puesta en escena, dígase por ejemplo la interesante adaptación de Bonnie & Clyde hecha por Tori Amos, no parte del punto subjetivo del polo activo de la acción (que en este caso supondría que el sonido fuera grabado desde los pasos adentrándose en ese mundo extraño lleno de ecos), sino que se posiciona del otro lado, desde el ser que aguarda en las profundidades del sótano o de la mazmorra, escuchando como son los pasos del otro, y no los nuestros, los que son registrados por la grabación. Este cambio de roles, precipitándonos a una dimensión inactiva, casi amordazada, logra el efecto de sentirnos como un niño escondiéndose de una representación terrorífica debajo de la cama, como si tratásemos de taparnos los ojos para no ser vistos, cuando sabemos que todo es inútil, que efectivamente llegará eso otro a tomarnos por completo. Efectivamente, la larga introducción de esta canción representa fielmente su título, hay algo que viene desde afuera hacia la parte interior del abismo, pero esos pasos, esas botas no son las nuestras, nosotros ya estamos en el abismo hace tiempo, quizás esperando, quizás acechando, o quizás atados a una silla, como si lo que escucháramos fuesen las botas de un militar dispuesto a ponerse medieval con nuestro culo hasta que le digamos hasta lo que no sabemos. Personalmente, yo me adhiero a este último punto, sobre todo por la serenidad y a la vez determinación con que esas botas bajan a por nosotros.
Como había mencionado, la primera vez que escuché este tema no tenía absoluta idea sobre lo que me estaba enfrentando, y ciertamente, el miedo que me invadió todo el cuerpo fue tan grande que tenía hasta terror de pestañear. Una de las cosas que lo vuelven aún más perturbador es precisamente ese completo desconocimiento de la banda, esa idea nula sobre quiénes son aquellos que estamos escuchando. Aún escuchando discos de Charles Manson (he de aceptarlo, un snobismo un tanto morboso), el hecho de saber quién es la persona que compuso los temas nos da una mayor tranquilidad, poder anudar el terror a un rostro determinado nos da cierta garantía, una forma de mecanismo fóbico sobre el cual depositar en el afuera conocido nuestras fantasías más terroríficas. Pero con bandas como ésta nunca estamos seguros de lo que se proponían, de si lo lograron o no, de cómo fueron grabados, dónde y de quién eran esas botas. El miedo se forma como una nebulosa de sensaciones intensas sin encontrar representación, y no sabemos si acabamos de presenciar una muy lograda puesta en escena o si fuimos espectadores de un hecho abominable.

Suicide-Frankie Teardrop
boomp3.com
Nunca en mi vida, ya sea por medio del celuloide, la pintura o experiencia personal, algo me asustó tanto como Frankie Teardrop. Es de las pocas cosas que puedo considerar incontestatable de la música, ajena de solipsismos y puntos de vista.
Con este tema Alan Vega se convirtió uno de mis cantantes favoritos, no por su técnica o polenta (algo en lo que no sería probablemente el caso más axiomático de estos puntos), sino en la capacidad de lograr generarnos emociones extremas en el acotado terreno de una sola canción. Nadie, nadie ha gritado igual que Alan Vega, ese primer corto grito que satura los parlantes, que aparece como un latigazo desde las profundidades, tan intenso como una mano agarrándonos el tobillo debajo de nuestra cama. Y después el grito definitivo, luego que Frankie le dispara a su hijo en las costillas, ese grito que ha hecho a más de una persona sacarse súbitamente los audífonos, pálida de miedo (recuerdo el rostro de DEG, era muy divertido anticiparse a aquel momento tremendo, viendo cómo el tipo escuchaba sin esperar aquel aullido erizante). He probado escuchar este tema en varias condiciones: con luz, a oscuras, con la televisión prendida, escuchándolo mientras caminaba por 18 de Julio, en el auto, acompañado, solo, y la única conclusión que puedo sacar es que nadie sale ileso de Frankie Teardrop. En cierto sentido secuestra nuestra alma y siempre que escuchamos a Vega se nos hiela la sangre, tirando por tierra a Pavlov y todo eso del acostumbramiento al estímulo.
Me basé en este tema para escribir el siguiente pasaje de una novela inconclusa, que creo que ilustra bastante claro la idea que quiero expresar:

(…) Fue hermosa la noche en que suicidamos al bar. Ahora, bajo la lluvia de agosto todo parece hermoso, pero creo que aquel sábado realmente fue de aquellos momentos que puedo considerar como auténtica felicidad. Fue alrededor de las dos, estaban realizando una versión libre de “A puertas cerradas”. Iban por la escena en que Inés le declaraba su amor a Estelle. Un tiempo después supe que fue la mano de David sobre uno de los tapones, pero en aquel momento todo oscureció, de repente, como si fuera la corporización de una profecía, el séptimo sello, la profunda oscuridad, la música, los rostros, todo se había ido. Varias voces, nervios, sólo las brazas de los cigarros, como luciérnagas rojas en la profunda noche. Algunos comentarios, las hipótesis de los ilusos, creyendo que todo era parte de la obra. David puso el disco de Suicide, estaba todo planeado:

Frankie Teardrop,

me atrevo a decir que tenía una idea de lo que iba a ocurrir. La voz de AlanVega, el sexo desnudo y crudo como una fantasía de Burroughs, la secuencia hipnotizante de aquella batería que suena como grillos de metal, los dientes mordiendo la lengua,

Twenty year old Frankie
He's married he's got a kid
And he's working in a factory

He's working from seven to five
He's just trying to survive
Well let's hear it for frankie
Frankie Frankie

Well Frankie can't make it
'Coz things are just too hard
Frankie can't make enough money
Frankie can't buy enough food

los nervios, voces de mujeres usando lentes sin aumento, preguntando qué era todo aquello. La voz temblorosa de Alan Vega, la oscuridad impenetrable, uno, dos minutos, las voces que no se animan a desvestirse del murmullo, la batería electrónica, todavía algo de plasticol pellizcando dulcemente nuestros brazos y nuca,

And Frankies's getting evicted
Oh let's hear it for frankie
Oh Frankie Frankie
Oh Frankie Frankie

Frankie is so desperate
He'e gonna kill his wife and kids
Frankie's gonna kill his kid
Frankie picked up a gun

Vaho seco, dedos tiemblan sobre mesa, ya habíamos escuchado la canción varias veces, pero en el esternón, en los brazos, en las tripas, seguía la espera frenética tal como la primera vez. Como un río asomándose a una cascada, tal como plantea la pequeña historia de la canción, Frankie había tomado el arma, era cuestión de esperar, ver cómo en su pequeño apartamento de cerradas cortinas venecianas, las paredes de un segundo a otro iban a ser manchadas con sangre. Los que ya la habíamos escuchado, los que intentaban no prestarle atención hablando más fuerte, los que ni siquiera tenían nociones de inglés, todos sabíamos en el fondo que iba a ocurrir algo terrible, algo hondamente abominable.

Pointed it at the six month old in the crib
Oh Frankie


El primer grito, corto pero hondo como las profundidades en que nos habíamos sumergido, los parlantes cedieron por un momento, pero pudieron sostener la saturación del chillido.

Frankie looked at his wife

Shot her

Aaaaauuuuuggghhh!!!

Llega el gran grito, como plasticol lo sentimos resonar en nuestro estómago, rasparnos por dentro con lija en mano, unas leves náuseas. Como cuando te metés caballo, el corazón estaba a punto de estallar

Oh what have i done?"
Let's hear it for Frankie


Se comenzaron a mover las sillas, las mesas, algunos murmullos, creímos sentir a una chica llorando. Las brazas se apagaban, eran como estrellas fugaces desintegrándose en la atmósfera de la mesa, o cayendo como meteoritos al suelo, el zapato aplastándolas, no hay riesgo. Los cinco sentados detrás de la barra, las cuatro paredes de La caja negra seguían sudando oscuridad, y a los costados, arriba y adentro seguía la voz de Alan Vega, Frankie había matado a su esposa y a su hijo, ahora le tocaba a él, Frankie’s living in hell, we’re all Frankies. Lejos de nosotros, incapaz de ver nada de lo que ocurría, se escuchaban pasos, perdones y permisos, vasos caerse, toses, cierres subirse, caricias de cuero y jean, aire agitado y revuelto, pero espeso como nata en nuestro océano negro. La canción comenzó a desvanecerse, como si el infierno en que todos estábamos comenzase a apagarse. David levantó la llave de luz que había bajado, nuestros ojos se enceguecieron, nos costó comenzar a ver el cementerio que quedó después de la gran oscuridad. Nadie estaba ahí, como epitafios anónimos se levantaban botellas de Pilsen, vasos, cigarrillos, sillas caídas, camperas y bolsos olvidados en la desesperada huída que, como cadáveres sin documentos, nunca serían reclamados. Las butacas color carmesí seguían mirando al escenario, todavía quedaba ahí una cama que había sido utilizada para la obra, un harapo sudado y manchado con maquillaje. Se quemaron las bombitas, la luz blanca se desvaneció amarillentamente y todo quedó en una penumbra azul, como la luna vista desde el fondo del océano. No nos atrevimos a decir nada, nos sentamos en el suelo, dejamos correr el disco de Suicide, todavía quedaba un poco de Plasticol para compartir. Casi nadie volvió a La Caja Negra.

39 comments:

El gaucho insufrible said...

primero!!

Jimpa said...

segundo!

costó pero llegué a leerlo todo
muy buen blog

un saludo

Anonymous said...

Creo que lo más parecido a experimentar miedo por una canción ha sido cuando escuché a Cannibal Corpse y su Stripped, Raped And Strangled. Creo que en lo personal y por ser mujer, no hay nada que me aterre más en la vida que una agresión de ese tipo.
La verdad es de madrugada acá y estoy solita, así que vaticino que me dará algo de miedo las canciones que propones. Mañana de día veré (mhmm, escucharé) qué tal están.
Ja, y me hiciste recordar las noches que pasé sin dormir después de la primera vez que vi A Nightmare on Elm Street, la primera de la serie de Freddy Krueger.
Ah y Nota mental 1: Cuando tenga hijos pequeños, poner un foquito en el pasillo/corredor de la recámara de los niños a mi cuarto :)
Saludos

Agustin Acevedo Kanopa said...

Jimpa:
Bienvenido al blog, ya venía leyendo el suyo hace algún tiempo

kecg:
A mí lo que me pasa con bandas onda Cannibal Corpse es que hay una lógica interna dentro de ese discurso lleno de mutilaciones y sadismo que termina por entumecerme emocionalmente. Sí me dan mucho más miedo, los accesos terroríficos de bandas que en general suelten mantener otro porte, podría decirse que te agarran más por sorpresa.
Con respecto al pibe Kruger, creo que lo genial de la primer película (después todo se fue un poco al carajo, como podría esperarse de una película con doce secuelas o más) es el hecho de que fuera el primer personaje que te matara en las pesadillas. Es decir, contra otros personajes de terror como Jason o Michael Myers de Halloween, uno hasta cierto punto podía delegar cierta confianza en personas de carne y hueso para defendernos, pero en cambio con Freddy la previsión caía en un punto muerto, realmente, dentro de otro mundo como puede ser el onírico no hay nadie que te pueda salvar. Todo eso llevaba a legiones de niños con ojeras durmiéndose en horas de clase por miedo a cerrar los ojos en la noche.

astllr said...

agustín, si un día pasa en el 522 por la rotonda del Palacio, fíjese que hay un grafiti muy grande de Freddy pintado por RAF que está justo arriba de donde duerme un sintecho.

No sé muy bien si RAF pintó al tipo al ver que el hombre dormía ahí, o si el pobre hombre buscaba protección debajo de sus afiladas garras. A lo mejor la realidad del tipo es peor que la visita de Kruger en sueños.

Agustin Acevedo Kanopa said...

astllr:
Es gracioso, porque lo que me cuenta del graffiti de Kruger se relaciona a un hecho bastante particular de mis nueve años:
A esa edad, ya habia visto las suficientes veces la película de Freddy para que este personaje dejara ser protagonista de mis pesadillas y se convirtiera en una especie de ídolo (sin lugar a dudas, uno de los más carismáticos miembros del salón de la fama del terror, no como el cuasi vegetal Jason), y a todo esto en un verano en Atlántida mi padre compró uno de esos cartones que se ponen delante del parabrisa cuando se estaciona en la playa. Esto último sería un comentario sumamente descolgado si no le contara que era precisamente una especie de poster de cartón de Nightmare on Elm Street. El punto en común con ese vaganundo que trae es precisamente que, luego del verano, el cartón ofició de poster en mi cuarto, precisamente encima de mi cama, como si hiciera por una elegante identificación con el agresor, una especie de pacto con aquello que tanto miedo me dio en mi infancia.
Usted tire del cordón nomás, que verá cuántos nudos se hacen.

Walter Hego said...

Agustín: Todavía no leí la entrada más que por arribita, pero interrumpo la lectura para decir que, hasta ahora, la única canción que me asustó fue "Careful with that axe, Eugene", la primera vez que la oí, cuando sin aviso, en medio de una música mansa y spacey, el Waters pega un fortísimo y escalofriante alarido, el cual automáticamente asocié con el título de la canción.

Aun sin dicha asociación me habría asustado, seguramente, pero la cosa es que me cagué hasta los pelos y casi toco el techo de la habitación. Menos mal que no sufro del corazón, que si no.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Bueno Walter, entonces espere a escuchar Frankie Teardrop y después me cuenta.
PD: Me diste ganas de escuchar el disco en vivo de Ummagumma

astllr said...

creo que viene a cuento:

http://www.avclub.com/content/feature/between_heaven_and_hell_12

astllr said...

faltó:

en_and_hell_12

Anonymous said...

Buen blog, para leer abundante y con atención.
Francis Bacon me hace cagarme en las patas, el resto, incluso siendo un fan de las películas de terror, no me inquieta. Faltó Misfits (con Danzing) en la lista!
Nos leemos

Agustin Acevedo Kanopa said...

A mi lo que me pasa es que los Mistfits me caen muy bien y me cago de la risa con sus presentaciones. Realmente, los que buscan metódicamente una estética tenebrosa no suelen asustarme mucho, porque efectivamente es algo que se vuelve coherente con el discurso, y terminan siendo
esperable
PD: Gran elogio el suyo, creo que de eso se trata este blog

Brunomilan said...

Primero para ahondar en las cada vez mas recurrentes coincidencias yo tambien estuve a punto de escribir sobre esa cancion de Suicide (que de paso me hice hacer una remera con la tapa del primer disco) pero no tanto desde el punto de vista del miedo sino de la "incomodidad" cosa que me ocurre mas seguido por ej esos dos temas del Tago Mago (vos sabes cuales estoy hablando), los dos primeros discos de Nurse With Wound, y especialmente Death in June un habitue de estas categorias, su musica es totalmente despojada, fria y esa voz realmente hipnotizante, Huu casi me olvido de Scott Walker otro especialista en crear esos hermosos climas de mierda...

Brunomilan said...

escuche el tema de esa banda alemana y coincido que el no conocer nada de ellos genera una incertidumbre y temor mucho mayor que si lo hubiera hecho una banda conocida (no lo sabemos pero tal vez sacrificaron y se comieron esos animales en el mismo estudio, que de paso me lo imagino alejado de la ciudad en unos de esos grandes graneros de peliculas, personajes siniestros grabando discos que no escuchara nunca nadie, y dejando los cd en las tiendas de discos sin que el dueño se entere, al final de una pila de discos, intentando engañar a un pobre infeliz que diga "que tapa curiosa...")

Agustin Acevedo Kanopa said...

Brunomilan, esto ya se pone tenebroso: yo también me mandé hacer una camiseta con la tapa de Suicide (es más, me la mandé hacer el domingo pasado, después de escribir este post).
Si bien mucha gente me ha comentado de Death in June, nunca he escuchado nada de los tipos. Me bajaré algo y después le comento que me pareció.
Con respecto a la banda alemana, sí, completamente de acuerdo, yo me los imagino haciendo el disco en un apolillado sótano de una casa a las afueras de una ciudad chica de la Alemania previa a la caída del muro. Y sí, me imagino que esas cabras no sobrevivieron a la grabación del álbum. Si quiere después le dejo el link para bajarse el disco, para que vea que lo que escuchó es sólo la punta del iceberg.

Anonymous said...

Gran post, Kanopa.

Ahora que pienso, mi ingreso al terror cinematográfico fue a los 6 años, cuando vi en Viernes 13 la película de una niña acosada (en esa época, sería "horriblemente acosada") por un bicho que habitaba un agujero en un zócalo de su habitación. Por sobre todo, me aterrorizaban dos cosas: una, sus padres no le creían nada; dos, y lo peor de todo por lejos, todo ocurría de día, lo cual me daba la pauta de que el refugio que los niños encontramos en la salida del sol era una mentira.

Tal vez te acuerdes de aquel célebre cumple-baile (célebre, para mí, para otros infame) de F.Ponzio en su casa de Solymar, donde logramos convencer a una cierta muchedumbre de que el movimiento de unas ramas delante de una ventana con luz de una casa a lo lejos, no era sino un mensaje en código morse formato lumínico, en el que se leía entrecortadamente "muerte", "peligro", "asesinato" y no se que otras yerbas.

Un detalle, Tremors es el nombre de la película en la que aparecían los gusanos, pero no se llamaban así, se llamaban Graboides. El que pensó en ese nombre para los bichos, ese, es un valor.

cotox said...

La primera canción de la francesita es terriblemente jodida y tensa, al nivel de cualquiera de los horrores perpetuados por Throbbing Gristle. De Frankie Teardrop que más se puede decir. Lo jodido es que en ese disco también esta Cheree que es una canción bellísima. Son esos contrastes los que hacen que lo perturbador y feo se incremente.
Le hago segunda a la recomendación de Scott Walker, en concreto los dos últimos discos Tilt y The Drift. En este último hay una canción en donde se emula el sonido de un burro agonizando y en otra donde se usa como percusión el lomo de un cerdo. Dos de los sonidos más jodidos y horribles que haya escuchado. Ni qué decir del efecto que provoca escuchar a Walker imitando a una especie de Pato Lucas poseído en otra de las canciones. En realidad los discos son difíciles de escuchar pero una vez que se les entra no tienen desperdicio.

Anonymous said...

Wow, me había olvidado de Frankie Teardrop. Es imposible garantizar que uno esté en condiciones de escucharla completamente, al transcurrir el 3er minuto, el aire se entra a tornar denso y te encontrás absolutamente acelerado.

Cualquier atisbo de empatía con este personaje produce más miedo que ponerse en el lugar del bebé o su esposa.

Brunomilan said...

Tengo un temor que aun mantengo similar al tuyo del pasillo, yo uso lentes, a la noche cuando voy a dormir los dejo arriba de una mesita y si a la noche tengo que ir a al bano o a la heladera voy sin ellos, es por eso que de vez en cuando me pego tremendas cagadas por que al ver todo borroso encuentro formas y sombras raras en la oscuridad que pienso que van venir a toda velocidad y no pueda reaccionar a tiempo.

PD: que onda con esa pagina mutant sound? es una loteria no, te puede salir cualquier cosa pero CUALQUIER COSA, tendria que tener un poco mas de filtro o mas info...

Agustin Acevedo Kanopa said...

El fino:
Puede ser que hayamos visto la misma película, aunque en realidad lo más probable es que haya muchas que compartan el mismo formato. Lo que sí recuerdo es que más o menos a la misma edad que usted, en el canal 4 vi una película que me impresionó mucho por el hecho de que un niño empezaba a notar que diferentes miembros de su comunidad comenzaban a comportarse extrañamente, evidenciándose eventualmente que todo esto se debía a una cierta posesión de un parásito marciano. Pero lo que para la edad resultaba tremendamente shockeante era el hecho de que los padres también eran víctimas de dicha posesión, dejando entonces la incógnita de que nuestra madre y padre podían no ser ellos mismos algún día (es más, recuerdo a partir de esa película traumar a mi primo de cuatro años, diciéndole en una comida familiar que en realidad, nuestros abuelos y sus padres eran personas con máscaras, mentira perturbadora que singularmente demostró ser un miedo más bien mítico entre la gente de esa edad).

Con respecto a La noche del código morse qué más decir, recuerdo habernos sentido vos, Jacobo y yo completamente satisfechos, como si hubiéramos llegado al verdadero tour de force de nuestra arte de asustar, como si hubiésemos expandido hasta el extremo la capacidad de manipular a las masas. Aún recuerdo a Lucía Schinca llorando de miedo al borde del colapso por ese vecino desquiciado que escribía San Juan Muerte prendiendo y apagando la luz de su casa a tres cuadras de distancia.

Finalmente, hablando de Frankie Teardrop, recuerdo que usted ni siquiera fue capaz de terminarla de escuchar, se sacó los audífonos y quedó viéndolos con un miedo cercano al asco, como si fueran un organismo aborrecible, mientras seguían emitiendo tenuemente desde la cama los gritos de Alan Vega.

cotox:
Le dio en el clavo con el adjetivo de la obra de Le volume Courbe: tensa, muy tensa
Le voy a dar una oportunidad a Scott Walker, la mera idea de utilizar el lomo de un chancho como instrumento percusivo asegura, al menos, una experiencia perdurable.
Concuerdo con usted con respecto al disco de Suicide, tiene a Frankie Teardrop, pero también tiene a Cheree y Che, que son temas hermosísimos

Brunomilan:
Sí, puede salir CUALQUIER COSA, más de una vez me ha pasado (la otra vez me baje un disco de una banda polaca con una imaginería más bien dark y cuando la escuché era una música étnica más bien jazz fusión espantosa, así como también una vez me bajé un disco de apariencia más bien noble y terminó siendo una de las cosas más dark que escuché en mi vida).
Pero creo que más allá de los veinte minutos que uno puede perder, hay algo bastante interesante en esa especie de lotería, que más que lotería termina siendo ruleta rusa.

Diego Estin Geymonat said...

Sí, recuerdo tu rostro anticipándose al momento tremebundo, viendo cómo me veías escuchar la canción sin esperar el aullido ese del más allá.

Ama-gi said...

Pasaron una en Viernes 13 de un tipo que experimentaba con portales a otra dimensión, y tenía toda la película a una mina en bolas, con un par de tetas descomunales, acostada en una camilla en el laboratorio. Me acuerdo que al final del portal sale un demonio extraterrestre sin piel parecido a los fiambres que aparecían en [I]Poltergeist[/I] y lo limpiaba al científico mientras la mina se despertaba y empezaba a taparse las tetas con los brazos.

Me haría muy feliz que alguien supiera que película es esa.

Gregoria Samsa said...

Cuando descubrí a Suicide , esa canción fue la primera que me quedó grabada en la memoria, excelente tu descripción, leerte fue como poner el disco...

Otra canción que me da mucho miedo el último sonido del final es "Subway song" de The Cure...

Un Saludo y buenísimo el blog como siempre...

P.D : ¿Cuál era el caso de Rorschach del gato sobre la mente? ese no lo ví yo...

Agustin Acevedo Kanopa said...

ama-gi:
Puede ser que la haya visto, pero me surge un problema tremendo en identificarla ya que lo que cuenta es un final más bien paradigmático (por no decir archi recontra usado en las películas de terror). Hay una gran cantidad de películas de terror que terminan con una mina en pelotas, tapandose las tetas y preguntándose qué ocurrió (sin ir muy lejos, un final similar tiene la película Idle Hands, con Jessica Alba en un disfraz lingerie de angelita, obviamente salvada por el macho héroe, jurándole amor eterno, y por supuesto, de espaldas a la cámara.

The Cure es una banda que la siento naturalmente muy tenebrosa, más que terrorífica, estribándose esta diferencia de términos en el hecho de que me parece genial para crear ciertas atmósferas densas como el hule (no se por qué usé esa palabra, pero me gusta: hu-le), pero no tanto para darme sustos o miedo propiamente dicho. Efectivamente, el Pornography o The Top, así también como el Mask de Bauhaus son discos con temas muy tenebrosos, pero no logran que me desvele una noche, como sí me sucedió con Suicide.

Agustin Acevedo Kanopa said...

deg:
El anticiparse a la reacción de terror de un otro es un momento sublime que todos debemos experimentar al menos ocho veces en la vida. En mi caso, recuerdo una joda muy pueril, que consistía en darle a alguien una caja de la que saltaba una araña de juguete, y esperar el momento preciso en que la persona abría el presente, empalideciéndose súbitamente su rostro. Me viene particularmente a la memoria un recuerdo del que el fino también puede versar, de un día de clase en el que pusimos en juego esa inocente joda con Renato Gomez, un brasilero compañero de colegio que recién se integraba a nuestra clase (y nuestro país). Recuerdo que la joda, a pesar de su apariencia light, terminó con Renato desmayándose en la clase, circunstancia a partir del cual se nos dio a conocer que el brasilero era profundamente aracnofóbico.

Diego Estin Geymonat said...

¡¿Jessica Alba como Dios la trajo al mundo?!

Ya mismo me bajo Idle Hands.
(No, no tiene doble sentido. Giles.)

Diego Estin Geymonat said...

(Por lo menos hasta que vea la película)

Ezequiel said...

que grande viernes 13. yo tambien vi primeras peliculas de terror ahi y las primeras tetas. oh, los placeres näif de tener 11-12 años..
No soy muy fan del cine de terror la verdad, pero recuerdo que la escena que más me asusto por lejos en mi vida fue cuando tenia 8-9 años, en la serie "Historias Asombrosas", en el canal 10, un capitulo que siempre que veia un espejo vei a alguien que intentaba matarlo por atras. Era completamente asfixiante y esa noche mismo no pude dormir.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Creo saber cuál capítulo te referís. ¿No era ese acerca de un escritor de cuentos de terror, que de tan obsesionado que estaba, eventualmente veía en el espejo con el rabillo del ojo una de sus invenciones aguardando detrás de él?
De ser así, te podría decir que ese capítulo de Historias Asombrosas también dejó una huella indeleble en mi recuerdo. Por mucho tiempo no pude mirar de igual manera un espejo.

Otra serie de terror que e encantaba, pero que muy poca gente recuerda es El caminante.
¿A alguno también le impresionó esas historias de terror introducidas y epilogueadas por ese tipo de campera y pantalones de jean, con una mochila en su espalda?

Anonymous said...

Onoprienko, Chikatilo, o las máquinas ukranianas de hacer puré.
El mismísimo Hannibal (Andrei Chikatilo) decía que mataba a las víctimas para demostrar lo asqueroso de nuestra sociedad (iba de pueblo en pueblo asesinando todo lo que encontraba en el camino): "Las casas de al lado a las que yo entraba a matar escuchaban perfectamente los gritos de terror de la gente a la que yo estaba mutilando o asesinando y en lugar de intervenir para detener la matanza lo que hacían era trancar puertas y ventanas y apagar las luces, por lo tanto tb los mataba.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Sin lugar a dudas Chikatilo siempre fue el asesino que más me obsesionó desde pequeño (mucho más que Charles Manson, o incluso John Wayne Gacy, el payaso asesino).
Ese extracto de entrevista precisamente creo haberlo leído hace mucho tiempo, en una revista gallega que en cada portada se dedicaban enteramente a un asesino (no tengo idea a dónde fue a parar).

Por último:
Onoprienko, Chikatilo, o las máquinas ukranianas de hacer puré
Qué gran nombre para una banda

Anonymous said...

Te lo cedo para tu futura novela : P

El payasito Pogo sólo pudo lograrlo amparado en los contactos que tenía dentro del partido republicano del que fue diputado.
De todas maneras a pesar del número alto de víctimas (serían entorno a las 33) es un tipo que se aprovechaba de niños y eso le quita puntos por lo sencillo de la tarea.
En el sitio opuesto está Ed Gein (la otra mitad de Hannibal Lecter) que sólo tiene 2 víctimas pero el muy simpático hacia collarcitos y pulseritas con las vulvas y los pezones de estas chicas por lo que se lleva 10 puntos gracias a su creatividad.

Al final no olvidemos a la pareja despareja de Henry Lee Lucas y Otis Toole, el primero no comía los churrasquitos de nalga que preparaba el otro porque no le gustaba la salsa barbacoa en la que los cocía (sic). Eso es estilo. Entre los dos parece que se cargaron a más de 100 y el Toole en la cárcel limpio al matón de la misma. Medía Otis 1.60

Te recomiendo leer artículos sobre el abuelito Albert Fish quien le mandó desde la cárcel una carta a la madre de una de sus víctimas de 13 años: "señora su hija murió virgen, tanto gritó cuando me vió desnudo que no pude más que perdonarle el acto sexual aunque debo decirle que el churrasco que cociné con su trasero fue de los manjares más exquisitos que he probado".
Si no recuerdo mal cerca de 70 fueron pa la parrilla del nono.

Anonymous said...

Estimado Kanopa, lo más interesante de la "sutil" al pobre Renato fue que en el suceso en sí, se diferenciaron dos tipos de personas: unas ya las mencionaste, los que en ese momento se dieron cuenta de que era aracnofóbico (me incluyo en estos); y los que ya lo sabían, y querían ver que tan al carajo se iba todo. Terminó con la cara lánguida y casi verde tocando las baldozas, no se si el resultado les habrá parecido de los mejores.

Yo hubiera aspirado a que se retirara corriendo y gritando diabólicamente por el corredor, pero ya no queda mucha gente que reacciones así ante las arañas. Una lástima...

Agustin Acevedo Kanopa said...

Igual, no se olvide que Chikatilo también tuvo sus hadas madrinas en el partido, que lo ayudaron bastante para zafar en mas de una (¿quién pensaría que un camarada tan devoto a la causa haría cosas tan chanchas, dignas de un sucio burgués con demasiado tiempo libre?).
Si bien no es un asesino tan brutal como otros, Ted Bundy siempre fue otro de los más llamativos por todo eso del circo que se levantó en torno a él y la forma en que solito se defendió en el jurado (digno de películas estilo Matlock)
Toole es una gran figurita, sobre todo por aquello de haber matado al matón principal de la cárcel en que se encontraba.
Tampoco hay que olvidarse de William MacDonald
En fin...

El gaucho insufrible said...

off-topic: encotré esta joyita que le recomiendo que se vea, es un comic animado de una banda de metal:
Metalocalypse S01E01

Subtitulos en castellano

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En cuantoa peliculas de terror habia una que dieron un par de veces en viernes 13 sobre una bestia invisible que se metia en la casa de una tipica familia yanqui y empezaba a golpear a la mujer y a violarla y nadie le daba bola, creo que se llamaba "el ente"... escalofriante una escena en donde el hijo se ve que "algo" invisible le apreta una teta a la madre.

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Otra cosa que me habia quedado en el tintero , si se compra el boxset de Radiohead, mucho cuidadito con la aduana Uruguaya que son unos hijos de puta.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Me suena la película que me cuenta, pero aún así, violaciones invisibles son otras figuritas repetidas del cine de terror, muy probablemente por haber sido esto algo que pasó más de una vez por nuestras cabezas.

Estoy esperando una guita de una página web que hice, creo que ni bien me lleguen los verdes compro el discbox de Cabeza de Radio.
Cruzaré los dedos por que llegue sano y salvo

El gaucho insufrible said...

La pelicula que decia era ésta.
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Tengo una amiga que va por navidades a Uruguay si el boxset no es muy voluminoso puedo pedir que se lo lleve.

lombriza said...

Cómo que después todo se fue al carajo??? quizás por un segundo, pero, no! no! me niego a que digas eso. objetiva no soy, je.
A no meterse con el hijo de mil maniáticos!
Es genial!, como no voy a idolatrar sus apariciones en el cine si fue el personaje que me dio la sensación de que no existe absolutamente ningún lugar seguro, ni siquiera mi cama, ni siquiera mi gato gordo y peludo, ni siquiera mi lamparita nocturna.
Me dió durante años una inquietante excusa para no dormir y pasar noches con libros que lograban abstraerme del mundo de las pesadillas.
Ah y no hay doce secuelas, si incluimos la ridícula Freddy vs. Jason son 8 películas. No voy a decir que son obras de arte, pero a quien le importa que lo sean!

Bueno, ahora calmada puedo agregar al comment que después de haberme fritado la cabeza en los noventas con películas de terror de los ochentas, llegué a la juventud puteando porque ya no existía nada en este mundo que me asustara. Hasta que un viejo amigo me pasara suicide y Frankie Teardrop me pusiera los pelos de punta.
Una vez mi madre me tocó la puerta de la pieza y me dijo: -¿estás bien?
creo que ese grito magistral hiela la sangre del más canchero.

Agustin Acevedo Kanopa said...

Oldboy:
Muchas gracias, lo tendré en cuenta

languidalombriz:
En realidad lo de las doce películas de Kruger era más una expresión hiperbólica de la cantidad de secuelas, precuelas y recuelas que tuvo (aunque ahora que lo pienso, uno que sí tuvo esa cantidad de versiones fue Jason, ¡que hasta llegó a aterrorizar a jovencitas aceitadas en el espacio!
Igual, no me puede negar que en algunos cuantos films Freddy como personaje aterrador fue perdiendo algo de su encanto, convirtiéndose hasta en algo gracioso.

Creo que en cierto punto me pasó lo mismo que usted, estaba puteando por no encontrar nada que me asustara, hasta que escuché Frankie Teardrop (aunque me hace un tiempo el conejo de Donnie Darko me dejó un poco trastornado)